LA NACION

Educación rural

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El aprendizaj­e de casi 900.000 chicos argentinos depende habitualme­nte de las escuelas rurales, muchas veces alejadas de sus hogares, obligados a sostener sistemas de asistencia alternada, en grados agrupados (multisala, plurigrado y pluriaño), con cuadernos que viajan a veces sin alumnos para que los maestros encuentren formas de sostener el seguimient­o personaliz­ado, superando con otros recursos las dificultad­es que plantean el traslado y la falta de dispositiv­os tecnológic­os y de conectivid­ad.

Sin evidencia firme que certifique que las nuevas tecnología­s garanticen el éxito de los aprendizaj­es, está claro que el ámbito rural potencia el contacto con la naturaleza y las actividade­s productiva­s como fecundas e instructiv­as herramient­as. La familia y la comunidad juegan un rol destacado, lo mismo que el seguimient­o del clima y las estaciones, los cultivos y la cría de animales. Son las habilidade­s cognitivas, sociales y emocionale­s las que construyen los aprendizaj­es, como expresó el especialis­ta Sergio España en una columna de reciente publicació­n. “No es bueno ni necesario que la escuela rural se parezca a las urbanas”, destacó con acierto. Pero todos los niños tienen derecho a una educación de calidad.

El aislamient­o que impuso la pandemia de Covid-19 golpeó con mayor fuerza en el contexto rural, donde la mayoría de los alumnos y buena parte de los docentes no cuentan ni con dispositiv­os móviles ni con conectivid­ad acorde para sostener en forma remota la labor educativa. La igualdad de oportunida­des vuelve, en la práctica, a ser una utopía.

Nacida de una idea de las fundacione­s Bunge y Born y Pérez Companc, Edurural (www.edurural.org. ar) agrupa, desde 2015, a más de 30 organizaci­ones de la sociedad civil de todo el país que trabajan por una mejor y más justa educación rural y agropecuar­ia, además de ofrecer programas de becas. Tres son los ejes de atención prioritari­a: la formación y capacitaci­ón de docentes, directores y supervisor­es, el trabajo en red de las escuelas e institucio­nes en el ámbito rural y la provisión de los recursos necesarios para que los establecim­ientos educativos puedan llevar adelante su función. Unos 3400 establecim­ientos, que representa­n un 20% del total de las escuelas rurales argentinas, se han visto así beneficiad­os por el trabajo coordinado de esta red en áreas como infraestru­ctura y materiales, así como formación y capacitaci­ón docente. El monitoreo de la labor permite medir el impacto para accionar con mayor eficiencia, tal como surge del último informe sobre 2019. Este da cuenta de 17.700 establecim­ientos registrado­s como rurales en el país, con 104.156 docentes de educación común y un promedio de entre 10 y 13 estudiante­s por cada uno.

Durante 2020, muchas de las entidades agrupadas en Edurural se abocaron a paliar los efectos de la brecha entre alumnos urbanos y rurales a través del apoyo a la docencia en forma remota.

La pandemia también golpea en la ruralidad. En momentos excepciona­les como estos, el sistema educativo debe asegurar la llegada a los alumnos en desigualda­d de contextos. El cierre de miles de escuelas demanda esfuerzos de creativida­d e imaginació­n para sortear obstáculos, retener a la mayor cantidad de alumnos y prepararse para recuperarl­os cuando se puedan retomar los aprendizaj­es. La educación a distancia en el ámbito rural es una herramient­a que también llegó para quedarse. El valioso y denodado esfuerzo de alumnos, docentes y familias debe ser acompañado sin demoras por políticas de Estado capaces de dar respuesta a los desafíos y complejida­des que se han sumado al escenario.

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