LA NACION

Camila y un film cargado de romance que incrementó la leyenda y siguió el camino del Oscar

- por María Fernanda Mugica

Las reglas de la sociedad del siglo XIX y las peleas entre unitarios y federales por el poder político tiñeron de sangre la historia de amor de Camila O’gorman y Ladislao Gutiérrez. La joven de una familia de la clase alta argentina y el sacerdote pagaron con sus vidas y la de su hijo por nacer el precio que otros le pusieron a su romance.

La tragedia fue llevada al cine en más de una oportunida­d, pero fue Camila, la película de María Luisa Bemberg, cargada de romanticis­mo y tensión erótica, la que incrementó su leyenda. Susú Pecoraro e Imanol Arias encarnaron a los amantes, fusilados por orden de Juan Manuel de Rosas, en el film de 1984, que estuvo nominado al Oscar a Mejor Película Extranjera.

La cineasta sabía lo que era rebelarse contra las normas de la sociedad. Bemberg pertenecía a una familia adinerada y a los 58 años, divorciada y con cuatro hijos, debutó como directora de cine, en 1981. Sin prestarles atención a quienes la subestimar­on ni a los que decían que no era una profesión para una dama, se dedicó a contar historias de mujeres que luchan por su libertad. Entre ellas, Camila, cuya relación con su abuela Anita Perichón, que había sido amante del virrey Liniers, está presentada en la película como clave en su educación sentimenta­l y aliciente para seguir sus deseos. Así se teje una cadena de mujeres unidas por la capacidad para pensar y actuar por sí mismas, incluyendo a la madre de Camila, quien frente a la orden del padre de que la joven se case aun sin estar enamorada, porque “una mujer soltera es desorden”, expresa su opinión de forma discreta pero lapidaria: “La mejor cárcel es la que no se ve”. Disponible en Youtube

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