El caleidoscopio de las medias verdades
Todos, de alguna manera, vivimos bajo el influjo del misterio. Como dijo el físico norteamericano John archibald Wheeler: “¿a quién, al abrirse el día, no le ha parecido nunca el mundo una visión increíble? ¿Y a quién las estrellas sobre su cabeza, y la voz que tiene tan cerca (...), no le han parecido nunca indeciblemente maravillosas, totalmente por encima del entendimiento?”.
Esa cualidad de lo real, génesis del arte y de la ciencia, es el motor que impulsa la fantasía y la exploración, y una tentación adictiva para el cerebro humano. La misma que nos mantiene pendientes de la trama de una novela o de un film, nos cautiva frente a una pintura, nos atrapa en los malabarismos de la poesía e incita a los científicos a embarcarse toda una vida en viajes (físicos o mentales) en busca de una respuesta.
Iluminar misterios no es fácil, entre otras cosas porque exige ejercer el escepticismo. Hay que sortear las trampas que a cada paso nos tiende nuestra intuición y esa “atracción fatal” que nos hace confiar en argumentos esotéricos. El fervor que encendió la pandemia en torno de hipótesis no comprobadas, pero revestidas de lenguaje científico, renueva el interés en la serie de columnas escritas para Skeptical Inquirer por Martin Gardner, divulgador y filósofo de la ciencia, además de autor de más de setenta libros y de la icónica sección Juegos matemáticos, que se publicó durante 25 años en Scientific American.
Como parte de la “Comisión para la investigación científica de supuestos fenómenos paranormales”, junto con el mago James randi, el sociólogo Marcello Truzzi y el psicólogo ray Hyman, Gardner se dedicó a desenmascarar estas falacias. ¿Tenían ombligo Adán y Eva? (Debate, 2001) es una recopilación de artículos sobre casos extravagantes o no tanto de seudociencia. Desde creencias que cualquiera calificaría de ridículas, como la idea de que la Tierra es una esfera hueca y nosotros vivimos adentro, hasta otras menos obvias, como la astrología, la cienciología, el “orgón” de Wilhelm reich (según la cual una energía básica de la vida podría ser útil para curar enfermedades) y otras decenas de lo que el autor llama “chifladuras”.
El primer día de primavera resultaría más fácil equilibrar huevos sobre una superficie lisa
algunos ejemplos son desconcertantes, como la creencia en la “urinoterapia”, que aconsejaba tratar con ese líquido recién vertido el dolor de muelas, el cáncer, la esclerosis múltiple, la malaria, el sida, la gonorrea, la ictericia, la tuberculosis, la migraña, la hepatitis, la tos ferina, la depresión, los problemas de próstata, la diabetes... Otros, desopilantes, como los rumores acerca de extraterrestres que secuestraban seres humanos o la “energía del punto cero” (de las “fluctuaciones cuánticas” del espacio vacío).
Una particularmente desatada es la que planteaba que en el primer día de primavera a los huevos les resultaría más fácil equilibrarse sobre una superficie lisa. Esta historia se encuentra en antiguos libros chinos, como El caleidoscopio secreto, y llegó a los Estados Unidos en 1945. En ese momento, dio lugar a artículos en revistas de amplia circulación, como Life y The New Yorker, y cuarenta años después convirtió a su introductora, la artista Donna Henes, que luego se definiría como “chamán”, en una especie de gurú que condujo varias “ceremonias” multitudinarias para probarlo. Henes especulaba con que tal vez se debía a que durante el período que rodea el momento exacto del equinoccio, el Sol se encuentra directamente encima del ecuador y la Tierra está en equilibrio con el universo. Sin comentarios…
La falsa ciencia no pasaría de ser un fenómeno pintoresco si no fuera porque, especialmente cuando tiene que ver con la salud, estas creencias pueden ocasionar sufrimiento e incluso la muerte. Esto es algo que conviene tener siempre presente, pero en particular ahora, en medio del océano de informaciones en el que navegamos, todavía sin puerto seguro a la vista.