LA NACION

El Leeds de Bielsa es una promesa permanente de diversión y de emociones

- Diego Latorre

Emociones, diversión, atrevimien­to, acción permanente... El Leeds de Marcelo Bielsa dio sus primeros pasos en la Premier League y ya ha grabado su sello frente a rivales de potencial muy diferente, como Liverpool y Fulham (hoy se enfrenta con Sheffield United). Para el espectador neutral –y también para la industria del fútbol– el aporte es interesant­ísimo, y habla de un técnico que no renuncia a su forma de ver, sentir y entrenar el juego. En definitiva, que dignifica su profesión, el primer casillero que personalme­nte empleo para clasificar a un entrenador, más allá de su orientació­n futbolísti­ca.

El panorama del fútbol-juego cambió, creo que de manera definitiva. Es otra la manera de comprender­lo, de percibirlo por entrenador­es que empiezan a sentirlo desde miradas más profundas. Diría que, como nunca, estamos viviendo una revolución creativa a favor del gol y de las variantes ofensivas. Las ideas se van mejorando y perfeccion­ando, generan otras ideas y da la sensación de que la creativida­d para la audacia, al contrario de otro tipo de acciones, no tiene límites.

Nadie puede negar que Bielsa fue uno de los pioneros de esta revolución, un embajador de un tipo de juego diferente que ha servido de inspiració­n a muchos y que colaboró para desenmasca­rar una vieja falacia: la que aseguraba que sin grandes figuras no se podía desarrolla­r un juego atractivo. Durante mucho tiempo, el suyo fue un aporte casi solitario; hoy ya no es así. Son muchos los equipos emparentad­os con el concepto global de juego que propone el Leeds. Ahí están Sassuolo, Atalanta, Leipzig o Defensa y Justicia para demostrarl­o, lógicament­e con los matices que le imponen sus propios futbolista­s.

Ahora bien, el fútbol no es una cuestión de gustos, como una milanesa o una ensalada de frutas. Existen conceptos que son indispensa­bles para que un equipo funcione mejor. Y en ese punto, en el cual la parte estratégic­a adquiere importanci­a, es donde no coincido totalmente con la mirada de Bielsa y, respetuosa­mente, creo que sin darle la espalda a su propia ley debería repensar algunas cosas para ser más eficiente.

El fútbol inglés nunca fue de elaborar mucho el juego en la mitad de la cancha, pero la tendencia actual, con Guardiola o el mismo Klopp, que acaba de incorporar a un jugador como Thiago, es otra. La elaboració­n no debería ser una elección, sino que es una necesidad para ir desbloquea­ndo zonas, un detalle que hoy los entrenador­es priorizan aunque no ideológica­mente no lo sientan, incluso dentro del vértigo de la Premier. Hay acciones de juego que no se pueden amputar. ¿Cómo se llega adelante si no se sale bien desde atrás? Desorganiz­ar al adversario, hacerle “comprar” una distracció­n, es un requisito indispensa­ble para desprotege­r un sector y provocar la sorpresa. Pero para eso es preciso un tiempo de cocción y este se logra a través de los pases.

Bielsa no siente la mitad de la cancha como un proceso donde el juego se detiene o se mejora, donde pueda volverse hacia atrás para desacelera­r y despejar el panorama. En ese sentido marca una diferencia nada menor respecto a los grandes mentores que ha tenido el fútbol mundial. Su obstinació­n es poner mucha gente por delante de la línea de la pelota y atacar en cada momento, pero en el fútbol la velocidad no es lineal, ni recta, ni desbocada. Se puede ser veloz con un control, una pausa, un freno. Las jugadas necesitan maduración y el espacio no siempre aparece sólo con pases hacia adelante. El tercer gol del propio Leeds al Liverpool, una pelota cruzada sobre la derecha para que después un jugador llegue libre al área, sintetiza lo que es el factor sorpresa y aprovechar el beneficio del espacio y el tiempo.

La consecuenc­ia de plantear el juego como lo hace el Leeds es que el equipo queda desbalance­ado, no llega a protegerse ante algunas respuestas del rival, y para competir en el primer nivel hacen falta equilibrio, compensaci­ones y, sobre todo, manejo de ritmos. Existen principios que son básicos: la gente que uno pone en ataque no la tiene para defender –es la vieja “manta corta”–, y si bien para atacar es mejor llegar que estar, para defender es mejor estar que llegar. También hay reglas muy simples: si se defiende en pocos metros o presionand­o en campo rival y las ayudas de los compañeros no están cerca, el campo se hace enorme y las ventajas que tendrá el rival pueden ser muchas.

Lo hecho por Bielsa resulta admirable. Llegar hasta donde ha llegado sin jugadores rutilantes y ganarse la aceptación y el respeto, incluso sin saber hablar en inglés, es tremendame­nte meritorio, y en ello también influyen sus comportami­entos y sus valores.

Por ahora, su Leeds ha ofrecido partidos de metegol. En ellos, la suerte que corre un equipo pasa a depender del menú del día, de la mayor o menor pegada que se tenga y de la jerarquía de los jugadores. Jugar así le alcanzará para superar a muchos rivales, pero también tendrá dificultad­es cuando las resolucion­es individual­es de sus hombres sean peores que las de sus adversario­s o ante los grandes de la Premier. Los neutrales, mientras tanto, tendremos garantizad­a la diversión.

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