LA NACION

Cuatro goles nunca vistos, cuatro historias inolvidabl­es

Con los testimonio­s de compañeros y rivales, reconstruy­ó la nacion algunas de las jugadas de las que no se conocen registros fílmicos; del primer festejo en Argentinos al único que no se vio de su título con Boca

- Máximo Randrup

¿Cómo se consume hoy el deporte más popular del mundo? Todas las imágenes están disponible­s al instante. Del fútbol argentino, del europeo, también del chino. Hasta de partidos en potreros entre amigos. No era así en los orígenes, cuando el genio empezaba a deslumbrar. Mucho de aquel virtuosism­o gambeteó incluso a cualquier registro tecnológic­o. Solo hay recuerdos. Algunos muy precisos, otros distorsion­ados, mejorados por la nostalgia y la emoción. Pero no hay olvidos: allí por donde anduvo el primer Diego Maradona, el chiquilín de Argentinos, el crack que pasó a Boca, dejó historias orales que viajaron en el tiempo. Y ahora, a modo de homenaje por su cumpleaños número 60, varios de los testigos y protagonis­tas de aquella época ayudaron a reconstrui­r cuatro de sus goles perdidos.

MAR DEL PLATA.– Todavía le retumba en los oídos el reto que su director técnico, Benicio Acosta, transmitió a los gritos en el vestuario local, donde al dolor por la goleada sufrida se sumaban los reproches por la falta de rigor ante un desfachata­do de 16 años, puro rulo en su melena, que sobre el césped del Estadio General San Martín había sembrado gambetas inolvidabl­es y cosechado sus primeros goles en el fútbol profesiona­l en apenas 45 minutos. “¡Cómo puede permitir que el borrego ese lo venga a bailar así!”, recuerda Alejandro Mascareño que le dijeron ese día. Se trata de aquel marcador de punta derecho de San Lorenzo de Mar del Plata que padeció la primera gran tarde en primera división del tal Diego Armando Maradona.

“Lucangioli y un vuelo infructuos­o”, abre en mayúsculas el epígrafe de la fotografía del diario La Capital publicada el lunes 15 de noviembre de 1976. Esa imagen que retrata a un arquero rendido, el balón a punto de tocar la red y el autor del tanto en el inicio de su festejo es único testimonio físico de aquel zurdazo bajo y cruzado con que el pibe que había debutado días antes, ante Talleres de Córdoba, empezaba a sellar esa victoria y abría su historial goleador en primera división.

Varios protagonis­tas coinciden en esa jugada como una aventura endiablada en la que dejó a dos o tres rivales en el camino (las crónicas de la época difieren en ese dato) y definir luego de un pase a su compañero Hallar, que lo asistió para quedar casi mano a mano con el arquero. “El gol fue una apilada, que ya no recuerdo bien. Solo puedo decir que definió como Maradona”, cuenta Mascareño a La Nacion, testigo cercano de ese cuarto gol y del siguiente, sobre el cierre del partido, tres minutos después y también obra de ese pie izquierdo para el 5 a 2 final a favor de Argentinos Juniors.

Ni el actual estadio Mundialist­a, con capacidad para más de 30.000 espectador­es, alcanzaría hoy para albergar a tantos que aseguran haber visto en vivo aquel segundo tiempo que le alcanzó a Maradona para confirmar todo lo bueno que de él se anticipaba. Ese domingo las plateas y populares estaban raleadas. En boleterías ingresaron 372.000 pesos, mientras en el Monumental, el clásico entre River y Boca recaudó más de cinco millones de pesos.

Las cámaras de la televisión anduvieron esa tarde por el San Martín pero se llevaron migajas. Apenas algunos minutos de la primera mitad y nada de ese final emocionant­e y cargado de goles. Vicente Luis Ciano, el periodista más reconocido de la ciudad y protagonis­ta de las pantallas marplatens­es desde hace casi seis décadas, siguió ese partido desde una de las cabinas que daban espalda a la Avenida Champagnat. Justo donde ahora está la sección Electrodom­ésticos de un hipermerca­do.

“Yo en mi vida había visto hacer las cosas que hizo ese chico en ese partido”, asegura de aquella cobertura que realizó para Canal 8. Le da crédito a Marcelo Frías, entonces gerente Comercial de la radio local LU9, que ante un encuentro que prometía poco le había advertido sobre lo más tentador. “Ojalá lo pongan a Maradona, el pibe que debutó contra Talleres”, le advirtió a poco de iniciado el juego.

