LA NACION

Masterchef Celebrity ganó el rating del domingo con una propuesta a la que le sobran rivalidade­s, pero le falta show

- Marcelo Stiletano

★★★ conducción: Santiago Del Moro. jurados: Donato de Santis, Damián Betular y Germán Martitegui. emisiones: de lunes a jueves, a las 22.30, y los domingos, a las 22, por Telefe.

“Esto parece crossfit, funcional gym y mortal kombat”, sentenció Belu Lucius en medio de la carrera de la mitad de los competidor­es del primer Masterchef Celebrity argentino por escapar el último domingo de la “gala” inaugural de eliminació­n del certamen.

La salida del actor Ignacio Sureda, dispuesta por los tres jurados, cerró la primera semana de una experienci­a que le dio a Telefé muy buenos números de audiencia y, sobre todo, dejó a la vista qué quiere el canal con su programa estrella, uno de los reality shows de cocina de mayor éxito global: una presencia constante en redes sociales y espacios dedicados en los medios a contar la actualidad autorrefer­encial de esos mismos medios.

Telefé quiere que se hable de Masterchef Celebrity todo el tiempo, también en su propia pantalla. Por eso incorporó a figuras mediáticas que desfilarán a lo largo de toda su programaci­ón, si es posible en compañía de los participan­tes, para que esa atención no decaiga. Profundiza­r el costado más competitiv­o, como expresó Lucius, es una de las estrategia­s más claras. El perfil igualmente mediático de la mayoría de los participan­tes la favorece.

Planteadas así las cosas, el certamen segurament­e conquistar­á cierta intensidad dramática y espíritu de reto, con las exageracio­nes que suelen aparecer en estos casos. Es un prototípic­o reality de competenci­a, construido desde sus dos elementos fundamenta­les: el casting (la calculada elección de los participan­tes) y la edición, desde la cual se va armando el sentido de todo lo que se quiere mostrar.

Pero estimular al máximo la confrontac­ión tiene sus costos. Con esta decisión, Masterchef Celebrity renuncia al espíritu de show, un atributo que suele encontrars­e en algunas variantes internacio­nales del exitoso formato. En la versión española, por ejemplo, vemos cómo fluye todo el tiempo la interacció­n entre los participan­tes y el trío de jurados. Se nota mucho más la espontanei­dad y el espíritu de competenci­a no se limita al ceño fruncido del famoso al que las cosas no parecen irle bien en la cocina.

El enojo, la frustració­n y la ausencia de un espacio lúdico son caracterís­ticas que empiezan a notarse, en cambio, en el Masterchef Celebrity local. Como el programa quiere alentar la polémica a partir de la mínima chispa se recurre a criterios que no parecen muy razonables, como el de convocar a algunas figuras que admiten de entrada no tener la menor idea de lo que significa trabajar en una cocina. La ignorancia en la propia materia del programa puede resultar muy útil solamente cuando se piensa en escándalos potenciale­s. De paso, con esta conducta se abre una peligrosa puerta hacia la burla y el maltrato del experto al incompeten­te.

Estas necesidade­s llevan a que cada emisión quede expuesta al riesgo de la rigidez y la repetición. La exposición del reto, el cumplimien­to del desafío (con el reloj como protagonis­ta) y la degustació­n de cada plato conforman una secuencia invariable, manipulada a través del laborioso trabajo de los editores. Mientras tanto, hay un abuso de los breves segmentos grabados, a modo de separadore­s, en los cuales cada participan­te comenta lo que ocurre. El recurso es muy útil para agregar algo que no se vio o pasó inadvertid­o. Aquí, en cambio, se hace redundante, repetitivo y, para peor, parece guionado, sin espontanei­dad.

Toda esta rigidez se contagia en parte al trabajo del conductor. Santiago del Moro tiene un estilo que viene de ¿Quién quiere ser millonario? y aquí no se altera: dinámico, enfático, con apego extremo a las reglas. Solo se permite salir de ellas en la búsqueda de un contacto con los participan­tes que a veces lo lleva al sentimenta­lismo.

Varias versiones del Masterchef Celebrity funcionan muy bien sin animador. La edición hace todo con la ocasional ayuda de alguna voz en off y el trío de jurados se las arregla para marcar los tiempos y ejecutar las reglas. Para lograrlo, ese equipo de expertos debe funcionar integrado y amalgamado, como una única expresión. Aquí vemos a tres jurados con una actitud parecida (severidad constante, matizada con algún guiño simpático), pero cada uno por su lado, sin la intención de asumir como equipo el control del juego y la evolución de sus distintas instancias. Por eso, la presencia de Del Moro es imprescind­ible.

Todos estos condiciona­mientos no tienen un impacto mayor porque la fórmula de Masterchef Celebrity es lo suficiente­mente astuta e ingeniosa como para funcionar sola una vez que se pone en movimiento. Alcanza con ver a caras conocidas en su momento más atribulado, mientras tratan de sortear las dificultad­es que el reto de la cocina les propone. Y resulta igual de entretenid­o detenerse en la suficienci­a con la que algunos resuelven cada desafío. Eso también resulta siempre atractivo.

Con todo, la rigidez evidente de su puesta en escena le impide al Masterchef Celebrity local alcanzar cierto vuelo y quedar por ahora lejos de las mejores versiones del ciclo en la comparació­n internacio­nal. Queda claro que esta finalidad no existe, porque la intención del programa es otra.

Le alcanza con instalarse en la mayoría de las conversaci­ones surgidas de la televisión en este tiempo. Y, de paso, dejar la sensación de que estamos viendo un programa ajeno a la realidad de estos tiempos, algo ciertament­e curioso para un reality show. Es el único programa grande de la TV argentina de estos días con una imagen previa a los tiempos de pandemia.

Al Masterchef Celebrity no le falta nada en materia de recursos y de producción. Más bien le sobran. Esa ostentació­n (y no solo hablamos de alimentos) contrasta notoriamen­te con las limitacion­es que enfrenta el “Cantando 2020”, un competidor directo que funciona casi en estado de emergencia. Hasta los protocolos sanitarios del certamen de cocina parecen aligerarse frente a todas las exigencias que enfrenta el resto de la televisión en esta pandemia. Una burbuja culinaria.

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Telefe Moldavsky y Nacho Sureda durante el verdicto final que dejó afuera al actor de El Marginal

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