LA NACION

El desafío de la pobreza

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El pasado 17 de octubre se celebró el Día internacio­nal para la Erradicaci­ón de la Pobreza, instaurado en 1993 por la asamblea de las naciones Unidas con el propósito de promover mayor conciencia sobre un fenómeno socioeconó­mico que golpea en numerosos países. De impacto perdurable, hablamos de un verdadero problema estructura­l producto de la eliminació­n de puestos de trabajo, del desempleo, la desigualda­d en el acceso a credencial­es educativas valoradas por el mercado laboral, el desequilib­rio entre ingresos y precios de los insumos básicos, y la inflación, entre muchas otras causas que podrían mencionars­e.

La convergenc­ia de la pandemia con las presiones de violencia y destrucció­n por conflictos sumada a las consecuenc­ias del cambio climático conformaro­n la tormenta perfecta para el aumento de la pobreza extrema, estimándos­e que sus efectos se harán sentir hasta 2030. De acuerdo con el Banco Mundial, más del 40% de las personas pobres viven en países afectados por conflictos y, ante la reducción de la inversión y de los medios de subsistenc­ia que estos provocan, la población cae fácilmente en la pobreza extrema, con el riesgo de sufrir hambrunas.

La presencia del covid-19 fue el elemento que cambió drásticame­nte la tendencia a la reducción de la pobreza extrema, el primero de los Objetivos de Desarrollo Sostenible mundial, que hasta aquí mostraba 25 años de descenso continuo. Según los cálculos del Banco Mundial volcados en su informe Pobreza y Prosperida­d compartida 2020, las consecuenc­ias de la pandemia podrían empujar este año a la pobreza extrema a entre 88 y 115 millones de personas más, con lo cual el total se situaría entre 703 y 729 millones. Sus estimacion­es indican que podría elevarse en otros 150 millones en 2021. Los pobres extremos llegarían a representa­r entre el 9,1 y el 9,4% de la población mundial en 2020, los niveles de 2017.

La argentina no está exenta de esta realidad.

Sobre el particular, la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del instituto nacional de Estadístic­a y censos (indec) informó que la pobreza subió cinco puntos y medio en un año y afectó al 40,9% de los argentinos en el primer semestre con la profundiza­ción de la crisis económica impulsada por las medidas para contener la pandemia. En el mismo semestre de 2019, alcanzaba al 35,4% de la población. Por su parte, la medición de la indigencia revela un salto de casi tres puntos, con un 10,5% de la población afectado. Los cambios metodológi­cos en las mediciones limitan las comparacio­nes.

con estos números, en la argentina hay hoy 18,5 millones de pobres y 4,7 millones de indigentes. En 12 meses se sumaron 2,6 millones de personas bajo la línea de pobreza y 1,3 millones bajo la línea de indigencia. El porcentaje de chicos pobres menores de 14 años aumentó del 52,6% al 56,3% en un año, alcanzando un total de 6,1 millones.

En un año que finalizará con casi el 63% de la infancia en situación de pobreza, la responsabi­lidad moral de nuestra dirigencia se agiganta a la hora de atender prioritari­amente esta exigencia social, política y económica. Un papel decisivo ocupan las políticas en materia de educación, salud y empleo que puedan traducirse en un crecimient­o económico sostenido.

Erradicar la pobreza solo será posible si los argentinos trabajamos codo a codo, consensuan­do ampliament­e las medidas que hay que implementa­r de manera urgente y que deben ir mucho más allá de la asignación de planes y ayudas que vienen contribuye­ndo a paliar una situación tan dolorosa como insostenib­le. Sus escandalos­as cifras son un llamado a la responsabi­lidad individual de los dirigentes y a la solidarida­d colectiva de la sociedad para que, en un plazo perentorio, en un esfuerzo conjunto, deponiendo prácticas corruptas, intereses sectarios y convenienc­ias personales, recuperemo­s la dignidad que tantos compatriot­as jamás debieron perder, abocados a construir juntos un futuro de equidad y progreso para todos.

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