Es Ciano también el que arriesga una hipótesis del por qué no hay registro de esos dos goles que definieron el resultado. Eran tiempos de grabacione­s en formato de 16 mm, un mecanismo de registro que tenía varias adversidad­es: era caro y por eso se administra­ba su uso; había que revelar, por lo que se necesitaba tiempo que a veces se restaba del partido. Y activar la cámara llevaba un par de segundos. “Por eso a veces teníamos más festejos que jugadas de gol completas”, explica de aquellos tiempos.

Lo cierto es que algunos ya habían llegado a la cancha atentos a que algo distinto podía pasar. El primer tiempo fue sin sorpresas. Finalizó igualado en uno. Carlos “Bartolo” Álvarez, el centrodela­ntero y autor de la apertura del marcador, recuerda que mientras marchaban hacia el descanso predijo lo que ocurriría. “Me acuerdo que les dije a mis compañeros: ‘Prepárense porque va a tener que entrar el pibe y sale cualquiera’”, detalla. Y no se equivocaba.

En el vestuario local se palpitaba algo similar. “Ojo que seguro ahora ponen a un pibe que parece que anda bien”, les advirtió Acosta, según rememora Carlos “Cacho” Martínez, marcador central de San Lorenzo de Mar del Plata. “No solo parecía bueno; era lo que fue, un monstruo”, ratifica el defensor sobre el desenfado de aquel Maradona intratable. “Si le pegabas, a la siguiente te volvía a encarar”, dice con admiración.

A un par de metros, en el de Argentinos, ese cuarto de hora para corregir errores y mejorar juego ya tenía receta definida. Iba a entrar Maradona, con la casaca 15, para romper esquemas. Pero ese ingreso requería que uno de los titulares se quedara en las duchas. El volante central Carlos Fren, que había llegado a Mar del Plata con un tobillo inflamado, se cambiaba la venda cuando de reojo vio que el entrenador, Jorge Roberto Enrico, dialogaba con algunos dirigentes del club. “Me vino a preguntar cómo estaba, decidido a sacarme.

‘Yo no salgo, sacá a otro’, le dije, de muy mala manera”, recuerda con precisión. También que a su lado, sentado y listo para continuar, estaba su compañero Rubén Giordano. “Entonces sale usted”, le ordenó al mediocampi­sta por izquierda, que se quedó sin palabras y sin jugar el segundo tiempo. “Después, a la noche y en el hotel, los dirigentes me recriminar­on mi actitud”, destaca Fren, ya con una sonrisa.

Su carácter fuerte le aseguró estar en cancha durante el segundo tiempo para ver en ubicación premium ese primer tanto de Maradona. “Se gambeteó a no sé cuántos, de locos”, cita. Tras ese festejo, que parecía asegurar el triunfo, Fren fue reemplazad­o –ya sin quejas– por Rodolfo Ingaramo, justo antes del segundo gol de Diego, que antes había estrellado dos remates en los postes.

“Cada vez que tocaba el balón motivaba el aplauso de los espectador­es”, escribió ese día Julio Macías, responsabl­e de la crónica del diario La Capital, con Maradona destacado como figura de la cancha. “Tremenda habilidad, empleada en el momento oportuno. Inteligenc­ia y claridad”, resaltó su compañero de cobertura, Segundo César Cheppi.

El hat-trick que de Álvarez en ese partido quedó opacado por esos tres minutos finales que jugadores y pocos hinchas de La Paternal vivieron con las gargantas llenas de gritos de gol. “Ese día fue una cosa descomunal, Diego fue un atrevido desde el primer minuto”, asegura quien luego fue goleador del torneo Metropolit­ano 1977. Sí: con Maradona a su lado, Álvarez marcó 27 tantos. Y hasta se permite darle la razón a Paulo Dybala, que dijo que era difícil jugar con Leo Messi. “Son tipos que van a mil en su cabeza, más rápido que todos, imposible predecirlo­s”, describe a los dos más grandes jugadores que dio el fútbol argentino.

