Francisco sorprendió con la elección de 13 nuevos cardenales
vaticano. Ya eligió a la mayoría de los que votarán en el próximo cónclave
ROMA.– Mientras el Vaticano sigue sacudido por un escándalo financiero y a días de haber desatado el clamor mundial por una apertura a una ley de convivencia civil que proteja a las familias homosexuales, el Papa sorprendió ayer al anunciar la designación de 13 nuevos cardenales.
Entre ellos, el arzobispo de Washington, Wilton Gregory, el primer cardenal negro de la historia de Estados Unidos, y el arzobispo de Santiago de Chile, español, pero chileno de adopción, Celestino Aós, que comenzó una nueva era luego del escándalo de abusos sexuales en el clero de ese país. En la nueva tanda no hay ningún argentino.
Al final de la tradicional oración del Angelus, asomado desde la ventana de su despacho del Palacio Apostólico, Francisco reveló ante fieles de todo el mundo –por supuesto distanciados y con barbijo– que el 28 de noviembre próximo, en vísperas del primer Domingo de Adviento, tendrá el séptimo consistorio de su pontificado. En este creará (ese es el término) nueve cardenales “electores” –es decir, menores de 80 años y, por lo tanto, con derecho a participar de un eventual cónclave– y cuatro purpurados mayores de esa edad límite, que solo podrán asistir a las reuniones que preceden la elección del Pontífice.
Esta designación de “príncipes de la Iglesia” volverá a revolucionar la geografía del próximo cónclave, donde ya desde el último consistorio, en octubre del año pasado, se había alcanzado una mayoría de purpurados elegidos por Francisco, un número que ha crecido. Ahora, de los 129 cardenales habilitados a votar, de haber mañana un cónclave, 73 fueron designados por Jorge Bergoglio.
Entre los “electores” que recibirán el birrete escarlata hay un estadounidense, el arzobispo de Washington, Wilton Gregory, que se convirtió en el primer cardenal negro de los Estados Unidos. Este prelado es conocido por sus posturas anti-trump. Además, en la lista hay un africano, Antoine Tambanda, arzobispo de Kigali, Ruanda, que se volvió el primer purpurado de la historia de este castigado y pobre país.
Se suman un filipino, José Advincvula, arzobispo de Capiz; Cornelius Sim, vicario apostólico de Brunéi –primer cardenal de esa pequeña nación, de mayoría musulmana–, y un maltés que trabaja en la curia, Mario Grech, secretario general del Sínodo de Obispos. Figura en la nueva tanda también un “latinoamericano”, Celestino Aós, arzobispo de Santiago, nacido en España, pero que vivió mucho tiempo en Chile, que sucedió el año pasado al cardenal Ricardo Ezzati, exarzobispo de la capital chilena, que, junto con su antecesor, el cardenal Francisco Errázuriz, fue símbolo no solo del mal manejo de los casos de abuso, sino también, de una Iglesia distante, elitista y alejada de la gente.
A diferencia de otros consistorios con pocos italianos, esta vez figuran entre los flamantes electores tres de la península: uno es de la curia, Marcello Semeraro, recientemente designado nuevo prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos en reemplazo del defenestrado Angelo Becciu. Además, Augusto Paolo Logiudice, arzobispo de Siena, y el franciscano conventual Mauro Gambetti, custodio de la comunidad franciscana de Asís.
Junto a ellos, el Papa quiso premiar con el birrete, por su trayectoria, a cuatro cardenales mayores de 80 años. Tres de ellos son italianos: Silvano Tomasi, que fue nuncio en diversos países; el capuchino Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia y famoso por sus sermones llenos de pasión, y Enrico Feroci, párroco de Santa María del Divino Amore. Finalmente, reconoció la labor de un mexicano, Felipe Arizmendi Esquivel, obispo emérito de San Cristóbal de las Casas.