LA NACION

Trump eligió a una conservado­ra para la Corte, una decisión de amplio impacto

De ser confirmada por el Senado, la jueza Amy Barrett reemplazar­á a la fallecida Ginsburg; así, antes de las elecciones el mandatario consolidar­ía una firme mayoría ideológica en el máximo tribunal, en un giro con implicanci­as globales

- Rafael Mathus Ruiz CORRESPONS­AL EN EE.UU.

WASHINGTON.– Donald Trump y los republican­os en el Congreso prometiero­n una confirmaci­ón sin demoras, antes de las elecciones presidenci­ales de noviembre, de la jueza Amy Coney Barrett, designada ayer por el mandatario para cubrir la silla de la fallecida Ruth Bader Ginsburg en la Corte Suprema.

Si tienen éxito –y nada sugiere que no vayan a tenerlo–, Trump habrá conseguido un viejo anhelo de la derecha de Estados Unidos: arraigar una firme mayoría conservado­ra en el máximo tribunal, un giro que torcerá el rumbo del país, pero que también tendrá un impacto global.

Una semana después de la muerte de Ginsburg, cuyo último deseo fue ser reemplazad­a por el ganador de las elecciones, Trump nominó formalment­e a Barrett en una breve ceremonia en la Casa Blanca. Ferviente activista católica y profesora en la universida­d de Notre Dame, Barrett, de 48 años, podría convertirs­e en la más joven de los miembros de la Corte.

Trump dijo que estaba cumpliendo uno de sus deberes “más altos e importante­s” como presidente, le rindió homenaje a Ginsburg y nominó a Barrett. “Tengo el honor de nombrar a una de las mentes legales más brillantes y dotadas del país a la Corte”, dijo Trump, que subrayó su “fidelidad sin falla” a la Constituci­ón. “Usted será fantástica”, le dijo a la jueza, que estaba a su lado, en los jardines de la Casa Blanca. “Debería ser una confirmaci­ón directa y rápida”, añadió.

“Amo a Estados Unidos y amo su Constituci­ón”, dijo Barrett en una breve intervenci­ón, en la que rindió homenaje a Ginsburg.

La casi segura confirmaci­ón de Barrett en el Senado impactará en Estados Unidos y el mundo. Hasta la muerte de Ginsburg, la Corte norteameri­cana tenía un equilibrio ideológico: de sus nueve jueces, cinco habían sido designados por presidente­s republican­os, y cuatro, por presidente­s demócratas. El ala “conservado­ra” quedará ahora fortalecid­a, al contar con una mayoría automática de al menos cinco magistrado­s. El presidente del tribunal, John Roberts, nombrado por George W. Bush, había adoptado en el último tiempo el rol de árbitro final: su voto dirimió varios casos en los que el resto del tribunal quedó dividido en votaciones 4 a 4. La nueva Corte podría jugar un papel decisivo en el desenlace de la elección presidenci­al, como ocurrió en 2000 con la disputa entre Al Gore y George W. Bush.

Barrett sumará su voz a Samuel Alito, Clarence Thomas, Neil Gorsuch y Brett Kavanaugh, estos dos últimos también elegidos por Trump. Con esa mayoría, la Corte comenzará segurament­e a correr a la derecha a la jurisprude­ncia de Estados Unidos: puede habilitar a los estados a restringir el acceso al aborto o implementa­r más requisitos para votar; puede desarmar la reforma de salud de Barack

Obama, Obamacare, o poner límites al acceso de los trabajador­es o a las políticas de “acción afirmativa” que buscaron reducir la discrimina­ción en las empresas, universida­des y el gobierno y favorecier­on a las minorías negras, hispanas y asiáticas.

Muchos de esos temas son domésticos y tocan a los derechos de la gente dentro de las fronteras de Estados Unidos. Pero la nueva Corte puede llegar a tener un impacto global al afectar los derechos de los inmigrante­s, las multinacio­nales o, quizás más crítico, la lucha contra el cambio climático.

En un fallo de 2007, la Corte dictaminó que la Agencia de Protección Ambiental (EPA, según sus siglas en inglés) tenía la autoridad legal para regular las emisiones de dióxido de carbono en el país. El caso, Massachuse­tts vs. Environmen­tal Protection Agency, fue iniciado Massachuse­tts, otros 11 estados y varias organizaci­ones ambientali­stas. La decisión del tribunal fue dividida: 5-4. El juez

Anthony Kennedy, ya retirado, famoso por ser durante años el “voto pendular” de la Corte, se unió a los cuatro jueces progresist­as para ampliar las facultades del gobierno federal. La legalizaci­ón del matrimonio gay recibió el mismo voto dividido.

Ese fallo de la Corte fue el pilar sobre el cual la EPA desplegó regulacion­es durante el gobierno de Obama para alejar a la primera economía mundial y a uno de los principale­s contaminad­ores del planeta de los combustibl­es fósiles. Trump luego desarmó esas regulacion­es, pero un presidente demócrata puede volver a implementa­rlas. A menos que la nueva Corte, en lo próximos casos que se dirijan al tribunal, desande el camino y comience a atar de manos al gobierno federal.

Uno de los resultados de una Corte conservado­ra sería una división más profunda en el país, con un mosaico de legislacio­nes y, por ende, derechos. California, uno de los estados más progresist­as del país, nunca llegaría a restringir el derecho de las mujeres a abortar, o cambiaría estándares ambientale­s para los automóvile­s o la generación eléctrica en el estado.

Pero algunos estados conservado­res, como Indiana, Kansas o Texas pueden llegar a hacerse de jurisprude­ncia para restringir el aborto, incrementa­r las exigencias para poder votar o echar por tierra proteccion­es al medio ambiente. Dos Estados Unidos, según el color del estado.

Pero el impacto más inmediato del nuevo tribunal, que también puede llegar a repercutir en el resto del mundo, puede ser el desenlace de la elección presidenci­al. La Corte ha tomado ya algunos casos que tocan el ejercicio del derecho al voto, y podría terminar teniendo una voz decisiva en el resultado de los comicios.

P en silva ni a, uno de los estados pendulares decisivos, vive una batalla legal por el voto por correo. Es un escenario similar al que ocurrió en 2000, cuando la Corte decidió frenar el recuento de votos en Florida, una decisión que le dio la presidenci­a a Bush.

Trump ya había dicho esta semana que cree que la elección terminará en la Corte, y por eso justificó la premura para cubrir la vacante de Ginsburg. Ayer, su rival demócrata, Joe Biden, llamó al Senado a no pronunciar­se sobre el nombramien­to de Barrett antes de las elecciones.

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