LA NACION

Si estás, da dos golpes

- Graciela Guadalupe (De Martín Guzmán, ante problemas técnicos en el Congreso.)

Hagamos un repaso de estos meses de teletrabaj­o. ¿Qué cosas son las que más se recuerdan? (Deje de lado, querido lector, los insultos por lo angosta de la banda ancha que le sale una fortuna; los gritos del Bobby en medio de un clase por Zoom; la factura de luz más cara, aunque está congelada; que no le funcione el micrófono de la computador­a o que la imagen se le pixele). Lo más revelador del teletrabaj­o es ver cómo trabajan nuestros dirigentes políticos cuando creen que no los vemos.

Si la imagen de un legislador durmiendo en el recinto nos causaba entre hilaridad y bronca cada vez que era captada de madrugada en plena sesión, gracias a Zoom, Adobe, Classroom, Teams o como se llamen estas nuevas formas de tortura telemática, hemos podido acceder como nunca antes al trasfondo de las grandes decisiones políticas.

Por ejemplo, el momento clave en que un diputado, en cueros, abre el placard para cambiarse la camisa (Luciano Laspina, Pro) durante una reunión de comisión. O la clase sobre cómo deben cepillarse los dientes –adelante, atrás, arriba y abajo y vuelta adelante– a cargo de la diputada kirchneris­ta Gabriela Cerruti mientras se debatía la moratoria impositiva. Ya se sabe que el senador Esteban Bullrich robó una gigantogra­fía suya al mejor equipo de los últimos 50 años para plantarla ante Zoom mientras él se ausentaba, y que a su correligio­naria Patricia “Ídem” se le durmió en cámara el intendente de General Villegas, Eduardo Campana.

A la gobernador­a Arabela Carreras, el propio Alberto le tuvo que avisar que tenía que “desmutears­e” si pretendía que el resto del país supiera lo que pasaba en Río Negro. “Desnudarse”, y no desmutears­e, parece que entendió el diputado K Juan Ameri cuando empezó a chichonear en cámara con el seno de su joven pareja, imagen que dejó en un lejano segundo plano a Pablo Torello (Pro) dando una entrevista en calzoncill­os a Bragado TV. Y ni qué hablar de las invocacion­es a los espíritus. “Hable, señor diputado. ¿Está ahí?”. Faltó pedir que golpearan dos veces si la respuesta era sí.

Hasta ahora no se escucharon bloopers del tono del de un dirigente chileno que, ajeno a que tenía el micrófono encendido, se refirió a una colega como “la otra vieja que nos cae mal”. Pero, ojo, que nosotros tuvimos a Martín Guzmán admitiendo que es capaz de sarasear. Y lo dijo nada menos que frente a Sergio Massa, un campeón en la materia.

“Yo también puedo sarasear hasta que esté [listo un gráfico]”.

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