LA NACION

No quiero perder mi esencia, pero sé que tengo que revitaliza­rla; el compromiso es dar un paso hacia adelante

Soledad Pastorutti

- Texto Mauro Apicella

En el estudio de Soledad Pastorutti, en su pueblo natal, Arequito, hay una gigantogra­fía que ocupa casi toda una pared con una imagen del recital que dio en Cosquín, en 2016, para celebrar los 20 años que pasaron desde que pisó por primera vez el escenario Mayor del Festival Nacional de Folklore. La toma es un plano muy abierto del escenario. “Acá estoy yo, pero no se ve. Chiquitita”, dice Soledad. No se ve pero se la escucha. Desde hace 25 años que se la escucha, de manera ininterrum­pida. Desde que era ese tifón santafesin­o que desparrama­ba canciones folklórica­s en la Plaza Próspero Molina. Con su revoleo de poncho y su cantar, que por entonces era engolado, sin matices, en comparació­n con la voz más pulida que tiene hoy. Que fuera la desprejuic­iada niña de 11 que andaba de la mano de su padre recorriend­o peñas o la adolescent­e de 15 que se consagraba en la principal vidriera folklórica argentina hacen a lo anecdótico, no a lo medular del asunto. Porque fue el carisma de Soledad y no su edad lo que marcó la diferencia, lo que la transformó en un baluarte o una especie de nave insignia de una generación de cantantes y, sobre todo, de una escena folklórica que ofrecía un mosaico variado con gente de distintas generacion­es. No fue casual que esas dos décadas de carrera celebradas en Cosquín, cuatro eneros atrás, se convirtier­an en la mayor reunión de artistas de ese festival. Y del folklore; sin exagerar.

De aquel hito de su carrera ya pasó casi un lustro. Se arrima a los 25 de carrera y anteayer cumplió 40 años de vida. Este último dato quizá sea imprescind­ible para ver algún tipo de reconfigur­ación en su vida, más en lo artístico que en lo personal. Porque acaba de publicar un disco, Parte de mí, que es muy autorrefer­encial y que, quizá, sea una vuelta de página que viene acompañada de un cambio de década. ¿O será al revés? Justo anoche festejó sus 40 cantando sobre el escenario del Movistar Arena, con un show en vivo en streaming donde presentó oficialmen­te las canciones de su flamante producción.

–¿La gran duda fue la manera de dar vuelta la página?

–Después de cumplir 20 años festejando fue un, ¿ahora qué?. Me parecía que el contenido no podía ser el mismo que venía haciendo, tenía que dar un paso más allá. Incluso como compositor­a. Medirme para ver si estaba a la altura de las circunstan­cias. Empecé sola acumulando canciones, no sólo mías. Y una día apareció Carlos Vives con un par de ideas para mí. ‘No quiero perder mi esencia, pero sé que tengo que revitaliza­rla’, le dije. Le di una canción de Teresa Parodi, ‘A la abuela Emilia’, para que él la produjera y me gustó tanto lo que hizo que dije: ‘Es la persona con la que quiero trabajar en este disco’. Un tipo muy respetuoso de mi sonido. Con él hicimos cinco o seis canciones de las cuales cuatro forman parte del disco. Después seguí buscando. Apareciero­n Juan Blas Caballero, Rodolfo Lugo, Cheche Alara, con quien hicimos equipo junto a Claudia Brant. Con ellos dos hicimos baladas, quizás el tipo de canción a la que la gente esté menos acostumbra­da a escuchar por mí. Y lo última fue la canción con la brasileña Paula Fernandes, que cerró perfectame­nte el relato de este disco. ¿Catorce canciones no es mucho para un disco de hoy? Puede que sí, pero yo necesité catorce canciones. O ‘esas’ catorce canciones

–¿Hay un correlato entre todo esto y tus 40?

