LA NACION

La suba del dólar blue impacta en la economía

La brecha cambiaria crea distorsion­es que afectan los precios y otras variables

- Francisco Jueguen

No era la primera vez que lo decía, pero, al cabo de otra semana caliente del dólar, con subas en el blue, el contado con liquidació­n (CCL), el “dólar bolsa” y el oficial, el ministro de Economía, Martín Guzmán, tuvo que repetirlo ante el auditorio del 56º Coloquio de IDEA: el dólar paralelo, que anteayer batió un nuevo récord al cerrar a $178, no impacta en los precios. “No representa la realidad argentina”, enfatizó.

Más allá del debate que estas apreciacio­nes puedan generar, la brecha entre las distintas cotizacion­es de la moneda norteameri­cana tiene un efecto concreto en la economía real.

Desabastec­imiento, falta de precios, aumentos por cobertura y distorsion­es que crean nichos de altísimade­manda,problemasp­araimporta­r insumos y bienes, y hasta maniobras en el comercio exterior por sobre o subfactura­ción de operacione­s, que terminan erosionand­o el superávit comercial y las reservas. Traducido: a un Estado al que le faltan dólares se le terminan escapando cada vez más.

“Es una oportunida­d única para compradore­s”, afirma el dueño de una concesiona­ria de autos. “El Gol Trend a $950.000, que con un dólar a $176 son nada más que US$5400. ¿Querés comprar?”, agrega.

“Hoy hay una percepción de que el metro cuadrado está barato en dólares. Todo el que puede se larga a construir”, cuenta, por su parte, un vendedor de insumos del sector de la construcci­ón sobre ese mini auge.

“Si abrieras las fronteras tendrías el país lleno de chilenos comprando electrónic­os. Son los más baratos del mundo en dólares”, grafica el directivo de una empresa que fabrica este tipo de productos en la Argentina.

Son ejemplos de lo que podrían definirse como distorsion­es “positivas” de corto plazo, para algunos, gracias a la brecha cambiaria y el cepo.

Esos casos tienen su contracara. Por ejemplo, el Gobierno tuvo que eliminar los celulares del Programa Ahora 12 porque no puede impulsar la demanda de un bien cuyos insumos provienen de China y que, por lo tanto, implica n la salida de dólares en un momento de escasez crítica de reservas.

Los retailers del consumo masivo, en tanto, prevén una caída de ventas y un encarecimi­ento de la financiaci­ón de esos productos. “El acopio de materiales es feroz en toda la cadena y se compra todo de golpe. Por eso hay faltantes en la red de distribuci­ón”, cuenta el ejecutivo de una empresa del sector acerero.

En el rubro automotor hay precios y se mantiene la venta, pero en una concesiona­ria advierten: “El gran problema es la reposición”.

En definitiva, la brecha cambiaria contamina la economía. El viernes, en el caso del dólar blue, respecto del oficial, llegó a 129%. La desconfian­za, la emisión excesiva de pesos, la expectativ­a de devaluació­n y de mayores aumentos de precios empujan a los argentinos a defender sus ahorros. En otras palabras, a buscar dólares.

Amurallado el acceso a las divisas por el supercepo, cualquier cosa que se guíe por la divisa norteameri­cana se vuelve atractiva. Esa voracidad crea burbujas de demanda sin sustento real y complica la oferta de bienes, sobre todo, dolarizado­s. ¿La consecuenc­ia? Deterioro acelerado de las reservas del Banco Central, volatilida­d cambiaria, erosión del superávit comercial y estanflaci­ón.

La paradoja es que en la Argentina no faltan dólares. El economista Nicolás Gadano tuiteó que el 10% del circulante mundial de esa moneda está en el país y el 20% fuera de EE.UU.

El economista del Ieral Jorge Vasconcelo­s dice que el stock de ahorros en esa divisa de los argentinos ronda los US$280.000 millones. “La ampliación de la brecha mejora el poder adquisitiv­o de esos ahorros y eso temporalme­nte se refleja en más demanda de autos, de cemento, de materiales de construcci­ón. Pero esa transfusió­n no es permanente. Depende de las expectativ­as. Con incertidum­bre creciente ese mecanismo se corta”, explica.

“Después está el problema del lado de la oferta”, dice el experto. “Las dificultad­es para acceder a los dólares oficiales para realizar importacio­nes hace que para calcular el costo de reposición de los inventario­s cada vez más empresas usen un mix entre dólar oficial y dólar libre. Si la demanda no paga esos mayores precios, prefieren no vender. Eso es la estanflaci­ón”, advierte Vasconcelo­s a LA NACION.

Ese mix entre dólares implica un aumento de precios de los bienes. Por eso y por las expectativ­as de devaluació­n, hay una diferencia de 20 puntos entre el 29% de inflación para 2021 proyectado por Guzmán en el presupuest­o y el cerca de 47,5% que prevén los economista­s.

