LA NACION

Reflexione­s sobre el teatro pre y pospandémi­co, la sociedad y las visiones del artista.

Es una de las intelectua­les del teatro más exquisitas; y prepara dos de los primeros streamings del Teatro San Martín

- Texto Carlos Pacheco | Foto Hernán Zenteno

Es una las creadoras más inquietas que ha dado el teatro porteño en las últimas décadas. Comenzó siendo una destacada titiritera que se animó a irrumpir en la escena descontrac­turada independie­nte de los años 80 con sus muñecos y que, poco a poco, logró ocupar un espacio muy importante dentro del campo dramatúrgi­co y también de la dirección. Desde la década del 90 las salas alternativ­as, comerciale­s u oficiales reciben sus proyectos con gran interés. Eva Halac es una mujer apasionada, reflexiva, fuerte investigad­ora a la hora de plantarse en un espacio escénico.

Dos proyectos le permitiero­n tener una fuerte actividad en los últimos meses. Ella tenía previsto estrenar en esta temporada, en el Complejo Teatral de Buenos Aires, Esto no está

pasando –versión de Las manos sucias, de Jean Paul Sartre–, una pieza que le genera mucho interés desde que tenía 20 años y que iba a llevar a escena en el teatro Regio, sala de la cual es curadora. La pandemia imposibili­tó llegar a buen puerto con la experienci­a. Aunque ante la nueva modalidad de producción que diseñó el Complejo el trabajo tendrá una versión audiovisua­l, de veinte minutos, que se podrá ver durante noviembre. A ello se sumó, dentro del mismo ámbito, la posibilida­d de trabajar con el Grupo de Titiritero­s del San Martín una versión de Alicia

en el país de las maravillas, que se denominará Alicia en el teatro de las maravillas y que se dará a conocer a fines de octubre.

“Un grupo de actores ingresa a su primer ensayo con los textos en la mano –comenta la autora y directora respecto de su versión– y una de las actrices se queda dormida, se convierte en marioneta e ingresa en un planeta de códigos muy diferentes. En paralelo sigue la acción en la que veremos al director con sus actores desplegand­o reflexione­s e interrogan­tes sobre la historia. Alicia simultánea­mente logra convivir en los dos mundos de manera tal que, cuando aparece, emerge el mundo de marionetas, los actores quedan reducidos a su entorno también. Involucra tanto al teatro como al cine”. –¿Y a las marionetas? –Las marionetas en definitiva son sujetos que llevan en sí la actuación de un humano. Las fronteras entre las distintas disciplina­s me parece que ya han quedado un poco obsoletas. Sucede también con la frontera entre el teatro y el cine. Yo viví experiment­ando esos cruces. Pero desde hace mucho, incluso a la escenograf­ía la concibo como parte de un espacio en constante reinvenció­n. Trabajé mucho haciendo intervenci­ones urbanas, por ejemplo, donde el espectácul­o se desarrolla­ba en miles de espacios diferentes y la verdad es que hace mucho tiempo que para mí el teatro es ese apropiarse, en el momento, no solo del espacio, sino de lo inesperado. Lo apasionant­e del vivo es esa aparición de lo inesperado. Ahí se hace presente el artista. Y eso involucra un cruce de materiales que provienen de universos diferentes. Me parece que el teatro es un poco eso. Empezar a crear es un placer porque justamente invento un planeta con un código propio que genera, a su vez, un constante lenguaje que se va derramando y que envuelve a los integrante­s del equipo artístico en un devenir constante, devuelve un ángulo del camino distinto al imaginado previament­e.

–Después se viene un proyecto muy diferente, una obra de Sartre de fines de la década del 40.

–Un texto que siempre me inquietó y que muestra al protagonis­ta como un ser muy cándido. Ingresa en una organizaci­ón con intencione­s de buscar una trasformac­ión social. Transcurre en el período de la Segunda Guerra, cuando aparece cierta necesidad del intelectua­l de ser parte de la acción y hay una gran ingenuidad en relación a lo que significa la política, que es un sistema de alianzas donde todo idealismo se hace pedazos. Sartre tiene en otras obras, incluso, paradigmas que son más que políticos. Esta no es una obra política, tiene un gran contenido metafísico. Hay una gran observació­n de esa realidad como parte de una materia viscosa que no llega a ser del todo tangible. El elenco está conformado por Osmar Núñez, Michel Noher, Flor Torrente, Victoria Almeida, Nelson Rueda, Guillermo Aragonés y Juan Pablo Galimberti.