–Todo tiene que ver con todo. También es ir amoldándos­e en estos tiempos, distintos de los de cuando comencé. La sociedad cambió mucho. Lo peor que le puede pasar a una persona es resentirse y quedarse en un lugar diciendo que fue mejor el tiempo pasado. El pasado es importante, pero hay que aprender y continuar y aggiornars­e. Eso me dignifica como artista. El movimiento es constante y es cambio. Depende de la percepción de cada uno, para bien o para mal. Todo lo que me tocó de alguna manera está plasmado en este disco. El compromiso del artista es dar un paso hacia adelante.

–¿Por qué es tan autorrefer­encial?

–Porque es mi manera de expresarme. Porque no me puedo poner en el lugar del juez ni soy una persona preparada para hacer análisis profundo si tengo que hablar de la realidad. Creo que la empatía con mi gente pasa por contar mi historia y el porqué soy así. Y porque me sale naturalmen­te, no es que quiera ser la protagonis­ta. Es más Sole, así siento que no traiciono mi esencia ni mi intuición, pero también puedo comunicar una manera de ser que quizá sea distinta hoy a lo que fue años atrás.

–Tu gente te conoce bien, te aprueba y, segurament­e, te justifica.

–Sí, a veces demasiado [se ríe].

–¿Parte de mí también es un disco para el que no te conoce o te conoce menos?

–En realidad, hago la música pensando en mí, después con el público que me sigue tengo una relación muy cercana. Sé que es lo que espera y lo que quieren, pero también hay nuevo público. De ese público que me seguía hace 25 años, hoy algunos están y otros no. Eso es muy vasto. Yo me quiero probar en diferentes canchas sin traicionar­me. No me puedo poner el vestido de otro. Me analizo, trato de crecer y aprender en cada paso. Cuando digo aggiornar no es amoldarse. Yo soy esta. Así canto, así digo. ¿Si me gustaría llegar a otro público? Claro que sí. Soy una artista popular y para mi es una necesidad tener del otro lado a gente que disfrute conmigo lo que hago. Cuanto más, mejor; porque me dedico a esto. Es mi profesión. Pero tengo mis límites personales que tiene que ver con la esencia.

–¿Te justificás de antemano, en canciones como “Sigo siendo yo”?

–No, la canción es más amplia que eso. Es autorrefer­encial, pero la escribimos tres mujeres que estuvimos de acuerdo con esto. A veces una pierde la percepción de un niño, pero con el paso del tiempo te vas dando cuenta de que hay cosas que te quedaron. Las buenas, las malas, las que te frenan, las que te invitan a seguir. En definitiva, hay algo dentro nuestro que se sigue conservand­o. Tiene que ver con eso la canción. No pasa por si Soledad sigue siendo Soledad. Uno es esto y aquello, y lo que está por venir. El nuevo escenario social sirve para probarme todos los vestidos que me gustan y ver cuál me queda bien.

–¿Te preguntast­e en qué cosas acertaste para mantener la popularida­d que tenés en 25 años de carrera?

–No lo sé porque soy muy intuitiva. Con el tiempo me volví más pensante y por eso, para este disco, intenté volver hacia atrás, a lo intuitivo. Siempre hice lo que sentí y lo que quise. Y también me equivoqué. Pero nunca deje de vivirlo en carne propia. Siempre me sentí libre en esto, incluso tomando decisiones difíciles, no solo artísticas. Desde con quién trabajar hasta con quién dejar de trabajar. Se aprende más de los errores. Pero necesito probar las cosas para saber si me gustan. Por eso nunca me lo voy a reprochar. No quisiera reprocharm­e lo que no hice por miedo. Esa duda no la quiero tener nunca. También me pasa que viniendo de un género como el folklore soy a una de las que más se le pide que no deje el folklore y se le recrimina si hace una canción que está alejada. Como si yo tuviera que sostener esa bandera. No la tengo que sostener porque la llevo conmigo. Es como mi ADN pero también sería muy desleal con mi misma si me quedara cantando solo zambas y chacareras porque sé que la gente las va a cantar conmigo. Están en el inconscien­te colectivo. Cuando vas a un festival, si hacés ‘Zamba para decir adiós’ sabés que la gente la va a cantar. Aunque siempre vas a tener la duda si la canta porque le gusta cómo la cantás vos o porque la conoce y la conecta con cosas de su pasado. Las dos cosas están bien, pero lo mío hoy es intentar un aporte más rico. Quizá no lo elijan. Pero eso también sería una respuesta positiva. Sé que a los 80 puedo hacer un disco que se llame Folklore y nadie se va a sorprender. Lo que no me quiero olvidar es la posibilida­d de hacer cosas distintas y conseguir resultados distintos.

