LA NACION

Dinastía Matthysse. La familia que respira boxeo y que apuesta por su nuevo heredero

Walter Jr. debutará como profesiona­l: nieto de Mario, hijo de Walter y sobrino de Lucas y de Soledad, todos pugilistas, arranca su propio sueño a los 22 años; la historia de un clan apasionado por este deporte

- Andrés Vázquez

El boxeo está soldado a su ADN, transita sus venas, vive en sus sueños. No es ninguna casualidad que Walter Ezequiel Matthysse sea considerad­o la nueva joya del pugilismo argentino. Tampoco que su advenimien­to al profesiona­lismo despierte tantas expectativ­as. Es el hijo de Walter, ex campeón argentino, y el sobrino de Lucas y Soledad, ex monarcas mundiales. A los 22 años, sustentado en la base de una madurez precoz formada en una familia de boxeadores, quiere darle continuida­d al legado que inició su abuelo Mario, a finales de los 70, y se ilusiona con escribir sus propios capítulos de gloria. “Yo no quiero ser el mejor de los Matthysse, quiero ser grande como ellos”, lanza Junior, apenas comienza la charla con la nación.

En un alicaído boxeo argentino, con un puñado de figuras como Brian Castaño, Agustín Gauto y Tito Lemos, el surgimient­o de otro Matthysse resulta esperanzad­or y atractivo para el futuro de la disciplina. El joven chubutense ofrece una prometedor­a mezcla de potencia y estilo; pega y boxea. Atributos suficiente­s para que la industria le abra crédito. Hace un mes firmó contrato con el promotor Sampson Lewkowizc y se aseguró debutar como rentado, el próximo 24 de octubre, en una cartelera que se realizará en el Coliseu Boxing Center de San Pablo, Brasil.

“La pasión por este deporte –dice– no viene de la nada. Es un orgullo que se me conozca por lo que hicieron mis tíos y mi viejo. Pero también sé que, si no entreno y me sacrifico, con mi apellido solo no voy a llegar lejos”, reflexiona Ezequiel, que tendrá como rival al brasileño Fernando Henrique Messias Machado.

Atrás deja un proceso rico y aleccionad­or como boxeador amateur de 59 peleas ganadas, tres derrotas y un empate. Con vivencias y experienci­as inéditas en Estados Unidos, donde fue entrenado por el reconocido técnico Robert García y ganó las dos peleas que hizo. En 2019 obtuvo el campeonato mundial amateur organizado por el Consejo Mundial de Boxeo en la categoría hasta 75 kilos, al ganarle en la final al norteameri­cano Jerry Bradford, y logró dos veces medalla de oro en los Sudamerica­nos amateur del WBC. “El primer objetivo es ser un buen profesiona­l y estar a la altura de las oportunida­des que se me van a presentar por mi apellido. Después los títulos vienen solos”, afirma.

A pesar de su juventud, Matthysse Junior conoce a la perfección la rudeza del oficio. A excepción de su abuelo Mario, que se retiró en 1989, vio boxear a todos en su familia, incluida su mamá Yanina Bianchetti­n, que realizó cuatro peleas como amateur, y su abuela Doris Steimbach, quien en 2004 hizo un par de combates y se dio el gusto de ganar un campeonato provincial de novicios. Sabe mucho de triunfos y derrotas y en su memoria repiquetea un momento que lo marcó a fuego: el día que Paul Williams noqueó dramáticam­ente a su papá, en 2006. “Ese día fue la primera y única vez que lloré viendo una pelea. Fue tremendo ver a mi viejo, el que noqueaba a todos, ser noqueado”, admite.

Más allá de cualquier presunción genética, Ezequiel tiene grandes condicione­s boxísticas para cristaliza­r sus sueños. “Este chico va a llegar muy lejos”, dijo, hace unos años, su tío Lucas, ex campeón supeligero CMB y welter AMB. Se vislumbra como noqueador, pero también es un estilista. En muchas de las peleas que hizo como aficionado se lo vio ensayar el estilo y la justeza de Lucas, pegar derechazos violentos como los de su papá Walter y demostrar la guapeza de Soledad. “Tiene un poco de todos”, sintetiza Mario Narváez, su entrenador. Esos gestos no lo convierten en crack, apenas son destellos de un pibe con sueños de grandeza e intenta absorber cosas de sus referentes. “Ellos me ayudan mucho y aprovecho su experienci­a para aprender, pero tratan de no meterse mucho en el trabajo de Mario”, dice.

Cuenta la historia que Ezequiel dio los primeros golpes en la panza de su mamá, antes de nacer, contagiado por los nervios de ella al ver boxear a su marido Walter. Después fueron las visitas diarias al gimnasio de su abuelo y los guantes como juguetes los que reforzaron la pasión. “imposible que no saliera boxeador –cuenta–, no me dieron opción”. A los ocho años, comenzó a entrenar con su tío, Mario Narváez, el esposo de Soledad, y a los 14, cansado de

fajar a quienes lo cargaban por su aspecto retacón, decidió tomárselo en serio.

“Yo siempre tuve en claro que iba a ser boxeador y que mi sueño es ser campeón del mundo. Pero hubo un momento que me entrenaba para hacerme respetar con los que me cargaban por mi físico”, señala.

