Ferviente católica y discípula de un influyente juez
El perfil
Amy Coney Barrett, la elegida por el presidente Donald Trump como candidata para suceder a Ruth Bader Ginsburg en la Corte Suprema de Estados Unidos, es madre de siete hijos (incluidos dos adoptados en Haití y uno con síndrome de Down), tiene toda una vida como ferviente activista católica y cuenta con una larga carrera judicial.
La magistrada, de 48 años, se graduó con honores en la Universidad Católica de Notre-dame, en Indiana, y también ejerce la docencia. En las austeras salas de la Corte Suprema, hace 22 años se convirtió en la discípula predilecta del juez conservador Antonin Scalia, fallecido en 2016.
“Su filosofía judicial también es la mía: un juez debe aplicar la ley tal como está escrita. Los jueces no son responsables de formular políticas”, dijo Barrett, alineada con Scalia.
En 2017, llegó su consagración con el nombramiento como jueza de la Corte de Apelaciones de Chicago. Trump pensó en ella en 2018 para ocupar el puesto en el Tribunal Superior, que luego fue confiado a Brett Kavanaugh. Y eso no se debió a un rechazo, ya que muchos sostienen que el presidente decidió quedarse con la carta Barrett precisamente para la posible sucesión de Ginsburg.
Ahora Barrett puede ser la más joven de los miembros de la Corte, con el potencial de influir en la jurisprudencia estadounidense durante décadas. Y no podría ser más diferente del ícono progresista Ginsburg, recientemente fallecida y a quien todo Estados Unidos le rindió homenaje en los últimos días.
Como docente, se la conoce como una figura popular y provocativa en el aula. “Mi papel como académica era estar fuera del sistema y provocar que los estudiantes de derecho pensaran detenidamente sobre cómo funciona el sistema. A veces eso implica críticas al sistema. Un juez, por el contrario, opera dentro del sistema, y su deber es aplicar la ley tal como existe”, escribió.
Al crecer en un ambiente católico conservador, también afiliada a una controvertida comunidad cristiana llamada People of Praise (Gente de Alabanza), desarrolló a lo largo de los años una visión fuertemente contraria al aborto. Por esta razón, es vista por los detractores como la elección en manos de los republicanos para intentar revertir una política de varias décadas.
Aunque la propia barrett dijo repetidamente que es“muy improbable” que la Corte Suprema revoque en el futuro el histórico fallo de 1973 que despenalizó el aborto en estados unidos, conocido como Roevs.Wa de.
“El elemento fundamental del derecho de la mujer a elegir probablemente se mantendrá”, dijo, y señaló que la apuesta pasa por las restricciones que puedan adoptarse a nivel de los estados y sobre la financiación pública para apoyar el aborto, impugnada por los conservadores.
En la mira de Barrett también se encuentra la Affordable Care Act, más conocida como Obamacare, la reforma de salud lanzada en 2010 por el expresidente Barack Obama y que a los republicanos definitivamente les gustaría hundir.
En 2017, la senadora demócrata Dianne Feinstein, durante la audiencia en el Congreso para confirmar el nombramiento de Barrett como jueza de la Corte de Apelaciones, la calificó de demasiado dogmática, una mujer que “cree firmemente que sus creencias religiosas deben prevalecer”.
Sin querer, esa crítica fue una ayuda para Barrett, que desde entonces se convirtió en una especie de heroína en los círculos conservadores.
Cuando Trump la entrevistó por primera vez para la vacante anterior de la Corte Suprema, algunos asesores de la Casa Blanca filtraron la noticia de que había una falta de química. Independientemente de si eso era cierto, el profesor de Derecho de Indiana Steve Sanders dijo que sus temperamentos naturales parecen estar en desacuerdo.
Sanders, que estudió el historial de Barrett, dijo sobre su breve mandato en la Corte de Apelaciones: “No demostró mucha audacia. No se labró un nicho especial. Creo que está siendo cautelosa porque el centro de atención estuvo en ella desde el principio”.
Y agregó, refiriéndose a su comportamiento igualmente reservado: “No tengo la impresión de que sea el tipo de persona con la que simplemente tomarías un vaso de whisky al final del día y tendrías una conversación libre. Parece correcta y conservadora en su presentación personal”.