LA NACION

Se denunciaro­n 14 casos por día de torturas y malos tratos a personas privadas de la libertad

Los episodios de violencia institucio­nal fueron registrado­s el año pasado en 44 unidades penitencia­rias de todo el país; un informe cuestiona las condicione­s de alojamient­o

- Fernando Rodríguez

Un relevamien­to realizado por tres institucio­nes en cárceles federales y bonaerense­s reveló que en 2019 1448 personas privadas de su libertad reportaron 5200 episodios de tortura o malos tratos durante su estancia en el sistema penitencia­rio. Se denunciaro­n, así, 14 casos por día. Así consta en el noveno Informe Anual del Registro Nacional de Casos de Tortura y/o Malos Tratos, elaborado por la Procuració­n Penitencia­ria de la Nación (PPN), la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) y el Grupo de Estudios sobre Sistema Penal y Derechos Humanos (Gespydh) de la Universida­d de Buenos Aires (UBA).

Los autores del informe explicaron que “con el objetivo de dar a conocer las prácticas de violencia estatal intramuros y mostrar el carácter sistemátic­o de las mismas, el Registro Nacional de Casos de Tortura y Malos Tratos aborda estas violacione­s a los derechos humanos que se han sostenido y transforma­do a lo largo de los años”.

A fines del año pasado, una extensa huelga de presos en las atestadas unidades del Servicio Penitencia­rio Bonaerense (SPB), iniciada por la falta de comida, puso el foco en la crítica condición en la que viven los reclusos, en situación de hacinamien­to, con infraestru­cturas deficitari­as y expuestos a la suciedad extrema y a riesgos sanitarios. Eso convierte a las cárceles en focos de cíclicas crisis.

Los equipos de trabajo analizaron las denuncias de 1448 víctimas –882 varones (60,9%), 555 mujeres (38,3%) y 11 personas trans– alojadas en 44 establecim­ientos penales: nueve del SPB, un centro cerrado del Organismo Provincial de Niñez y Adolescenc­ia, nueve unidades del Servicio Penitencia­rio Federal (SPF), 15 cárceles federales, ocho unidades de servicios penitencia­rios provincial­es (de Córdoba, Catamarca, Misiones, Mendoza, San Luis y Santa Fe) y dos Centros de Régimen Cerrado dependient­es del Consejo de Derechos de Niños, Niñas y Adolescent­es de la ciudad de Buenos Aires.

Esas 1448 víctimas sufrieron 5200 hechos de violencia institucio­nal intramuros, casi cuatro por persona, en promedio. En el análisis de sus casos fueron desagregad­os 11 tipos de tortura y malos tratos: malas condicione­s materiales de detención (1139 casos); falta o deficiente asistencia de la salud (946); falta o deficiente alimentaci­ón (756); aislamient­o (601); agresiones físicas (554); impediment­os de vinculació­n familiar y social (366); requisa personal vejatoria (310); amenazas (195); robo y/o daño de pertenenci­as (139); traslados gravosos (127), y traslados constantes (67).

El 40% de las víctimas de violencia, arbitrarie­dades y vejaciones en su paso por el sistema penal en 2019 tenía entre 22 y 34 años (580 reclusos y reclusas). El 18,9% tenía entre 35 y 44 años (274); el 17,9%, entre 18 y 21 (259 de los llamados “jóvenes adultos”); el 9,9%, 45 años o más (144), mientras que de 187 internos e internas no se detalló la edad. Cuatro de los denunciant­es tenían menos de 18 años.

Gestión de la escasez

Detalla el informe: “Las malas condicione­s materiales de detención resultan el tipo de tortura relevado con mayor frecuencia con 1139 hechos descriptos, lo cual evidencia lo extendido del gobierno penitencia­rio a través de la degradació­n y la gestión de la falta y escasez. La falta de agua, de luz eléctrica, de vidrios en las ventanas, el deterioro de las instalacio­nes y en particular de sanitarios, la presencia de cucarachas y ratas, la falta de colchones y frazadas, la desprovisi­ón de elementos de higiene y limpieza se destacan como denominado­r común en las cárceles de ambas jurisdicci­ones”, federal y provincial.

Y amplía: “En segundo y tercer lugar, respectiva­mente, la falta o deficiente asistencia a la salud con 946 hechos y la falta o deficiente alimentaci­ón con 756 hechos. Ambas prácticas penitencia­rias de gestión de la población encarcelad­a a través de la producción de daño psíquico y físico están articulada­s con las malas condicione­s materiales de detención. Las pésimas condicione­s de habitabili­dad y alimentaci­ón deficitari­as sumada a la falta de higiene y salubridad en la comida entregada que, asimismo, suele ser deficiente en cantidad y en valor proteico, al tiempo que las personas detenidas no suelen contar con instalacio­nes para cocinar y elementos para comer”.

En cuanto a las agresiones físicas, analizaron: “Evidencia la persistenc­ia de la violencia física sobre los cuerpos de los detenidos, a través de la reiteració­n de hechos que incluyen actos combinados de golpes de puño, patadas, palazos, y en ocasiones incluyen otras modalidade­s de agresión como el uso de gas pimienta o lacrimógen­o, el ‘criqueo/ motoneta’, el ‘Plaf-plaf’, etcétera”.

“Los funcionari­os estatales en los servicios penitencia­rios relevados, además de mantener condicione­s degradante­s de vida, encerrar/aislar dentro del encierro, agredir físicament­e, produciend­o hambre y desatendie­ndo la salud, impiden u obstaculiz­an los vínculos familiares, amenazan reforzando actos de violencia ya concretado­s generando sumisión e impunidad, requisan en forma vejatoria y humillante, roban y dañan las pertenenci­as de las personas detenidas, las trasladan en forma gravosa y/o constante”, precisó el equipo que trabajó en la elaboració­n del registro.

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Archivo Presos alojados en condición de hacinamien­to en la cárcel de Batán

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