LA NACION

“No compartas”. Los desafíos de criar en la nueva normalidad

Saludar desde lejos, no dar besos ni abrazar son las reglas a inculcar

- Evangelina Himitian

La primera vez que fueron a la plaza, hace dos semanas, después de meses de encierro, Natalia Méndez quiso instruir a Sofía, de siete años, sobre las reglas de la nueva normalidad. Mientras se escuchaba a sí misma enumerar todos los “no” (“las galletitas no se comparten” y “no nos tocamos ni nos abrazamos”), solo podía pensar en lo contradict­orio de su mensaje. Entonces, decidió pasar en limpio el discurso: “Olvidate de compartir, eso no va más. No se puede”. Su frase resulta una buena síntesis de cómo será la nueva etapa que a partir de ahora van a transitar madres y padres al acompañar a sus hijos en la lenta salida del confinamie­nto social.

La nueva normalidad traerá desafíos que llevarán a los que crían a contradeci­rse una y cien veces. A abandonar antiguos mandatos, a readaptar sus saberes y a volver a aprender junto a los hijos otras formas de relacionam­iento social. Ya no es de mala educación saludar de lejos, ni desamor no dar besos. La tecnología dejó de ser vista como el enemigo de la comunicaci­ón familiar. En cambio, las mochilas de los que vuelvan a las actividade­s escolares se llenarán de útiles repetidos, para servir de repuesto en caso de necesidad. El “le pido uno al compañero” no se usará más en mucho tiempo. Estos son solo algunos de los cambios.

“El mayor desafío será alentarlos a salir, a ser autónomos sin sentirse solos, a no tener miedo, a pisar seguro en un mundo en permanente cambio, en el que lo que sabemos hoy deberemos volver a aprenderlo mañana”, apunta Mónica cruppi, psicoanali­sta especialis­ta en familia y miembro de la Asociación Psicoanalí­tica Argentina.

Esta semana, a medida que los colegios comenzaron a notificar cuándo y cómo será el regreso a clases, para miles de familias quedó en claro que empieza una nueva etapa dentro de la pandemia de covid-19. Si la primera fase de la epidemia se caracteriz­ó por el aislamient­o y por la necesidad de enseñarle a los hijos a seguir sus vidas sin salir de casa, esta etapa, la nueva normalidad, llevará a reaprender cómo volver a vincularse con otros. Y aunque esta es una tarea que les toca tanto a los padres como a las madres, las estadístic­as indican que son ellas las que en mayor medida y con mayor carga horaria se responsabi­lizan del cuidado y acompañami­ento de los hijos. no será sencillo.la cuarentena ya agrandó la brecha de desigualda­d en la distribuci­ón de carga de trabajo no remunerado dentro del hogar.

Reaprender

“Yo soy la loca del alcohol. cuando salimos a la calle o a la plaza, todo el tiempo estoy diciendo. no toqués. Tené cuidado. Ponete alcohol. no quiero que tengan miedo, pero no es sencillo. A medida que pasan los días, te vas haciendo a la idea de que hay que vivir con esto un tiempo largo”, cuenta Paula raimondo, de 40 años, madre de ciro, de ocho años y de carola, de tres. La primera vez que salieron a la calle, raimondo tenía la sensación de que el suelo se iba a desintegra­r apenas pusieran un pie en el exterior. El efecto de haber pasado 45 días sin asomarse ni a la puerta, le pasaba factura. Varios meses después, cuando los chicos pudieron salir, hicieron un paseo en bicicleta y se sorprendie­ron de no encontrars­e con el mundo exterior en ruinas, al estilo apocalipsi­s zombie. Pero, de a poco, fueron haciéndose más frecuentes los paseos por Villa del Parque. Y la plaza, con todos sus cuidados, se convirtió en el momento más esperado del día. Después, volvieron los domingos dedicados a comer al aire libre, si hay sol.

“cuando empezó la pandemia, las familias sentían claustrofo­bia por la pérdida de contacto. Ahora, hay muchos que están padeciendo la agorafobia, el miedo a volver a salir. A encontrars­e con otros. Y esto afecta a los chicos, que dicen, en muchos casos: “pero ¿cómo? Si el virus sigue vigente”. Que se tome una medida política de apertura no significa que el virus haya desapareci­do. Estamos viviendo un tiempo en el que permanente­mente hay que aprender todo de nuevo. Hay que deconstrui­r las pautas de crianza y sociales y vencer los miedos, aunque no son infundados”, explica Eva rotenberg, directora de Escuela para Padres.

“Pero no todos los chicos pueden manifestar los miedos que sienten. Hay algunos que empezaron con terror nocturno por la vuelta al colegio. Sienten que los padres les dan mensajes contradict­orios. Hasta hace poco no podían ver a sus amigos y primos y ahora sí. El peligro no desapareci­ó, pero tenemos nuevas consignas”, señala rotenberg.

Hace cuatro días, Karina Ezcurra recibió el correo del colegio de Vanina, su hija mayor que este año termina la primaria en una escuela pública en Flores. Le contaban cómo iba a ser la vuelta a clases. Sintió un latigazo de adrenalina. Si bien lo que más quería la adolescent­e era volver a encontrars­e con sus amigas, y cerrar juntas esta etapa, después de compartir desde jardín de infantes, el miedo se instaló en su cuerpo y esa noche le costó dormir. Al día siguiente hablaron de todo lo que se venía. “charlamos sobre los cambios. Le pedí que no se saque el tapabocas para hablar con sus amigas y que el alcohol sea constante, por las dudas, si toca sillas, picaportes. Después le dije que no podía prestar ni pedir prestado. Entonces nos dimos cuenta que teníamos que rearmar la mochila. Además de los útiles, tenemos que tener reservas de cosas. Varias lapiceras, gomas, el repuesto de hojas. La mochila va a ser más pesada”, dice Ezcurra.

“Algo que me preocupa un poco es si van a estar limpiando como se debe los baños. Pero creo que ella necesita volver a clases, les va ayudar a cerrar esa etapa y esa despedida de la escuela, de sus amigos antes de separarse para ir al secundario”, agrega.

El aislamient­o implicó para alen gunas familias la posibilida­d de un reencuentr­o. “Ahora redescubri­mos los juegos de mesa, y las muñecas. Volvimos a almorzar juntos y a pasar muchas horas como familia. Eso es algo que nos gusta mucho y que nos queremos llevar a la siguiente etapa. También hay costumbres que incorporam­os. nos sacamos los zapatos, el lavado de manos frecuente, el alcohol en gel. Son cambios positivos”, cuenta carolina Maida, madre de nicolás, de 13 años y de chiara, de ocho. La plaza como espacio para disfrutar y encontrars­e con otros se incorporó como nunca antes. Además, sumaron la bicicleta como paseo en sí mismo y la tecnología como punto de encuentro.

Algo parecido ocurrió en la casa de Mariana Territo, de 53 años, madre de Francesca, de 15 años, de Tiziano, de 12, y de novak, de ocho. “Si tenía alguna deuda de tiempo con mis hijos, hoy la tengo saldada. Estoy al día. Tuve que aprender a relacionar­me con cada uno desde sus intereses”, dice. Encontró en la cuarentena todo aquello para lo que no había tenido tiempo: mirar Tiktok, jugar a la Play, las cartas, leer cuentos, e ir a la plaza. “A la vez, mis hijos tuvieron que involucrar­se en las cosas de la casa y nos volvimos un equipo”, indica.

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Mauro alfieri
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Alejandro guyot

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