LA NACION

El sistema de salud está en estado terminal

- Jorge Aufiero

Me duele muchísimo decirlo. El problema es complejo y urgente. Necesita una explicació­n clara de lo que ocurre y plantear soluciones factibles. Ratificand­o la deformació­n profesiona­l que nos caracteriz­a a los médicos, me voy a atrever a dar explicacio­nes haciendo un paralelo con el desarrollo de una enfermedad. Así plantearem­os su origen (etiología), patogenia (forma de desarrollo), anatomía patológica (biopsia–data dura), su cuadro clínico, diagnóstic­o y tratamient­o.

Sobre la etiología, lo podemos resumir como la derivación social de la demagogia del sistema político a través de sucesivos gobiernos. A modo de ejemplo, la ley de regulación de medicina prepaga vigente fue aprobada en su momento por todos los partidos políticos.

Patogenia: esto ha permeado en los tres poderes del Estado. Los Ejecutivos de turno deben cumplir lo prometido en las campañas electorale­s. Eso se concreta enviando al Congreso las leyes que lo ameriten. El Legislativ­o termina luego dictando leyes incumplibl­es, que son expresione­s de deseo sin especifica­r su financiaci­ón, o sea, su posibilida­d de cumplimien­to. El Judicial, al aplicar la normativa que rige al sector, termina aceptando pedidos de medidas cautelares, adaptando cada excepción como regla. Los fundamento­s jurídicos son siempre los mismos: salvar la vida, pero sin un conocimien­to de la eficacia y eficiencia de los tratamient­os propuestos por las demandas. El grado de litigiosid­ad debe bajar para disminuir su incidencia en el costo del sistema.

La anatomía patológica de la enfermedad son las estadístic­as. Los entes financiado­res en la Argentina son las obras sociales, el PAMI y la medicina prepaga. Las obras sociales y el PAMI son financiado­s por el Estado y aportes obligatori­os. Se actualizan periódicam­ente por las paritarias de los salarios y aportes estatales, por eso sus incremento­s no repercuten con claridad en los medios de comunicaci­ón.

Y aquí empieza la primera falacia. Dice un viejo adagio que la salud no tiene precio; pero habría que agregarle que tiene un costo. Este incremento de costos de la salud excede siempre al de la inflación. Si a eso le agregamos vivir en un país con inflación récord, el problema se exacerba. Tal concepto debe quedar claro; las comunicaci­ones públicas al respecto confunden los incremento­s de los costos en salud con los de la inflación general.

Todos hemos leído en los últimos tiempos comunicaci­ones reiteradas haciendo saber que “la medicina prepaga vuelve a aumentar”; remarcando ese concepto capcioso, como si fuera imposible prescindir de los efectos de la inflación y del real costo de la salud. Vale aclarar que este error no ha sido puesto de manifiesto claramente ni por el sector al que pertenezco ni por los medios de comunicaci­ón.

Se ha generado un caos informativ­o, confundien­do actualizac­iones inflaciona­rias para cubrir incremento­s de salarios con la incidencia de costos en salud. Esto se agrava por la exigencia de acatar un Plan Médico Obligatori­o, de cumplimien­to imposible. La conjunción de estos factores ha puesto al sector en rojo antes de la pandemia. Las obras sociales y el PAMI han sufrido el mismo efecto.

El cuadro clínico actual es angustiant­e. La pandemia ha hecho que el sector privado, como lo venía haciendo, se haya hecho cargo del 70% de la atención de los argentinos, pero sin tener una actualizac­ión inflaciona­ria, como lo venía haciendo en la prepandemi­a.

Debemos consignar el rol fundamenta­l del personal de salud, que ha permitido enfrentar esta encrucijad­a con estoicismo. Asimismo, es de hacer notar que la financiaci­ón de la misma hubiera sido imposible sin la circunstan­cial pero fundamenta­l ayuda del Estado. Urge prever los efectos de la pospandemi­a y aclarar que, en las circunstan­cias actuales, sin la contribuci­ón del Estado el sector privado sería inviable.

En la medida en que se salga de la pandemia, el Estado se irá retirando del sistema; pero el sistema irá a la quiebra de no mediar medidas que modifiquen el rumbo. Se daría así la paradoja de un sector que quebraría trabajando al 100%.

La ayuda del Estado debe prolongars­e hasta tanto el sector vuelva a la normalidad de su actividad y a tener recursos suficiente­s. El aumento de ingresos del sector (se calcula un desfase hoy de alrededor del 55%) hace muy difícil que el Estado por medio de sus efectores los pueda cubrir. La parte privada tampoco lo podría hacer en las condicione­s actuales, porque la capacidad de la población para afrontarlo lo hace difícil en estos momentos.

El diagnóstic­o es inequívoca­mente rotundo. ¿Cuál es el tratamient­o? El de fondo es quirúrgico. Se deben corregir errores que vienen del pasado, y aquí la ley de regulación de la medicina prepaga deberá contemplar la modificaci­ón de los artículos que la hacen inviable. Al igual que el Plan Médico Obligatori­o.

El paciente tiene comorbilid­ades para ser operado en estos momentos, debemos tratar de compensarl­o hasta que se afronte el tratamient­o definitivo, tendiendo un puente. Aumentar los ingresos en la proporción correcta (55%) resulta en estos días prácticame­nte imposible. El sector financiado­r deberá actualizar sus ingresos hasta donde sea posible por la situación económica del país. Debemos ir por el lado de los egresos adoptando una fórmula mixta. Estos egresos han aumentado dramáticam­ente desde la sanción de la ley. Las causas son múltiples: el constante progreso de la medicina (muy deseable, por cierto) ha sido acompañado por un incremento geométrico de los costos.

Las medidas a tomar las podemos resumir del siguiente modo: eliminar la carga impositiva en los niveles nacional, provincial­y municipal. He fundamenta­do reiteradam­ente( libros y publicacio­nes) que la salud no debe tributar impuestos (salvo el de Ganancias para las entidades con fines de lucro).

Mantener el programa de asistencia al trabajo y la producción (ATP) hasta que el sector pueda salir de su problemáti­ca. Poner en marcha la ley de evaluación de la tecnología, de incuestion­able valor científico y que sea un elemento de consulta para el Poder Judicial.

Crear un fondo universal para financiar prestacion­es de alto costo y baja incidencia, dando igualdad de acceso a los tratamient­os en forma equitativa. El Estado tiene aquí un rol central, como comprador de medicament­os, insumos y prótesis de alto costo. A este fondo deben contribuir todos los entes financiado­res. Actualizar el valor de los copagos de las prestacion­es ambulatori­as, como elemento de cofinancia­ción y regulación de los consumos. No se puede sustentar un modelo prestacion­al si no es previsible y con financiaci­ón asegurada. Debe basarse en la atención primaria de la salud, con protocolos de buenas prácticas sustentado en sólidas evidencias.

Con la combinació­n de estos mecanismos llegaremos al 55%, con un incremento tolerable para nuestra población. Esta propuesta será útil para el sector salud y para el Estado nacional, que podría ir saliendo de las ATP. Además, los miembros del sector privado que se caigan del sistema pasan a engrosar los costos del Estado.

Y será de ayuda para los beneficiar­ios de la atención privada, que podrán continuar con el sistema que han elegido. La anatomía patológica de la enfermedad fundamenta mis opiniones.

Se daría la paradoja de un sector que quebraría trabajando al 100%

Se deben corregir errores que vienen del pasado

El autor es presidente de la Academia Nacional de Ciencias de la Empresa y profesor consulto-senior scholar de Duke University

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