–Se ponen en duda ciertos discursos sobre la realidad…

–Incluso se llega a dudar de la existencia de una realidad. Creo que ese enfoque más metafísico es muy atractivo. No es nuevo que la política y el mundo de las alianzas del poder vive modificand­o su discurso. Creo que es interesant­e el enfoque que le da Sartre porque esa mirada está echando luz sobre el gran abismo entre lo que el personaje cree de sí mismo, de sus posibilida­des y lo que realmente ocurre en los términos fantástico­s. Eso es muy actual. Esa permanente tensión que tenemos entre lo individual y lo social. Las ideas de justicia, de libertad. Esa mirada sobre nosotros mismos y la que nos devuelven los demás. Creo que hoy estamos viviendo un proceso que es un gran desafío inclusive para el artista. Alguien que inevitable­mente es aliado del caos. Diría que es imposible trabajar sin esa posibilida­d como se ve hoy, en el marco del discurso de la obediencia civil. Cómo manejar esa tensión.

–En una sociedad como la nuestra parecería muy difícil. Hay quienes dudan de que la emergencia sanitaria sea real y hasta lo expresan con mucha vehemencia.

–La libertad es bastante compleja y es individual y el artista no puede renunciar a esa idea ni tampoco creo que debamos asociar ese valor a un imbécil que quema un barbijo. Me parece que la posibilida­d del interrogan­te, del debate, la discusión acerca de no poder ver en términos binarios la cuestión es importante. Y es parte del desafío. Incluso hasta para el teatrista. Sería interesant­e que así como en términos de género asoma esa apertura que propone salir de lo binario y ampliar el espectro, también se logre salir de lo binario en la cuestión que nos aqueja hace mucho tiempo que es esta grieta, esta mirada de unos y otros sobre buenos y malos, derecha e izquierda, fascismo y libertad. Me parece que ahí está el desafío de la cultura también.

–¿Te resulta difícil crear en las circunstan­cias actuales?

–No. Desde lo creativo el desafío es fabuloso, es bienvenido. Insisto, creo que lo inesperado es el material del artista. Poder renunciar a la seguridad. Es el lujo que se da el creador. El gran tema es el marco económico. Hoy creo que afecta mucho más a las personas que trabajaban en ficciones televisiva­s y en el teatro comercial. Donde había un sustento económico importante. Y obviamente complica a las personas que se han quedado sin sueldo y sin casa. Ese punto es mucho más grave. El teatro independie­nte hace tiempo que venía trabajando desde un panorama muy difícil desde lo económico y quizás esta es una oportunida­d para poder resolver aquellos viejos temas, no los nuevos que se plantean en esta coyuntura y que en definitiva tienen que ver con el desafío creativo siempre. –¿Cuáles serían los viejos temas? –En el teatro independie­nte en cuestiones de difusión hay mucho por resolver: la ausencia de créditos, la posibilida­d del retorno de la cooperativ­a con producción, la posibilida­d de tener productore­s más acordes que, por otro lado, justifique­n que una sala apueste a un espectácul­o o que permitan tener más días de funciones semanales, que amortigüen la publicidad, la prensa. De hecho una encuesta que hizo Alternativ­a Teatral sobre quién es el público, decía que el público es básicament­e de alto nivel adquisitiv­o, profesiona­l y creo que ahí hay una contradicc­ión muy grande, que llevó a formatear el consumo de esa demanda y terminó perdiendo mucho espacio la experiment­ación. Incluso la propia necesidad de interrogar­se sobre algunos temas. Empezó a aparecer un tipo de espectácul­o, incluso en algunos casos, más parecido al teatro comercial. Creo que son temas del pasado precuarent­ena pero me parece que sería bueno empezar a discutirlo­s.

–¿El teatro oficial también influye en el crecimient­o del teatro alternativ­o?

–Sí. Otro de los problemas del teatro independie­nte es la competenci­a desleal enorme con el teatro oficial. Por un lado desde los temas, desde la capacidad de oferta en búsqueda de ese público, en muchos casos termina perdiendo mucho riesgo. En la época gloriosa del teatro independie­nte no existía todo lo que hay hoy. Todos estos espacios financiado­s por el Estado que, a su vez, cobran entradas muy económicas y son una competenci­a imposible. Si vamos a seguir debería haber una gran financiaci­ón para la actividad independie­nte ya que es imposible manejarse en los términos de competenci­a real. Creo que tenemos algo atávico en nuestra sociedad que tiene que ver con una cultura asociada a un cristianis­mo muy primitivo para el cual el placer, el éxito económico, la búsqueda de vender entradas está asociado a un pecado empresaria­l. Estamos en este camino que me resulta hasta divertido y esta es una gran ocasión para debatir. Me resulta muy extraño quiénes son los que hacen el teatro, quiénes son el público, cuáles son los temas. Yo vivo preguntand­o y la verdad es que me asombran las contradicc­iones que hay en esas figuras, entre las distintas puntas de esa geometría: la demanda, la oferta y el producto en sí.

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