La reforma constitucional chilena
EL domingo pasado, la ciudadanía de Chile aprobó, por una amplia mayoría, dejar de lado la Constitución que rige desde hace cuatro décadas y reemplazarla por una nueva que satisfaga las demandas actuales que, en buena medida, los chilenos han venido expresando en los últimos tiempos.
El 78% de los votantes trasandinos se pronunció a favor de la reforma y el 21% la rechazó. Votaron unas 7.459.000 personas, en el que ha sido el proceso electoral más concurrido desde el retorno a la democracia. El plebiscito no generó alarma en los mercados ni afectó el riesgo país de Chile, que se mantuvo estable y sigue siendo el más bajo de la región.
El voto de las mujeres resultó más favorable a la reforma que el de los varones. El voto de los más jóvenes también se inclinó fuertemente por dejar de lado ordenadamente el actual esquema constitucional. Entre los votantes de menores ingresos, que son los más expuestos al riesgo de la desocupación, el 89% votó también a favor de la reforma.
Tras haber concurrido ordenadamente a las urnas, la ciudadanía se concentró masivamente en la Plaza Italia de Santiago, para celebrar allí ruidosamente el resultado obtenido, con algunos incidentes menores. Las manifestaciones pacíficas de celebración se extendieron todo a lo largo del país. La pandemia no tuvo mayor impacto sobre la concurrencia a votar ni sobre los festejos.
A través de una convención especial por convocarse a este fin, Chile trabajará ahora en la estructura de la nueva Constitución que, una vez aprobada, será presumiblemente la más moderna de nuestra región. Por esto, el proceso será seguido con atención en toda América Latina.
El presidente Sebastián Piñera respondió con acierto a las demandas sociales, que en su momento estuvieron representadas por 1.200.000 personas en la calle. Aquel estallido social dio impulso al proceso constituyente, que ya puede considerarse irreversible. Se trata de una reforma constitucional que no debería suponer el abandono del modelo económico que llevó a Chile a ser el país más moderno de la región, aunque, dependiendo de su contenido, podría también afectarlo adversamente.