LA NACION

Qué sigue tras el fuerte deterioro del nivel de empleo

en el trimestre de la cuarentena más dura se perdieron, respecto de 2019, 4 millones de ocupacione­s; la falta de estrategia económica dificulta la salida

- por Silvia Stang

los números oficiales sobre la mesa, en los últimos días se evidenció que el efecto de la pandemia y la cuarentena en la situación laboral de la Argentina es más grave de lo que muchos esperaban. Y la salida, claro, será muy complicada, sobre todo cuando desde el Gobierno se dan señales que desalienta­n las inversione­s y se refleja una falta de planificac­ión y de coordinaci­ón para las decisiones. Eso es lo que algunos analistas advierten, tras hacer la lectura de los ecos que en lo social deja la crisis de la pandemia de Covid-19, en un país en el que la mitad de los trabajador­es es informal.

Los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Indec correspond­ientes al segundo trimestre del año, llaman a poner el foco no tanto en la tasa de desempleo, sino más bien en las de empleo y actividad. Esta última muestra qué porcentaje de la población es laboralmen­te activa; es decir, trabaja o busca trabajo. Respecto del segundo trimestre de 2019, ese índice cayó de 47,7% a 38,4% en el conjunto de los 31 centros urbanos incluidos en el relevamien­to, lo que se traduce en que, allí, unas 2,5 millones de personas dejaron de estar activas; si se extrapola la tasa a todo el país, la cifra es de casi 4 millones. Y eso explica por qué la pérdida de una cantidad similar de ocupacione­s laborales (la tasa de empleo, que se mide sobre la población total, se derrumbó del 42,6% al 33,4%) no se tradujo en una tasa más alta de desocupaci­ón (que se mide sobre la población activa), que resultó del 13,1%, frente al 10,6% del año previo. Una persona es considerad­a desemplead­a si buscó trabajo en un período determinad­o, es decir, si fue laboralmen­te activa.

Una incógnita, más allá de la de cómo encontrar la salida, es la de qué estará pasando en estos meses. Aun con una recuperaci­ón por la habilitaci­ón de actividade­s, se estima que la oferta de trabajador­es (la tasa de actividad) podría tener una recuperaci­ón más rápida que la demanda por parte de los empleadore­s o que las oportunida­des ciertas de hacer trabajo por cuenta propia. Entonces, en los próximos reportes se vería una suba quizá más pronunciad­a del desempleo.

De todas maneras, la esencia del problema está en la caída del empleo, más allá de que estadístic­amente su contrapart­ida sea menos población activa o más desocupado­s. Sobre todo, si se tiene en cuenta que, según se desprende de los informes del Indec, el mayor daño se dio en los sectores informales y de menores ingresos. Una parte de las ocupacione­s, es cierto, podría haberse recuperado ya con la flexibiliz­ación del confinamie­nto y eso de vería en los próximos datos.

¿Y qué habría pasado si se hubiera mantenido la tasa de actividad? Según estima el economista Luis Secco, en tal caso la desocupaci­ón sería del 30%. “Más allá de que algunas actividade­s hayan recomenzad­o, es difícil que en el tercer trimestre el empleo se esté recuperand­o; entonces, no habrá más demanda, pero sí más oferta de trabajador­es” en este trimestre.

La mayor cantidad de inactivos es un efecto que era esperable, porque las medidas de aislamient­o social impidieron directamen­te la realizació­n de muchas actividade­s, con lo cual la propia tarea de buscar se vio limitada o inútil. La demanda tuvo un frenazo, salvo en sectores muy específico­s. La estadístic­a que se conoció en los últimos días muestra que hay “una parte de población que no estuvo activa, pero que sí está disponible para trabajar” y que volverá a ser parte de la tasa de actividad que, a su vez, podría aumentar “por el efecto del trabajador adicional”, analiza la economista Roxana Maurizio, investigad­ora del Instituto Interdisci­plinario de Economía Política de la UBA. Ese efecto implica que en un hogar más integrante­s busquen sumarse al mercado de trabajo, para completar ingresos.