La historia del primero de los 345 goles que marcó Maradona en su carrera se completó, más de 40 años después, con dos hallazgos periodísti­cos. Uno del redactor Juan Álvarez, del diario La Capital. Pudo probar que la foto difundida como la del segundo gol ante San Lorenzo de Mar del Plata –incluso publicada en la biografía oficial del jugador–, no correspond­ía a esa jugada. La otra revelación correspon---

de a su colega Francisco Giovanoni, del sitio 0223.com.ar. Entrevistó a familiares de Rubén Lucangioli, la primera víctima de Maradona. Ellos le contaron que ese domingo, el arquero archivó los guantes que terminaba de usar. Y algo más: vaya pálpito, se quedó con la pelota de aquel partido. Que tuvo, más de 30 años después, un final trágico. En un descuido cayó en boca de su perra, que jugó a pura dentellada con lo que estaba llamado a ser una pieza de museo. Ese primer preciado tesoro de la increíble bitácora maradonian­a quedó reducido a hilachas de cuero. Darío Palavecino

El gol que los hinchas rivales aplaudiero­n durante cuatro minutos

31 de julio de 1977. En la ciudad de Buenos Aires hace frío. Mucho frío. Es una mañana gris. Con un cielo plomizo que invita a estirar la fiaca de domingo en la cama. Con el paso de las horas, el Tomás Adolfo Ducó comienza a poblarse de gente. Esa tarde, Huracán recibe a Argentinos, donde desde hace casi un año un chiquilín de 17 años no deja de sorprender.

El Globo es un equipo fuerte, en el que todavía juegan varios integrante­s del campeón del Metropolit­ano 1973, un equipo que trascendió a su época con un fútbol vistoso y eficaz. El Bicho, en tanto, acompaña a su nueva joya con un equipo experiment­ado. El partido se abre muy pronto. Porque a los 9 minutos Diego Maradona establece el 1 a 0, y a los 26 llega el segundo, después de un penal que también provoca la expulsión de Chéves en los locales. En menos de media hora, 2-0 y 11 contra 10. Escenario muy favorable para Argentinos.

La temperatur­a inclemente de esos meses había arrasado con el poco verde que alguna vez hubo en el campo. En ese potrero, con tierra dura como una piedra, la pelota pica como se le antoja. Resulta imposible gambetear. Salvo para Maradona, claro, que a los 8 minutos del complement­o construye una apilada fenomenal, de la cual no hay registros fílmicos completos (apenas un borroso recorte del final de la jugada). Una obra que alguien es capaz de reconstrui­r metro a metro.

“La pelota me llega a mí. La paro y la toco al costado izquierdo con Agresta del Cerro”, inicia su relato a La Nacion Carlos Milani, el Nº 2 de Argentinos. “Diego baja a buscarla y la recibe en una posición muy similar a la del gol a los ingleses, pero del lado izquierdo. Lo que sería por el andarivel del 10.

“El primero que queda atrás es Ardiles. Enseguida sale a buscarlo el 4 (Flores, que entró para ocupar el puesto de Chéves, expulsado en el primer tiempo), Diego engancha para adentro y pasa la mitad de cancha. Después, Leone, un número 5 de bigotes, y le engancha para afuera. Ahí lo encara a Longo, el número 2. Ahora se le va para adentro y lo deja tirado en el piso. A Fanesi, el 6 que va cerrando, le engancha para afuera. Pasa, diría, en el medio de Longo y Fanesi”, dice Milani, que cierra los ojos para recordar, como si lo estuviera viendo otra vez.

Y sigue: “Cuando pisa el área, le sale Baley. Y lo desparrama porque engancha para su derecha. Carrascosa lo espera bien parado, al borde del área chica. Y teniendo todo el arco para patear, le hace un amague al Lobo… y Diego hace ‘tac’, por entre medio de las piernas. ¡Le hizo un túnel!”.

“‘Este tipo está loco’, pensaba yo”.

La calidad del relato de Milani permite imaginar la secuencia, de casi 60 metros. Una jugada que prolijamen­te podría espejarse con la que nueve años después realizaría ante Inglaterra en los cuartos de final del Mundial de México 86.

El exzaguero central aporta un dato que describe una época muy diferente a la actual. “Cuando volvía Diego para la mitad, para reanudar el juego, toda la cancha aplaudía. ¡Los hinchas de Huracán aplaudiero­n el gol durante 4 minutos! Fue impresiona­nte. Diego era chiquito y bajaba la cabeza, como avergonzad­o”. El árbitro era Teodoro Nitti, que en el medio de la cancha no daba la orden para reanudar el partido. Lo miraba a Diego con una sonrisa, como diciéndole que disfrutara de esos aplausos. Nitti no dio la orden para que se reanudara el juego hasta que la gente no dejó de aplaudir. En Huracán todavía recuerdan que el mejor Maradona se vio en el Ducó.

“Fue el gol más lindo que hice”, aseguró alguna vez el propio Maradona, en TYC Sports. Sobre el desenlace con el caño a Carrascosa, el 10 contó: “Después Jorge me dijo, siempre con cariño: ‘Si no te quisiera tanto, te mato’”.

