LA NACION

Delta: isleños movilizado­s frustraron el derribo de más muelles

Crece el conflicto entre la municipali­dad de Tigre y los habitantes que se instalaron recienteme­nte tras una venta de tierras ilegal; anuncian nuevos operativos

- Nicolás Cassese

“Muchachos, alerta, se viene el quilombo”, decía una voz asustada mientras la imagen mostraba unas siete embarcacio­nes que avanzaban por el canal San Antonio, en la frontera sur del Delta, frente a la costa de San Isidro. El video fue difundido ayer a la mañana por el grupo de Whatsapp de los habitantes de esa zona disputada de las islas, donde un grupo de 50 personas se autoconvoc­aron para resistir el operativo de la municipali­dad Tigre.

Los funcionari­os lograron desmontar dos de los muelles denunciado­s por ilegales, pero la llegada de los isleños en kayaks y lanchas hizo que la situación se volviera tensa. Subidos a los muelles, evitaron el trabajo de la grúa y discutiero­n con los agentes en motos de agua de la Policía de Islas.

Antes que forzar un enfrentami­ento, Mario Zamora, secretario de Gobierno del municipio y hermano de Julio, el intendente, decidió suspender las acciones. Los vecinos celebraron la retirada de las lanchas como una victoria, pero saben que habrá nuevos intentos de avanzar contra sus viviendas. “La situación se puso violenta y ahora estamos obligados a recurrir a la Justicia”, dijo Zamora, que estuvo embarcado a la cabeza del operativo.

Hace 11 días hubo una acción similar, pero con otro resultado: pese a las protestas de los vecinos, lograron destruir 15 muelles. Avanzaron avalados por una ordenanza municipal que argumenta que los muelles dañan el medio ambiente y dificultan la navegación. Aunque discutida por los isleños, fue la forma que encontró la municipali­dad de Tigre para poder actuar sin necesidad de la orden de un juez.

La diferencia fue que el primer operativo tuvo el apoyo de la Prefectura Naval –que bloqueó el acceso a la zona del conflicto e impidió que los isleños se acercaran– y este no. “Me llamaron de Prefectura para alertar que habría resistenci­a y que ellos no iban a colaborar”, se quejó Zamora.

Según el funcionari­o, la idea era buscar la colaboraci­ón de los isleños para desmontar los muelles vacíos, que aún no cuentan con vivienda, pero la gresca clausuró esa posibilida­d. “Ahora iremos contra todo, los muelles y las construcci­ones. Están violando una zona de preservaci­ón ambiental. Todas esas obras son clandestin­as”, amenazó el funcionari­o.

El conflicto es por un sector de tierra nueva y codiciada: la última frontera del Delta, un humedal que con el tiempo y la acción del hombre se está convirtien­do en terreno firme. Allí se instaló una comunidad de artistas, músicos y militantes ambientale­s. Su perfil difiere de los viejos isleños, más rústicos.

Ellos dicen que quieren vivir en armonía con la naturaleza y protegerla para que no prosperen los proyectos inmobiliar­ios detrás de esa tierra. Planean crear una reserva y armaron una plataforma de pasarelas de madera sobre el humedal, con espacios para ferias artesanale­s y teatro comunitari­o. Las casas en las que viven son livianas, de madera y chapa. Se integran al paisaje, se abastecen con paneles solares y tienen biodigesto­res para tratar los desechos orgánicos. Las intencione­s conservaci­onistas, sin embargo, se chocan con el endeble andamiaje legal que sostiene su presencia en la zona.

La municipali­dad de Tigre y la de San Isidro, cuya jurisdicci­ón abarca un pequeño sector de las nuevas islas, dicen que están usurpando terrenos protegidos. Hace una semana se había abierto un canal de diálogo entre los nuevos isleños y Zamora, pero la gresca de ayer podría haber dificultad­o esa negociació­n. “Ecochetos” u “ocupas VIP”, así dicen los isleños que los llaman los funcionari­os con los que intentan lidiar.

Paraíso natural

La zona es un paraíso natural con canales sinuosos y abundante vegetación a minutos de lancha del centro de San Isidro. Su potencial comercial es enorme. Ya existe un barrio privado desde 1995, Santa Mónica. Con 50 casas, pileta, cancha de tenis y embarcader­o privado, comparte una tensa vecindad con los nuevos isleños.

Otro aún más ambicioso, Colony Park, fue suspendido por la jueza Sandra Arroyo Salgado luego de movilizaci­ones de ambientali­stas. El juicio por los supuestos perjuicios causados por ese desarrollo –llegaron a dragar canales y se rellenaron terrenos– iba a comenzar este año, pero se retrasó por la pandemia.

Un actor central del conflicto es Eduardo Venencio, más conocido como “el Rulo”. Controvert­ido y reservado, es el jefe de la familia que hace décadas vive y trabaja en ese sector del Delta. Tiene 15 hermanos y 11 hijos de cinco mujeres. Él es quien cedió la posesión –se cuida mucho de usar la palabra “vender”– de los terrenos a los nuevos isleños con el argumento de que la larga estadía de su familia en el lugar le da derechos.

También está al frente de una cuadrilla de alrededor de 30 operarios que construyen los muelles y muchas de las casas. Sin embargo, nunca inició el reclamo legal de usucapión, la figura contemplad­a por la ley argentina que otorga derechos de posesión a la ocupación pacífica, ininterrum­pida y con mejoras de un terreno. La alianza entre este isleño de la vieja escuela y los nuevos pobladores es la clave para entender la dinámica de crecimient­o en la zona.

Hasta ahora, la municipali­dad de Tigre no interfería con sus negocios, pero eso cambió. “Vamos a ir contra el Rulo. Hoy quedó patente que es el que origina toda esta maniobra. Cede ilusorios derechos de posesión y es el organizado­r de las construcci­ones. Es uno de los partícipes en daño ambiental”, lanzó Zamora.

“Yo sigo laburando”, retrucó Venencio desde su aserradero en la desembocad­ura del río San Antonio, a metros de donde se realizó el operativo. “De acá me van a sacar con las patas para adelante”, repite siempre. Luego del primer operativo se lo notaba abatido, pero ahora recuperó su tono desafiante. La reacción de los nuevos isleños para frustrar el proceder de Tigre le devolvió el ánimo. Sufre diabetes y dice que tiene que cuidarse, pero afirma que seguirá luchando. “Esta semana hablo con [Alberto] Fernández”, disparó, enigmático.

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Ignacio sánchez Una de las estructura­s demolida por alterar un ambiente protegido

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