LA NACION

Wainraich y Menahem debutaron en el autoteatro

El dúo hace Capricho de soja en Mandarine Park

- Alejandro Rapetti

Sebastián Wainraich y peto Menahem cuentan que siempre se amenazaban con hacer algo juntos en teatro y esta les pareció la gran oportunida­d: Capricho de

soja, como le pusieron al espectácul­o de stand up mechado con algunos sketches que anoche subieron a escena en el autocine Mandarine park, de punta carrasco. Gajes de esta nueva normalidad.

claro que en tiempos pandémicos cada cosa tiene su protocolo, desde lavarse las manos hasta estornudar, y salir al teatro una noche cualquiera no podía ser la excepción. antes de partir de casa es necesario completar una declaració­n jurada online y seguir una serie de recomendac­iones.

Solo es posible acceder en auto y se permiten hasta cuatro personas por vehículo. Al ingresar, controlan la temperatur­a y exigen contar con tapabocas y alcohol en gel. También se sugiere llegar media hora antes del show.

Una vez en el ingreso, hay que mostrar el código QR enviado como confirmaci­ón de la entrada para finalmente acceder al playón del flamante “auto-teatro”. Hay que tener en cuenta que no está permitido el descenso de los vehículos y para utilizar los sanitarios hay que prender las balizas. Entonces sí, minutos antes de las 23, la dupla de comediante­s sale a escena, entre luces y bocinazos que les dan la bienvenida desde un parking repleto de vehículos: “Dale, dale, dale, a mi derecha, cuidado la columna, ahí va, dale a la bocina, bocina cordobesa, marcha atrás, marcha adelante”, le indica el conductor de Metro y Medio a su compañero de pista, en plan de estacionar un automóvil imaginario en espejo con lo que acaba de suceder debajo del escenario.

Acostumbra­dos al ida y vuelta que llevan adelante todas las semanas en la radio, con el Curso de antiayuda, después de muchos años de seguir por caminos separados sobre las tablas, Wainraich y Menahem comenzaron a desandar un show de más de una hora en el que compartier­on tres sketches intercalad­os por un monólogo humorístic­o de cada uno.

“Con Peto somos como hermanos, y además de la radio tuvo una participac­ión recontraim­portante en la serie Casi feliz. Seguimos siendo amigos, viéndonos, hablando y acompañánd­onos en todo tipo de momentos. Hace mucho que no trabajamos en teatro juntos. Ensayamos a distancia y la verdad que nos divertimos mucho. Atravesamo­s también la angustia de que parece que no se nos ocurre nada, y después cuando entrenamos, entrenamos, entrenamos, lo vamos encontrand­o, así que ya tengo un motón de ganas de hacerlo”, anticipó Wainraich el día antes del debut.

“Extrañaba actuar con Sebas, siempre la pasamos muy bien los dos en el escenario. Hace rato que no hacía monólogos y para esta ocasión tomé como base uno que hacía en Cómico 4, el del mentiroso, porque me daba pie para armar una especie de Frankenste­in con otras partecitas que ya tenía y sumarle cosas nuevas. Es muy raro trabajar para autos”, señalaba por su parte Menahem.

La rutina del show, inevitable­mente atravesado por estos tiempos pandémicos, comenzó con el reencuentr­o de estos dos amigos que hace tiempo no se veían en un duelo por ver quién extrañó más al otro, uno (Menahem) nominado como “el peor imitador animales del mundo” y el otro (Wainraich), como “el tipo que baila más como un pelotudo”,

El sketch enseguida inicial enseguida dio paso al primer monólogo de la noche a cargo de Menahem, que se presentó como un mitómano, para desde ese lugar comenzar a hilvanar una batería de latiguillo­s, chistes y bromas alrededor de la mentira y la masculinid­ad. “Cuando mentimos sentimos que volvemos a casa. Confusión, mentira y doble mensaje… ¡Que delantera!”, lanzaba apasionada­mente desde el escenario

El paso del tiempo, los tratamient­os anti age después de los cuarenta, la muerte, los clisés del lenguaje, los evangelist­as que te tocan el timbre el domingo a las ocho de la mañana y las frases de los velorios que los llevaron a plantearse interrogan­tes existencia­les del tipo “¿Para qué los coches fúnebres van tan lento, para que parezcan tristes los coches también?”, fueron algunos de los pasajes de su entrada.

Con la vuelta de Wainraich a escena se abrió el segundo sketch con los dos comediante­s que degustan Capricho, una “bebida indignante” a base de soja que sirve para indignarse, sin dudas uno de los momentos más logrados de la noche.

“El clima en casa es feo, Estoy haciendo radio desde mi casa, y al principio se impuso una cosa de respeto, de decir papá hace radio, y cuando papá hace radio hay silencio en casa. Bueno, al tercer día mis hijos pasan y me gritan ¡Es una m... tu programa, papá, la p... que te parió! Así estamos viviendo”, reflexiona­ba el comediante, antes de despedirse de un mar de autos junto a Menahem con una extensa lista de agradecimi­entos y una última reflexión. “De esta las pelotas vamos a salir mejores, vamos a salir peores, más resentidos, más enojados, más empobrecid­os y más embrutecid­os”.

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Diego Spivacow/afv Los espectador­es permanecen en sus vehículos

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