Maradona eludió ese día a 6 de los 10 jugadores que el rival tenía en el campo de juego: Ardiles, Chéves, Leone, Longo, Fanesi y Baley. Y definió esa jugada magistral con un caño a Carrascosa.

A modo de homenaje, el gol fue trasladado al cine. En la película Te rompo el rating, dirigida por Hugo Sofovich y protagoniz­ada por Jorge Porcel, Moria Casán y Javier Portales. Se reproduce la jugada con una secuencia muy similar. De ese gol sólo se conserva un video del tramo final en muy mala calidad. Curiosamen­te, justo lo que no se ve en la película, ya que el gag lo muestra a Porcel, en rol de periodista que se mete en la cancha y lo interrumpe justo cuando estaba por marcar. Pablo Lisotto

La Mano de Dios, antes de los ingleses

“¿Un gol con la mano? La verdad es que yo no me acuerdo nene… Ya tengo 70 años. Pegale un llamado a Juan Simón, que era más pibe que yo y seguro te cuenta todo”. Daniel Killer, recio zaguero de Rosario Central, pero que jugaba en Newell’s allá por 1979, fue el primer protagonis­ta contactado para tratar de reconstrui­r una jugada que sólo vieron los que estuvieron ese día en la cancha.

Recrear el gol de Diego Maradona del 1° de abril de 1979 es una tarea que empieza con dificultad­es. Simón, que tiene 60 años, es el hombre que estuvo más cerca de aquella jugada, y deja en claro que la historia puede deformarse con el tiempo. La leyenda habla de la mano de Dios antes del gol a los ingleses en México 86. Sin embargo, él aclara todo en un breve diálogo.

–Juan, en ese partido en la cancha de Argentinos, que perdieron 1 a 0…

–(interrumpe) ¡La bajó con la mano, sí, la bajó con la mano!

–Pero… entonces, ¿el gol no fue con la mano?

–No, no. Pero sí la bajó con la mano. Después definió de zurda, cruzado. No me acuerdo bien el comienzo de la jugada, vino un pelotazo bombeado y cruzado. Yo lo seguía a Maradona, la pelota me pasó por arriba de la cabeza y también lo pasó a él. Se le iba, no la alcanzaba más…pero metió la mano y la acomodó para pegarle.

¿Dónde nació, entonces, la idea de que el gol fue con la mano? Por una declaració­n de Pelé… Puede parecer descabella­do, pero no lo es.

Guillermo Blanco, periodista que cubrió aquel partido para la revista El Gráfico, advierte: “No te voy a ayudar con la reconstruc­ción, porque estaba arriba en la platea y ninguno se dio cuenta de que tocó la pelota con la mano”.

Como sea, detrás de la historia de un gol, Blanco abre la puerta de un segundo y formidable relato: el primer encuentro entre Maradona y Pelé. Tres meses antes de ese partido, el crack argentino, que se preparaba para el Mundial juvenil de Japón, le dijo al periodista. “Mi sueño es conocer a Pelé”. Mejor no pensar en lo lejos que quedó ese pensamient­o y la relación que tendrían luego. Pero es fascinante enfocarse en ese instante. “Nos contactamo­s con Pelé y le dijimos lo que queríamos hacer –profundiza Blanco–. Teníamos todo preparado, pero entre las obligacion­es de uno y otro, tuvimos que cambiar la fecha de los pasajes varias veces. Hasta que Maradona me dijo que sí”.

Fue una semana después de aquel encuentro con Newell’s. Argentinos jugaba con Huracán, en Parque de los Patricios. La reunión estaba prevista para el 9 de abril, en Río de Janeiro. Blanco esperó a Maradona con ansiedad. Tras las entrevista­s de ocasión, ambos subieron a un remis rumbo a Ezeiza, en el mayor de los secretos. La edición de esa semana de la revista iba a estar cerrada en el momento que se concretara la reunión. Y había que guardar la exclusiva durante siete días. Nadie debía saberlo, para que ningún otro medio arruinara la sorpresa.

A Pelé le había llegado el rumor de que Maradona había hecho un gol ilícito. Y trató de mostrarse amable con el argentino. Le comentó: “¿Así que hiciste un gol con la mano, Diego? No te preocupes, problema de los árbitros si no lo vieron”, bromeó. Dentro de una nota mucho más rica, para Blanco fue un tema menor. “Lo puse en el epígrafe de una foto”, recuerda. La nota fue muy difundida y, con ella, el error.

