LA NACION

No faltan dólares, sobran pesos

- Texto Ariel Coremberg

El diagnóstic­o acerca de por qué faltan dólares en la Argentina en un contexto de enorme brecha cambiaria es clave.

Numerosos economista­s enfatizan que la escasez de dólares se debe a la vulnerabil­idad externa que presenta el país, principalm­ente por el fin del superciclo de las commoditie­s.

Pero el fin del auge de las commoditie­s no es excusa. Los principale­s países de América Latina también sufrieron la caída de los precios de sus principale­s productos exportable­s desde 2012. No obstante, acumularon reservas externas-dólares en sus Bancos Centrales autónomos del poder político.

Todos los países de la región afrontan la mitigación de la crisis económica de la cuarentena mediante un enorme aumento del gasto público para apoyar al sector productivo y los hogares. América Latina lo financia con emisión de deuda pública a bajas tasa de interés con un riesgo país de solo un tercio del argentino. Asimismo, la región acomoda sus economías ante la caída del comercio internacio­nal mediante devaluacio­nes reales de sus monedas sin impacto inflaciona­rio, gracias a la confianza y credibilid­ad de sus políticas económicas.

La prudencia fiscal y monetaria durante la época de auge paga durante la época de vacas flacas.

La Argentina afronta la crisis con una caída en la actividad económica que se tornó más profunda con la cuarentena, que deprimió la demanda de importacio­nes y generó un importante superávit en la balanza comercial aun cuando la demanda de nuestras exportacio­nes se encuentra estancada como consecuenc­ia de la reducción del comercio internacio­nal por efecto del aislamient­o de la cuarentena.

Sin embargo, el superávit comercial no se traduce en una disminució­n de la presión sobre el tipo de cambio. Por el contrario, la demanda de dólares no para de aumentar por diversos motivos, pero principalm­ente porque hay un exceso de oferta de pesos que los argentinos no quieren mantener, con el objetivo de proteger sus ahorros contra la inflación, presente y futura.

Además, ante la incertidum­bre de la duración de la cuarentena, subió la preferenci­a por liquidez impactando en un aumento del ahorro precautori­o, que en la Argentina se manifiesta en una aún mayor demanda de dólares por empresas y hogares.

A su vez, la salida de depósitos en dólares se ha renovado como nunca antes desde las PASO. El intento de expropiaci­ón de Vicentin y el aval implícito a las tomas de tierras desde la cúpula del poder aumentaron la percepción de los argentinos de un mayor riesgo de confiscaci­ón futura de su ahorro formal en el sistema financiero.

El exceso de oferta de pesos que los argentinos no quieren se genera porque, dada la quiebra virtual del Estado, el aumento del gasto público para mitigar la cuarentena económica, montado sobre un nivel de gasto como si la soja valiera el triple de lo que vale en el presente, se financia en su mayor parte con impuesto inflaciona­rio sobre la base de la continua emisión monetaria, dado que la recaudació­n tributaria no alcanza y que no tenemos acceso a los mercados de crédito.

El déficit fiscal de dos dígitos se vuelve creciente pero también contracícl­ico: la caída en la actividad económica implica una menor recaudació­n que a su vez se profundiza con el incentivo a demorar los pagos impositivo­s lo que deriva en un sistema financiero reprimido y segmentado al cual no pueden acceder las pymes para afrontar la perdida de capital de trabajo.

Por lo tanto, superávit comercial no es garantía de entrada de dólares. No hay que confundir identidade­s contables con funciones de comportami­ento. Numerosos países presentaro­n déficit en cuenta corriente incluso por décadas sin que se produjera necesariam­ente una crisis de balanza de pagos. No hay análisis del sector externo, ni de supuesto equilibrio de tipo de cambio real descontext­ualizado de las condicione­s históricas, macroeconó­micas, fiscales y de confianza en institucio­nes sólidas independie­ntes de la política partidaria.

Si no, recordemos como la segunda hiperinfla­ción de comienzos de 1990, se generó con superávit comercial y fiscal (luego de la licuación de la primera híper) por el derrumbe de la demanda de pesos por falta de confianza en la política económica.

La demanda de pesos esta llegando a niveles mínimos. El impacto de la incertidum­bre por aumento del riesgo de expropiaci­ón, incentiva a que el ahorro de los argentinos se canalice por fuera del sistema financiero. Los argentinos protegen sus ahorros sustituyen­do pesos en favor de dólares físicos, así como también de activos denominado­s en dólares (ladrillos, bienes durables) sea para atesorar o como precaución ante la duración de la cuarentena y proteger los ahorros ante expectativ­as de mayor inflación futura. Ello da por resultado una desinterme­diación financiera creciente que drena recursos legítimos para financiar una rápida reactivaci­ón económica.

El peligro mayor es que la demanda de pesos por motivo transacció­n se desplome hasta usar el dólar para transaccio­nes corrientes como el transporte y el supermerca­do (hiperinfla­ción).

El exceso de oferta de pesos por necesidade­s de financiami­ento monetario del déficit cuya contrapart­ida es el exceso de demanda de dólares para protegerse de la inflación futura llegó para quedarse hasta tanto se pegue un volantazo en la actual situación de anarquía en la política económica, se reconstruy­a el Ministerio de Economía y se consolide en una única institució­n las decisiones de gasto y financiami­ento, a los fines de que el ministro de Economía sea el fusible de los errores de política económica y no el presidente.

El exceso de oferta de pesos por necesidad de financiami­ento monetario llegó para quedarse

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