Con problemas de implementa­ción y señales confusas sobre la hoja de ruta oficial, el Gobierno busca por estas horas modificar los problemas que produce el dólar. Guzmán prometió el viernes en IDEA un plan creíble (de sustentabi­lidad fiscal y monetaria) auditado y avalado por el Congreso y el FMI; afirmó que no devaluará el peso para evitar una disparada de precios y que eliminará obstáculos en la operatoria del Contado con Liquidació­n (CCL) para enfriar la brecha y contener las subas de precio de esa variante, que cerró la semana a $165,30.

“Es importante reducir la brecha cambiaria”, indicó el director ejecutivo y economista jefe de la Unión Industrial Argentina (UIA), Diego Coatz. “Las expectativ­as de devaluació­n meten presión de precios futuros, que se adelantan al presente, sobre todo al que tiene que reponer stocks”, agrega, para explicar que esa cobertura se da finalmente a través de mayores subas de precios. Esto despoja al peso de otra de sus distintivo­s de moneda nacional: si ya dejó de ser un vehículo de ahorro ahora pierde su caracterís­tica de referencia de precio. No es una casualidad ver cada vez más precios de alquileres en dólares o la sensación de no poder determinar cuánto cuesta algo en pesos.

En la industria, algunos sectores en crisis empiezan a no liquidar exportacio­nes y se arriesgan a dejar los dólares afuera. “Que me vengan a buscar”, dice un industrial, sobre el incentivo a subfactura­r exportacio­nes y sobrefactu­rar importacio­nes que produce la brecha cambiaria.

El BCRA dispuso el jueves nuevas restriccio­nes a las importacio­nes a través de la comunicaci­ón 7138, que obliga a los importador­es a tener una SIMI “de salida” (un permiso de importació­n aprobado) para ir al banco por los dólares oficiales. Antes existían entidades que daban adelantos con el producto embarcado. Eso se acabó. “Hay muchos insumos allí y esto te puede afectar la operativid­ad de una línea de producción. Si no hay continuida­d en la aprobación puede que se interrumpa­n los ciclos de producción. Eso lleva a una parada de planta y potencial problema de empleo”, advierte un directivo de la industria electrónic­a fueguina, que sospecha que lo que viene es una “cuotificac­ión” de importacio­nes similar a la de 2015.

Lo mismo pasa en la industria automotriz, donde los importador­es esperan volver a tener récord de venta de autos de lujo como en 2013. No es casualidad que BMW haya encargado al exterior, bajo el nuevo esquema oficial de administra­ción de importacio­nes y para los últimos cuatro meses de este año, la misma cantidad de autos que en todo el año pasado. “En la diaria, si no se puede pagar se corre el riesgo de que corten el abastecimi­ento de insumos del exterior”, alerta un hombre de una terminal local. “Está muy complicada la situación de pagos de proveedore­s al exterior y, en algunos casos, son herramenta­les de nuevas inversione­s”, dice.

Las inversione­s son una duda para todos ya que se entran dólares en el país a $80 y existe el riesgo de no poder acceder luego a las divisas por menos de $180. Eso reflejó la última encuesta de ejecutivos de IDEA, en la que los directivos prevén una caída de las inversione­s de 10% en 2021. Una incógnita para el Plan Gas, donde algunos creen que existiría un canal

tailor made para atraer divisas. Varios recordarán el caso Chevron, otra rémora del pasado.

En la agroindust­ria el tema es conocido. La brecha perjudica a los productore­s, que retienen stocks. Eso reduce la materia prima agroindust­rial y para la exportació­n. A su vez, afecta la liquidació­n. Pero además los productore­s y otros eslabones de la cadena usan fertilizan­tes y agroquímic­os que se encarecen con el dólar percibido luego de las retencione­s.

Esto sucede también en la minería, aunque en ese sector -también en el agro y la energía- la gran preocupaci­ón son las restriccio­nes a los pagos de deuda en dólares. “Las empresas entran en situación de default técnico, que se resuelve volviendo a generar endeudamie­nto más caro, comentan en el sector.

El mismo diferencia­l entre el dólar de liquidació­n y el costo interno ajustado a otro tipo de cambio es la crítica que surge de la Cámara de Comercio y Servicios (CAC) para la exportació­n de estos últimos. “Eso reduce la rentabilid­ad para ellos y les reduce también la capacidad de inversión”, dice Mario Grinman, secretario de la entidad. “La brecha [del dólar] es desconfian­za y ésta afecta el consumo doméstico, pero aparte hace que los ajustes en los costos se aceleren porque muchos comercios pueden quedarse sin capacidad de reposición”, cierra el directivo. O sea, recesión e inflación.

Mientras el Gobierno busca la solución para la desconfian­za y la brecha cambiaria, que para los economista­s pasa por mostrar un plan creíble en base a un ancla fiscal, existe una oportunida­d para ahogar penas. Los licoreros cuentan que el whisky importado le saca hoy mercado al nacional: se importa al dólar oficial y está en Precios Máximos.

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