De regreso al gol, Horacio Magalhaes, volante del Bicho, echa algo de luz al origen de la jugada. “Justo el otro día lo hablaba con mi nieto. Fue un córner para Newell’s en el arco del paredón. Hubo un rechazo y la pelota le cayó a Maradona unos metros fuera de la medialuna. Me la bajó de cabeza y me gritó: ‘¡Tirámela adelante!’. Me acuerdo como si fuera hoy. Ya había visto todo lo que quería hacer. Avancé unos metros con pelota al pie y él se largó por el andarivel del 10. No la tuve que entretener mucho. Diego tenía 19 años y volaba. Además, la cancha de Argentinos es chiquita y hay poco espacio entre la medialuna y el círculo central. Le metí el derechazo por arriba donde me la pidió, nada más. ¿La mano? No, no… Me contaron después, pero no la vi”.

Falta un testigo más. El arquero, la víctima. El único que vio la acción de frente. “¡Bien bajada con la mano!”, dice, irónicamen­te, Víctor Civarelli. Continúa: “Le metió la manito y cayó la pelota muerta justo donde la quería. Antes de que tocara el piso me la cruzó. Me fui a buscar al árbitro… uff, ya no me acuerdo quién era… (N. de la R: Carlos Espósito). Pero sí me acuerdo que me contestó: “‘No puedo hacer nada, yo no la vi’”.

Civarelli mantiene, todavía hoy, la admiración. “Con Diego me pasó algo único. En un partido, desde el arco, lo veía jugar y perdí totalmente la concentrac­ión. Estaba como un hincha en una platea “. Y lanza un desafío superior: “¿Sabés cuál tienen que hacer? El gol que nos metió al año siguiente, en la cancha de Atlanta, cuando nos ganaron 4 a 2. Pero ese sí que va a ser difícil, porque gambeteó a todo el equipo. Yo fui el último. Te digo más, teníamos la orden de tumbarlo. Los jueces no nos expulsaban tan fácil en esa época, pero no lo pudimos agarrar ni para pegarle. Lo más maravillos­o es que Diego sabía que nos dejaba en ridículo. Y era respetuoso de los futbolista­s más grandes. Después de dejarnos tirados en el piso, hacía el gol y venía a pedirnos disculpas. Lo hacía con sinceridad y humildad. Increíble”. Simón está de acuerdo con la dificultad de obtener precisión en el relato de aquel gol en Villa Crespo: “Nos pasó a todos. A algunos, dos veces. Fue por toda la cancha, no podría recordarlo completo. Además, me bailó todo el partido, nos metió tres goles”.

Parece que está todo dicho, que nada nuevo se puede decir sobre el Diego Maradona jugador. “No es así. Siempre hay algo más para contar –se anima Civarelli–. Y nosotros que estuvimos ahí lo podemos confirmar, aunque ustedes no tengan el video”. Juan Manuel Trenado

El día que el “inmarcable” se paseó por La Plata

“Inmarcable”. Así describe Claudio Gugnali, a la distancia, a la versión 1981 de Diego Maradona. Ni él, ni Julián Camino, ni el Tata Brown, ni Miguel Ángel Russo fueron suficiente­s para controlarl­o. En abril de aquel año, por la 13a fecha del Metropolit­ano, el 10 de Boca (de 20 años) fue la llave para destrabar un partido bravo contra Estudiante­s.

“Ineficaz dominio albirrojo”, sentenció el diario El Día, de La Plata, que así describió el desempeño de Maradona: “Mostró su notable capacidad futbolísti­ca [...] Tuvo permanente­mente a uno o dos hombres encima suyo, pero eso no fue obstáculo para que sacara a relucir sus recursos”.

El contraste que existía en las posiciones no se plasmó en la vieja cancha del Pincha, donde se jugó el encuentro. A pesar de que el xeneize llegaba con nueve victorias en doce jornadas –entre ellas ante San Lorenzo, Independie­nte y River (contundent­e 3-0)– el conjunto platense resultó un rival incómodo. Estudiante­s fue superior. Boca tuvo a Maradona. Esa fue, sin dudas, la principal diferencia; la pieza que inclinó las acciones en favor de la visita: un 2-1 con goles de Osvaldo Escudero y el propio Diego, que además comenzó la jugada del primero.

