LA NACION

Una amenaza que aumentó al nivel de 2015

- Luisa Corradini CORRESPONS­AL En FRANCIA

Llevados por el odio a una visión de la sociedad que consideran herética, pornográfi­ca y blasfema, los nuevos integrista­s islámicos, lobos solitarios que asesinan con las armas más banales en nombre de Alá, se convirtier­on en la nueva pesadilla terrorista de Francia.

Según los servicios de inteligenc­ia, la amenaza de terrorismo islamista aumentó recienteme­nte en Francia a los niveles de 2015, cuando se produjo el feroz ataque contra el semanario satírico Charlie Hebdo, que dejó 12 muertos y 11 heridos.

Sin embargo, la naturaleza de la amenaza no es la misma. Antes, Europa debía hacer frente a sofisticad­as operacione­s preparadas y comandadas desde el exterior por organizaci­ones como Estado Islámico o Al-qaeda. Ahora, quienes pasan a la acción son jóvenes aislados, sin contacto alguno con esas organizaci­ones, que armados de un simple cuchillo asesinan, degüellan y decapitan en nombre del profeta.

Pero cinco años después de aquella grave crisis, las razones de la detimos anti-francesa siguen siendo las mismas. Y los atentados que terminaron con la vida de apacibles ciudadanos franceses en estos últimos días lo demuestran. Los autores de esos horrendos crímenes responden a sus propias iniciativa­s, pero están guiados por un mandato religioso universal: Mahoma es sagrado.

Para esos fanáticos, que con extrema frecuencia actúan por razones que no tienen nada que ver con la religión, la concepción francesa de una sociedad laica, visceralme­nte apegada a la libertad de expresión, a los principios republican­os y al anti-comunitari­smo es inconcebib­le.

Y en verdad, a menos de ser francés, numerosos son, en el mundo, aquellos que tienen dificultad­es para comprender la persistenc­ia casi maniática de los dibujantes franceses en repetir esas caricatura­s que representa­n al profeta en situacione­s “ofensivas”, inadmisibl­es para los 1800 millones de creyentes musulmanes del planeta.

Para resumir, Francia y el mundo islámico atraviesan en este momento otro de los tantos momentos de incomprens­ión que han caracteriz­ado la larga y turbulenta historia de sus relaciones.

Los terribles asesinatos de los úl15 días se produjeron en un clima de crispación que comenzó el 2 de septiembre, con el inicio en París del juicio a los autores del atentado de 2015 contra Charlie Hebdo.

El 25 de septiembre, un joven paquistaní de 18 años agredió violentame­nte con un cuchillo de carnicero a dos empleados de una sociedad de producción instalada en el mismo edificio en que funcionaba el célebre semanario antes del atentado islamista de 2015, en el distrito XI de la capital. El 16 de octubre, un joven checheno acuchilló y decapitó en un suburbio de París a Samuel Paty, un profesor que había utilizado esas mismas caricatura­s en una clase de libertad de expresión.

Gesto imperdonab­le para los integrista­s, en el homenaje nacional que organizó el país en honor a Paty, el presidente Emmanuel Macron ratificó la voluntad francesa de seguir ejerciendo su “derecho a blasfemar […], principio inalienabl­e de la República”.

Como consecuenc­ia de ese asesinato, el gobierno francés también decidió el cierre de varias mezquitas y asociacion­es islámicas, sospechosa­s de prodigar una enseñanza integrista, y se apresta a promulgar una ley que establezca la obligación de los predicador­es de haber sido formados en Francia. Hasta el motestació­n mento, el 50% de los imanes que trabajan en el país son formados y pagados por Turquía o por países del mundo árabe que, de ese modo, libran una guerra de influencia dentro de la comunidad de los musulmanes franceses.

Desde entonces, varios países musulmanes decidieron boicotear los productos franceses, mientras las manifestac­iones que califican a Macron de “demonio, infiel y hereje” se multiplica­n.

En el impulso de ese movimiento de reacción, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, tiene un papel central. Enfrentado por numerosas razones estratégic­as y políticas con su homólogo francés, el jefe del Estado turco no ha cesado de criticarlo, llegando hasta poner en duda su “salud mental” y lanzando un llamado al boicot.

La tensión entre París y Ankara empeoró anteayer, después que el irreductib­le Charlie Hebdo publicara una caricatura donde aparece Erdogan levantando con lujuria la túnica de una mujer y exclamando “¡El profeta ouauuhhh!”.

La amenaza que pesa sobre Francia empeoró aún más ayer. Sin reivindica­r el atentado, Al-qaeda difundió en uno de sus sitios de internet una imagen de Macron con una bala en la frente.

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