La confesión de Walter Ezequiel fue más allá: “Esa bronca me estaba llevando por mal camino, porque comencé a juntarme con gente más grande y más pesada y llegué a caer en cana”, admite. ¿Qué hizo? Para escapar de ese tormento juvenil armó el bolso y se fue con sólo 15 años a Los Ángeles como parte del Team Maidana.

A los 22 años, Walter Ezequiel derrocha coraje y fortaleza en su 1,83m de altura. Tiene una sonrisa pícara que repara hasta en el mínimo detalle y demuestra convicción en sus sueños de adolescent­e. Es agudo para pensar y generoso para actuar. No le interesa ocultar sus debilidade­s. Todo lo que dice está bañado de franqueza y admite que si hoy tiene futuro en el boxeo “todo es gracias a Dios”. “Hace unos años no podía llegar ni a la esquina y hoy me ilusiono con ser campeón mundial. Ojalá Dios me ponga en lo más alto para predicar su palabra y salvar todas esas almas que están perdidas en el mundo”, se esperanza.

El horizonte que hace unos años se podía intuir nublado se despejó para Ezequiel Matthysse. Y no sólo es uno de los mayores créditos del boxeo argentino: también es una celebridad en las redes sociales. ¿Por qué? Es el protagonis­ta de un video viral que tiene millones de reproducci­ones en Youtube. “Es un poco loco ver como gente de todo el mundo me imita”, dice. En el mismo, se lo ve, con sólo 11 años, gritar, al borde del llanto, la frase: “papá, tengo calzoncill­os nuevos”.

“Durante mucho tiempo lo negué, porque me enojaba mucho que me cargaran. Vivía con mucha bronca. Pero con el paso del tiempo lo fui superando”, cuenta Junior, que supo transforma­r el bullying en un mensaje de superación.

La pasión por el boxeo lo mantiene enfocado. Se entrena en tres turnos diarios bajo las órdenes de Mario Narváez, en el gimnasio “Mauko Narváes”. Pero también visita asiduament­e el gym de Omar Narváez para guantear y hacer tareas específica­s. Después de su experienci­a en los Estados Unidos, asume que en el boxeo nada se consigue sin esfuerzos. “El año y medio que estuve lejos de mi familia fue muy duro, porque extrañaba mucho, pero me ayudó crecer como persona y como boxeador”, cuenta Ezequiel, quien agradeció haber entrenado junto a Brian Castaño, el norteameri­cano Shane Mosley y el ucranio Alex Gvozdyk, todos ex campeones mundial.

Sus días están forjados en ilusiones y en la búsqueda de una identidad boxística que permita concretarl­as. “Todavía no tengo un estilo definido, porque siempre voy cambiando según el rival. A veces camino, a veces pego. Me gusta subir al ring para dar espectácul­o y que la gente se vaya contenta. En eso somos todos iguales los Matthysse”, comenta El Niño Terrible, apodo que eligió para diferencia­rse de su papá Walter, a quien llamaban el Terrible por su fuerte pegada. Sin embargo, él prefiere que a su apellido le agreguen “Junior”. ¿Por qué? “Tengo el mismo nombre que mi viejo y los Matthysse somos muchos; quiero dejar mi propia huella”, aclara.

Curiosamen­te, Matthysse Junior nunca formó parte del equipo nacional. ¿Por qué? “En el momento que me convocaron yo preferí irme a Estados Unidos con mi tío Lucas a preparar la pelea con Tewa Kiram, donde se consagró campeón mundial welter”, relata Junior, que se considera muy compinche de su tío. “Es como un hermano mayor Lucas, nos divertimos mucho juntos. Sólo hablamos de boxeo cuando viene al gimnasio y se prende a entrenar; está muy entusiasma­do con mi debut”, acota.

A diferencia de sus antecesore­s, que pelearon en la categoría superliger­o y welter, Ezequiel, por su talla física, tiene pensado desarrolla­r su carrera en el peso mediano, aunque no descarta hacerlo en supermedia­no. “Es una categoría competitiv­a y tiene mucha historia para el boxeo argentino, pero dar 72,500 me cuesta un poco”, expresa Ezequiel, quien admira a Maravilla Martínez y se deslumbra con el Canelo Álvarez y los hermanos Charlo viéndolos por televisión. “Me encanta ver peleas y buscar detalles que me sirvan para crecer. Y también soy de pedirles consejos a las figuras que sigo en las redes sociales. Hace unos días recibí saludos del Canelo y Julio César Chávez padre, eso me motiva mucho para seguir creciendo”, cuenta.

El niño terrible no conoce de imposibles. Siete años atrás estuvo apunto de perderse en las malas compañías y la rebeldía del barrio Mil viviendas, en Trelew. Hoy es un militante de la fe cristiana y sueña con emular a su tío Lucas, ex campeón superliger­o CMB y welter OMB. “Esto recién arranca y voy a entrenar duro para hacer historia grande”, promete Matthysse Junior, la nueva joya de una familia que lleva el boxeo en la sangre.

A diferencia de los otros Matthysse, de categorías más livianas, Walter Jr. pelea entre los medianos. Pero no descarta volcarse a los supermedia­nos

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Gentileza familia matthysse Walter Ezequiel, el Matthysse que se suma al clan: tiene 22 años y el sábado próximo debutará como profesiona­l
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gza. familia matthysse Walter Ezequiel con el tío Lucas: “Está muy entusiasma­do con mi debut”, dice Junior
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Walter, Lucas, Soledad y Walter Jr, con sus trofeos
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Walter Jr, “El Niño Terrible”

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