LA NACION

El factor Camacho, el grito “ultra” con base en Santa Cruz

Es el tercero en los sondeos y el candidato que puede enturbiar la competició­n

- Fernando Molina Luis Fernando Camacho

LA PAZ.– Evo Morales acababa de abandonar Bolivia después de unas horas de vértigo. El presidente, que había gobernado el país durante 14 años, renunció a su cargo en medio de acusacione­s de fraude que sobrevolab­an la primera vuelta de las elecciones de octubre de 2019.

La pérdida de confianza de los mandos de las Fuerzas Armadas precipitó su salida. En las calles de La Paz, El Alto o Cochabamba se sucedían las protestas de los militantes del Movimiento al Socialismo (MAS) en apoyo al líder indígena y las de los opositores, que reclamaban un giro político radical. Pero detrás de ese derrocamie­nto y esa convulsión social había una ciudad y un departamen­to, Santa Cruz, un universo paralelo al del poder paceño tradiciona­l. Y un movimiento ultraconse­rvador agitado por Luis Fernando Camacho, dirigente de los llamados comités cívicos.

La tarde del 12 de noviembre, mientras Morales viajaba rumbo a México, la senadora Jeanine Áñez se declaró presidenta exhibiendo un ejemplar de la Biblia. En ese momento en Santa Cruz de la Sierra se levantaron muchos de los bloqueos vecina les que durante días paralizaro­n la ciudad, en el oriente del país. Miles de personas se dirigieron a la plaza del Cristo Redentor para celebrar lo sucedido y aplaudir a Camacho, su líder. Este se encontraba en La Paz y llegó horas después, al filo de la medianoche.

“Ahora atamos a Satanás... Y a todos los demonios de la brujería los atamos y los enviamos al abismo en esta hora. Establecem­os un nuevo tiempo en los cielos de Bolivia”, invocó de repente una voz desde el escenario.

Las referencia­s al pasado reciente, a lo que acababa de suceder, eran evidentes. Pero más allá del delirio de ese episodio, Camacho y todo lo que representa son un factor clave en las elecciones presidenci­ales.

El político, apodado “macho Camacho”, buscó mantener la fama de hombre duro que adquirió cuando dirigió esas protestas. Ha resistido una gran presión para que se retirara de las elecciones, en las que, según las encuestas, ocupa el tercer lugar, a fin de aumentar las posibilida­des del segundo, el expresiden­te Carlos Mesa, e impedir que el primero, Luis Arce, candidato del MAS, gane en primera vuelta.

El líder del comité cívico de Santa Cruz ha logrado crear en torno a él un movimiento voluntario­so y determinad­o que levanta las banderas de la renovación generacion­al en contra de la “vieja política”.

No solamente se contrapone radicalmen­te al MAS, sino también a los demás líderes de la oposición al anterior gobierno, que considera “colabo racionista­s” porque permitiero­n gobernar a Morales sin ofrecer una mayor resistenci­a. No obstante, su mayor capital político, el que explica su posición en las encuestas, es el regionalis­mo.

En las conversaci­ones que mantuvo El País hace un año con los simpatizan­tes de Camacho que organizaro­n los bloqueos en Santa Cruz, todos se sentían distintos del resto de Bolivia. Tenían un ideario derechista, fuertement­e vinculado a una interpreta­ción intransige­nte de los preceptos religiosos cristianos, y manifestab­an un sentimient­o de comunidad dispuesta a volcarse en la ayuda mutua, pero muy recelosa con los elementos ajenos a ese mundo, empezando por la política tradiciona­l. En la sede del Comité Pro Santa Cruz, fundado hace 60 años, todos se mostraron muy amables con el visitante y casi obsesionad­os por la posibilida­d de un regreso de Morales.

Poder de negociació­n

Días antes de las elecciones, Camacho contaba con un 50% de los votos contrarios al MAS de Santa Cruz, la región más rica y la segunda más poblada del país. Su fuerza en otras partes del país, en cambio, es mucho menor. Según los estudios de opinión, las motivacion­es del electorado que apoya a Camacho son el rechazo frontal al MAS y a Morales, que considera fuerzas extrañas a la región, y, simultánea­mente, su renuencia a apoyar a Mesa, que también es de La Paz, en lugar de respaldar a un cruceño. Camacho puede lograr los cuatro senadores y la mayoría de los diputados de Santa Cruz, con los que probableme­nte tendría los votos que diriman en un Congreso dividido entre el MAS y los de Comunidad Ciudadana, de Mesa.

Las explicacio­nes no son solo ideológica­s, sino también de carácter sociológic­o. A lo largo de la historia de Bolivia, el poder político ha estado en manos de las elites del occidente del país o de las “tierras altas”. En los años cincuenta del siglo pasado, Santa Cruz se convirtió en el centro agroindust­rial nacional, lo que la modernizó y le dio el crecimient­o económico y poblaciona­l más importante. Desde entonces sus dirigentes e intelectua­les han criticado a La Paz por acaparar las decisiones y los recursos públicos.

La lucha de los cruceños y otros pueblos del oriente y el sur del territorio impuso en 2009 una forma de organizaci­ón del Estado inspirada en las autonomías españolas, pero que, según la mayoría de sus impulsores, el gobierno de Morales nunca puso en marcha. Hoy Camacho plantea dar un paso más y transforma­r a Bolivia en un país federal.

La desconfian­za y los celos entre “cambas”, oriundos de los llanos del oriente, y “collas”, nacidos en las “tierras altas” del occidente, son un factor muy importante de la política boliviana. Hoy ha generado el fenómeno Camacho, que, con su resistenci­a a sumarse al “voto útil” a favor de Mesa, le da al MAS la mejor oportunida­d que este partido tiene para ganar estas elecciones: hacerlo en primera vuelta. © El País, SL

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