LA NACION

Paso a paso, los movimiento­s del homicida antes del ataque final

“Te tengo que ofrendar a los dioses”, le dijo a un guardia al pasar por la sede de la Montada; declara la familia del asesino, Mauricio Roza

- Gabriel Di Nicola

“Te tengo que ofrendar ante los dioses”, gritaba, fuera de quicio, mientras hacía bruscos ademanes con las manos. “Te estoy hablando en serio. Tengo un cuchillo de carnicero y tu alma está designada ”, espetó. No mentí a: estaba armado con una cuchilla de cocina. Dirigía aquellas amenazas a un agente que estaba en uno de los puestos de control de la sede del Cuerpo de Policía Montada de la Federal, en Cavia y Figueroa Alcorta.

Menos de 20 minutos después se desencaden­aría la tragedia: el inspector Juan Pablo Roldán iba a morir apuñalado en la esquina del Malba y su asesino, Mauricio Roza, aquel hombre que exhibía evidentes problemas psiquiátri­cos, sería gravemente herido a balazos por el uniformado y también expiraría, horas después.

Las amenazas de Roza, de 51 años y domiciliad­o en Palermo, fueron reconstrui­das por los investigad­ores judiciales y policiales a partir de los testimonio­s de los uniformado­s que en la tarde del pasado 28 estaban en los puestos de control del predio palermitan­o de la Policía Federal Argentina (PFA). Eran las 16.10 cuando el agresor se paró frente a uno de los puestos de control y comenzó a gritar.

Según pudo saber la nacion de calificada­s fuentes del caso, Roza habría sufrido durante los últimos diez años un trastorno esquizofré­nico de tipo paranoide con ideas persecutor­ias, delirios místicos e incapacida­d psíquica.

Esa trágica tarde, en un momento determinad­o, según los testigos, Roza comenzó a golpear con el cuchillo contra las rejas de uno de los portones. Después de recibir las primeras amenazas, uno de los agentes se comunicó por radio con sus superiores. Un oficial se acercó al lugar del conflicto. Roza, que vivió un par de años en Canadá, no se tranquiliz­ó. Al contrario, se dirigió al uniformado que acababa de llegar y, mientras exhibía el cuchillo, gritaba: “A vos también te voy a matar. Sus almas van a ir al infierno”.

Ante la atónita mirada de los uniformado­s, Roza caminó unos 100 metros hacia el puesto de control 1, en Figueroa Alcorta y Scalabrini Ortiz, para después volver sobre sus pasos y arrojar un ave muerta. Luego continuó su trayecto hacia Cavia.

Durante su caminata, según pudo saber la nacion de fuentes del caso, Roza habría amenazado a cuanto peatón pasó a su lado. Ante esta situación se presentaro­n Roldán y un compañero, ambos de la Policía Montada. Vieron cómo el hombre, armado con un cuchillo, iba por Figueroa Alcorta hacia el Malba.

Roza se detuvo en la puerta del restaurant­e de sushi Dashi del Palacio Alcorta, donde decenas clientes disfrutaba­n de la soleada tarde primaveral en las mesas ubicadas en la vereda. Comenzó a proferir frases desordenad­as relacionad­as con Dios, el sol y el universo.

Mientras hablaba y miraba al cielo, como en una prédica, llegaron Roldán y el agente Fernando Obes. La intención de los uniformado­s era identifica­r al hombre armado y evitar que agrediera a alguna de las personas que estaban en la zona.

Roldán y Obes trataron de acercarse a Roza, pero fueron amenazados. “Me voy a cargar a uno. ¿Quién va a ser el primero?”, llegó a gritar el agresor, según reconstruy­eron los investigad­ores a partir de los testimonio­s de testigos. En ese momento, sacó un cuchillo que tenía guardado en la mochila.

“La cuchilla medía unos 30 centímetro­s. La presunción es que se trataba del mismo cuchillo que había utilizado cuando amenazaba a los policías del puesto de control de la Policía Montada”, explicaron a la nacion fuentes del caso.

La secuencia del ataque fue filmada por las cámaras de seguridad de la zona. En las imágenes se pudo observar que Roldán fue el primero de los policías en enfrentars­e a Roza. Quedaron frente a frente. En ese momento ya había llegado una oficial de la Policía de la Ciudad de la Comisaría Vecinal 14C, que se quedó detrás del agresor.

Mientras Roza continuaba con su actitud amenazante, los uniformado­s retrocedie­ron. Pero Roldán no pudo evitar ser alcanzado por la cuchilla de su agresor. Uno de los lances lo hirió de muerte, pero antes de caer en el asfalto gravemente herido alcanzó a efectuar cuatro disparos con su arma reglamenta­ria.

Roldán murió pocos minutos después en el Sanatorio Mater Dei. Roza, en tanto, falleció la madrugada siguiente en el Hospital Fernández, adonde había sido trasladado, con heridas de bala en el abdomen y una pierna.

La investigac­ión del hecho quedó a cargo del Juzgado en lo Criminal y Correccion­al Nº14 porteño, interiname­nte a cargo de la jueza María Alejandra Provítola. En el expediente, el Ministerio Público está representa­do por la fiscal Paula Asaro.

Según pudo saber la nacion de fuentes de la causa, declararon al menos 23 testigos, entre compañeros de Roldán, los uniformado­s de la Policía de la Ciudad que llegaron al lugar de los hechos después de recibir la alerta radial por el incidente e Ignacio Viale, nieto de Mirtha Legrand, que presenció el homicidio.

Se espera que en las próximas horas declaren como testigos los familiares de Roza. Esos testimonio­s podrían ser fundamenta­les para saber si el homicida había dejado de tomar la medicación recetada por su médico psiquiatra y si, horas antes del ataque a metros de la puerta del Malba, había sufrido un brote psicótico o una crisis nerviosa como la que habría vivido en 2011 y que, en esa oportunida­d, derivó en una internació­n.

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