Del desamparo al museo: la Difunta Correa, rescatada por Antonio Berni
”La Difunta Correa rebasa ya el mundo de los viajeros, es venerada por una gran parte del pueblo, desde el burgués intranquilo a lo más popular y sufrido. Casi todos, ignorantes pero creyentes, van a pedirle confiados un socorro, el milagro de una cura o la prevención de un mal”. Eso escribió Antonio Berni dos años antes de rendir homenaje a uno de los principales mitos populares de la Argentina: la mujer que, se dice, siguió amamantando a su hijo tras morir de sed al pie de un cerro en San Juan, a mediados del siglo XIX. Unos arrieros encontraron el cuerpo de Deolinda y rescataron al bebé con vida.
Como parte de la muestra Creencias y supersticiones de siempre, en junio de 1976 el artista rosarino presentó en la Galería Carmen Waugh una instalación que hoy es pieza de museo: se exhibe en Colección Amalita como parte de su colección permanente. Sobre el pecho del cuerpo de la Difunta, recreado sobre una tela de arpillera de más de cuatro metros de ancho, ubicó una muñeca de plástico. Rodeando la escena desplegó botellas con agua, velas, dibujos y herraduras, a modo de ofrenda como suelen hacerlo los miles de peregrinos que visitan el santuario de Vallecito, donde fue enterrada.
Uno de sus milagros pareció ser el que reunió a Berni en aquella memorable muestra con Federico Manuel Peralta Ramos y su obra: una tumba de Tutankamón con una momia que conversaba con el público. Ambos se fotografiaron en un mateo para ilustrar la invitación, en la que Berni aclaraba su intención de “presentar fenómenos espirituales divulgados en todo el mundo, reflejos de lo subyacente en la conciencia colectiva angustiada muchas veces por la ignorancia del misterio vida-muerte o el desamparo y la impotencia frente a ellas”.