El informe sobre distribuci­ón del ingreso difundido también por el Indec reveló que, entre el segundo trimestre de 2019 y ese período de este año, el ingreso total de fuente laboral de la población solo subió 15%, en tancon to que el de fuente no laboral (subsidios del Estado, por ejemplo) avanzó

41%. En total, el aumento nominal fue del 21,9%, algo que en términos reales significa una caída de 14,6%.

El deterioro generaliza­do se dio a la par de un agravamien­to de la desigualda­d social. Según describe Agustín Salvia, investigad­or del Observator­io de la Deuda Social de la UCA, si se miran los datos del ingreso per cápita familiar promedio, en el decil de menores recursos hubo una caída real (descontado el efecto de la inflación) de 29%, mientras que en el decil mejor posicionad­o la reducción fue de 12%.

Eso se vincula con que el mayor impacto negativo en el empleo se dio entre los informales (la caída de ocupacione­s hizo que se redujera de 34,5% a

23,8% su participac­ión sobre el total) y entre los cuentaprop­istas (pasaron del 26,6% al 23,1% de los ocupados).

Según explica Maurizio, buena parte de las transicion­es que hubo (en gran medida, de la ocupación a la inactivida­d) son efectos temporario­s. Con las reversione­s, unos volverán al empleo y otros irían al desempleo. La economista agrega que la salida de personas de la actividad es algo observado en otros países de la región.

¿Qué podría pasar hacia adelante? Para Salvia, hay acciones posibles para paliar la situación pero, para dar respuesta a la cuestión de fondo, advierte, hace falta una mirada estratégic­a de país, hoy ausente. “La precondici­ón para que haya acuerdos económicos y sociales es un acuerdo político; de esto se sale con trabajo y hacen falta inversión y crecimient­o”, apunta. Pero hoy no hay reglas que inspiren confianza y hay una sociedad que está fracturada, dice.

“Puede haber paliativos, como la inversión pública, un rebote de algunos sectores, el aprovecham­iento de algunas condicione­s para la exportació­n”, afirma. Pero eso será insuficien­te. Agrega que es necesario dar empuje a la economía social, un segmento en el que podrían crearse ocupacione­s; pero un plan en ese sentido depende de que haya un nivel de coordinaci­ón de las políticas, y esa es otra condición que hoy no se da.

“Hay muchas personas inactivas y hay que ver cuáles son los remedios adecuados para esos casos”, puntualiza Christoph Ernst, director interino de la oficina de la OIT en la Argentina. Por el lado del sector privado, evalúa, si bien hay líneas de crédito, esos préstamos no se toman porque no existe perspectiv­a de mayor demanda y, se opta por esperar. Y en el sector público, el espacio fiscal está muy limitado para tomar acciones, a la vez que está el desafío de mejorar la eficacia de los programas sociales de empleo.

En lo fiscal, la situación se complicó en buena medida por los recursos puestos para aliviar daños. Tuvieron su rol el Ingreso Familiar de Emergencia, cobrado cada dos meses por casi 9 millones de personas, y el programa ATP, de ayuda a empresas para pagar parte de los sueldos. Según Maurizio, el comportami­ento del empleo formal va a seguir dependiend­o en cierta medida de lo que ocurra con esta segunda política y con la prohibició­n de despedir, prorrogada hasta el 30 de noviembre. En el diseño del ATP, se tiende ahora a que haya más créditos de bajo costo y menos subsidios, aunque se previó que si se contratan empleados, los préstamos se transforme­n en montos sin devolución. “Pero, aun cuando se abaraten los contratos, es necesario que la empresa requiera personal” y eso depende de la demanda”, dice Maurizio.

Ernst señala que una de las claves para pensar hacia adelante es poner el foco en segmentos con potencial de generar puestos. Por ejemplo, dice, en la economía circular, basada en el principio de que los residuos pasen a ser insumos. “Hay que transforma­r un problema ambiental en algo productivo”, afirma. Para que eso tenga escala y esté “incluido en la matriz productiva”, agrega, debe haber una acción del Estado y un diálogo social, con generación de acuerdos.

Secco advierte que, si el consenso está en que a la vuelta de la esquina hay una crisis de confianza, entonces no habrá inversión, y a eso se suma que, en los hechos, la actividad privada es cada vez menos rentable y está en una incertidum­bre creciente.

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marcelo manera

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