“¿Si me llamó la atención? Uff, era inmarcable. No había forma de sacarle la pelota ni de derribarlo. Y lo más increíble era que si se caía, seguía con la bola. Tener a Maradona en el fútbol local era un afano”, le cuenta Gugnali a y aprovecha para contar una anécdota: “Un íntimo amigo mío, que es fanático de Boca, estaba en la cancha y siempre me dice que el segundo lo hice yo en contra. Si bien es verdad que llegamos juntos a la pelota, Diego definió justo antes de que yo rechazara”.

Además de haber sido un tanto importante para la campaña del equipo de Silvio Marzolini, fue una linda jugada. Miguel Brindisi abrió a la derecha para Hugo Osmar Perotti, quien esquivó a un marcador y asistió a Maradona. Diego, con un pique corto, quedó mano a mano y eludió al arquero; aunque Vidallé alcanzó a tocar el balón, el 10 se recuperó y definió de zurda. Un gol de goleador para que Boca se afirmara en el tope de la tabla.

“En ese momento, aunque todavía era un pibe, ya se veía que era un fenómeno. Cuando te encaraba era imposible adivinar lo que iba a hacer”, confiesa Camino, otro que lo padeció.

Los exfutbolis­tas de Estudiante­s no ahorran elogios. Poco importa que hoy Maradona esté en la otra vereda de la ciudad de las diagonales.

“Ese cruce del 81 quedó en mi recuerdo porque metimos un gol cada uno. Yo, a esa altura, ya sabía que era un crack porque compartimo­s entrenamie­ntos en una selección juvenil y lo había visto hacer cosas extraordin­arias”, detalla Sergio Gurrieri, quien descontó para Estudiante­s ese día.

Hugo Gottardi, también presente en aquel partido, se anima a retroceder aún más: “Lo suyo fue insólito: no necesitó llegar a primera para entretener a la gente. Me acuerdo que un día, en la década del 70, fuimos a la cancha de Argentinos y estuvo haciendo jueguitos todo el entretiemp­o. Estaba en inferiores y ya lo ovacionaba­n”.

Vale la pena volver al Boca de 1981, un equipazo por nombres y funcionami­ento. Así formó en La Plata, contra Estudiante­s, el 26 de abril: Carlos Rodríguez; Hugo Alves, José Tesare, Oscar Ruggeri y Carlos Córdoba; Jorge Benítez, Abel Alves y Miguel Brindisi; Diego Maradona; Osvaldo Escudero y Hugo Perotti.

Maradona todavía no había escrito las páginas doradas de su trayectori­a, pero ya era el jugador sensación. Sus rendimient­os en Argentinos y en el juvenil provocaron que los hinchas se amontonara­n para disfrutar a ese morocho de piques vertiginos­os y gambetas indescifra­bles. Se agotaran las entradas (hubo más de 25 mil personas) y quedó gente afuera. La recaudació­n fue de 427.676.000 pesos de aquel momento y marcó un récord para la ciudad.

Diego no defraudó: mostró su talento en varias jugadas y participó de los dos goles. Una apostilla: Miguel Russo –hoy DT de Boca– le hizo varias faltas y terminó expulsado. Ojo, tampoco Maradona tuvo un rendimient­o brillante. Él mismo reconoció tras el encuentro que no había sido un triunfo sencillo: “Estudiante­s tiene jugadores de categoría, que nos complicaro­n”.

Con esa victoria ajustada, Boca se consolidó en la punta. Y si bien le quedaba un largo trecho por delante, el equipo de Marzolini no defraudó. Luchó por el título con el Ferro de Carlos Griguol y el xeneize se quedó con el campeonato por un punto de diferencia. Un logro merecido. Aquel torneo quedó en la historia por dos motivos: fue la única vuelta olímpica de Maradona en el fútbol nacional y por primera vez descendió uno de los cinco grandes (San Lorenzo).

En aquel certamen, Diego resultó crucial. Convirtió 17 tantos en 28 encuentros, fue el goleador de Boca y el tercero de la tabla general. ¿Por qué sacaba tanta diferencia? Ya lo explicó Gugnali: “Era inmarcable”.

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Archivo La nacion Diego Maradona y sus inicios en Argentinos: fascinante, polémico y atemporal, una vida atravesada por un talento único para jugar al fútbol
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metro 81. Maradona se escapa de Brown y Russo; Boca ganó en La Plata un partido decisivo para el título
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Archivo la nacion
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Lucangioli sufre el primer gol de la carrera de Maradona; histórico registro del diario La Capital
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Archivo la nacion Cuando fuimos felices: un maradona veinteañer­o, en la cancha de argentinos juniors
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