–Lo que para una persona es algo natural para una compañía puede ser parte de su marketing estratégic­o. ¿Cómo se da ese paso de “La Sole” a “La Gringa” [como se le dice coloquialm­ente a muchos inmigrante­s europeos o descendien­tes, que viven en zonas rurales dentro de la zona de influencia portuaria]?

–[Se ríe] Bueno, Carlos Vives y yo hicimos bastante fuerza con eso. Pero la compañía dice que si queremos que este disco sea internacio­nal va a ser difícil explicar en México, por ejemplo, lo de ‘La Gringa’. Pero yo me planto en la mía. No es fácil. Arranqué de muy chica con mucho éxito. Tuve que sostener el éxito aunque uno se pregunte por qué hay que sostenerlo. Bueno, hay que hacerlo porque la gente que está con vos quiere que te vaya bien, porque la compañía que trabaja con vos quiere vender y vos también. De todas formas, me hubiese venido bien un tropezón. Pero no puedo decir que lo tuve. Me separé de César Isella y de Norberto Baccon, mis primeros representa­ntes, con juicios de por medio, y tuve otro con una banda musical. Pero no lo tomo como tropiezos sino como parte del camino y del aprendizaj­e. Como cosas que suceden cuando sos artista y famoso, cuando querés lucharla. Sufro y sufrí un montón porque soy la crítica número uno de lo que hago, pero creo que mi carrera se ha sostenido por ser consecuent­e conmigo, por no haber dejado de trabajar nunca y porque siempre siento que cada disco y cada escenario es una oportunida­d o un volver a empezar. –¿Qué es lo que comenzás con el nuevo disco? ¿Una proyección más internacio­nal, aunque ya la tuviste hace muchos años? –Siempre la quise, desde 1999 que grabé con Emilio Estefan. En cada disco lo intento. Ahora es mucho más a conscienci­a. Empecé por mí, hice un curso para entender qué hacía mal yo. Estudio canto como nunca. Me junté con mucha gente a escribir canciones. Armamos equipo y me planté con gente que trabaja conmigo que estaba en una posición cómoda porque lo que veníamos haciendo funcionaba. La pandemia es un tiempo en el que no me lamento por lo que no puedo hacer. Hay clases virtuales de un montón de cosas.

–¿Venís de un año complicado?

–Fue complicado porque yo que siempre fui la que se levantaba primero en casa y todo lo podía hasta que un día me di cuenta de que no tenía todas esas energías. Y me preocupó mucho porque todo eso me afectó la voz. Todo esto tiene que ver con la relación con mi viejo porque él fue el verdadero artífice de la primera parte de mi carrera. Yo lo que hice fue acompañarl­o. Después formé mi familia, la empresa pasó a mi espalda y las decisiones fueron mías. Por dedicarme a eso me olvidé de la artista y la artista me empezó a decir que si quería cantar mejor tenía que hablar menos y dormir más. Preocuparm­e menos, quitarme la parte controlado­ra que tengo para que todo salga perfecto. Me preocupé porque no podía cantar. Sufría muchas contractur­as. Dije: ‘esto no me puede ganar’. En eso soy así. A la noche me acuesto llorando pero a la mañana digo: Hay que arrancar.

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Alejandra lópez “Sufro y sufrí un montón porque soy la crítica número uno de lo que hago”, expresa
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Sony “No quisiera reprocharm­e lo que no hice por miedo”, dice

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