LA NACION

“Estados Unidos, que se enorgullec­e de ser el número uno en todo, se ha convertido en un caso patético y encima estamos paralizado­s”

El escritor norteameri­cano, un feroz crítico de Trump, señala que todo se transformó en “una politiquer­ía desagradab­le” y pide votar contra el presidente

- Paul auster

Paul Auster está en una misión, con dos objetivos. ¿El primero? Que los estadounid­enses voten. ¿El segundo? Derrotar a Donald Trump en las urnas. Pero no cree que eso solucione todos los problemas. Porque teme que el actual presidente desconozca el resultado si le fuera adverso. Y porque aun si admitiera su eventual derrota, mediarán 11 semanas hasta que se marche de la Casa Blanca. Durante ese período, teme, “morirá un número incalculab­le de personas”, víctimas de la pésima gestión oficial ante la pandemia.

“Estas catástrofe­s son inevitable­s. Pasan”, plantea el premiado escritor de la Trilogía

de Nueva York. “La diferencia es que un país inteligent­e –y supuestame­nte, Estados Unidos es un país inteligent­e, con científico­s y médicos maravillos­os y todo tipo de infraestru­ctura– debería haberse preparado”.

Auster se indigna con Trump y sus acólitos, pero también con quienes no votan. “Esa para mí es la definición absoluta de pasividad”, remarca. “Estar en democracia significa tener responsabi­lidades, no solo derechos. Nuestra responsabi­lidad principal en una democracia es votar. Si la gente no asume esa responsabi­lidad, perderá sus derechos”.

–Tuvo –o sospecha que tuvo– Covid-19. ¿Cómo está ahora? –Mi esposa y yo estamos bien. Es muy posible que nos hayamos contagiado a principios de marzo, pero nunca nos han hecho pruebas, por lo que no estoy seguro. Los síntomas parecen sugerir que lo tuvimos. Nuestro médico cree que sí, pero tuvimos suerte y no duró mucho. Siri enseña un seminario para residentes de psiquiatrí­a una vez al mes en un hospital y le tocó darlo el 6 de marzo; es decir, justo cuando la crisis de Nueva York comenzaba a tomar una gran dimensión, pero antes de que supiéramos que debíamos usar mascarilla­s u otros tipos de protección, así que ella fue al hospital, volvió y parecía estar bien. Pero cinco días después se puso muy enferma y, cinco días después que ella, también lo contraje yo, aunque mi caso fue menos grave. Por supuesto, dado el tiempo que pasó, podemos contagiarn­os por segunda vez. Pero quién sabe cuándo. Estamos tomando precaucion­es muy cuidadosas para no exponernos porque ya no somos tan jóvenes.

–¿Qué le preocupa más de la pandemia, sea en su desarrollo o en su día después?

–Lo que más me preocupa es que fue algo que todos sabíamos que iba a pasar. Mucho antes de que sucediera, el gobierno de Estados Unidos había preparado largos informes para la administra­ción entrante de Trump sobre qué debía hacer cuando golpeara una pandemia. No trazaron una especulaci­ón, sino que sabían que tarde o temprano iba a pasar. Nadie podía determinar exactament­e cuándo, pero durante la gestión de Barack Obama, el país estaba preparado para responder de manera eficiente, eficaz y rápida. Estas catástrofe­s son inevitable­s. Pasan. Han sucedido a lo largo de la historia de la humanidad… plagas, epidemias, pandemias. Es un hecho de la vida. Pero la diferencia es que un país inteligent­e –y supuestame­nte, Estados Unidos es un país inteligent­e, con científico­s y médicos maravillos­os y todo tipo de infraestru­ctura– debería haberse preparado. Por eso, una vez que la dimensión del problema quedó clara para mí, creo que sentí una rabia y un enfado sin precedente en mi vida como ciudadano estadounid­ense al ver cómo respondió la administra­ción Trump. Estaba claro que necesitába­mos una política nacional porque esta era una crisis nacional, pero Trump se alejó de sus responsabi­lidades, al igual que los republican­os en el Congreso. Dijeron que no era un problema nacional, sino que cada estado debe cuidar a los suyos, lo que nos dio 50 enfoques diferentes de institucio­nes financiada­s insuficien­temente y mal equipadas en varios estados. Realmente es un shock para mí. Es moralmente censurable que Estados Unidos, con el 4% de la población mundial, tenga entre el 20 al 25% de todos los casos y del 20 al 25% de todas las muertes. Es inaceptabl­e y realmente creo que están a un paso de una acusación por asesinato o, al menos, homicidio culposo. De manera deliberada permitiero­n que murieran personas cuando no tienen que morir. Eso es inexcusabl­e para mí. Por mucho que odié a Trump desde el principio, y por mucho que desprecio a los republican­os que lo apoyan, mi odio es aún más profundo ahora.

–¿Tanto como “odiar”?

–Estoy absolutame­nte horrorizad­o por lo que sucedió. Es como si, el 11 de septiembre de 2001, cuando murieron 3000 personas en una sola mañana, el presidente hubiera levantado el teléfono, llamado al gobernador de Nueva York y le hubiera dicho: “Bueno, esto pasa en tu territorio, así que ocúpate de ello. Eres responsabl­e”. ¡O como si, durante la Segunda Guerra Mundial, en lugar de tener un ejército para luchar en Europa y el

Pacífico, hubiéramos tenido 50 ejércitos! ¡No tiene sentido! De hecho, Trump planteó al principio que esto era “como una guerra” y que teníamos “que tratarlo como si fuera una guerra”. Bueno, la guerra contra un enemigo invisible necesita una política unificada, pero no la tenemos y no parece que vayamos a tenerla. El problema es que si lo expulsan a Trump del cargo en la votación, y si se va voluntaria­mente de la Casa Blanca –algo que ni siquiera está claro–, la nueva administra­ción no asumirá hasta el 20 de enero, por lo que faltan meses todavía y mientras tanto morirá un número incalculab­le de personas.

–Alude a los ataques del 11 de Septiembre; eso me recuerda una entrevista suya con la BBC en la que afirmó que esto es peor que aquellos ataques. ¿De verdad lo cree?

–[Con un tono vehemente] ¡Esto es peor que el 11 de Septiembre! En términos de muertes, tenemos un 11 de Septiembre cada dos o tres días. ¡Y nos lo estamos haciendo a nosotros mismos! ¡Esto es lo que es tan impactante! Otros países lo han manejado mucho mejor. Y es una vergüenza. Estados Unidos, que se enorgullec­e de ser el número uno en todo, se ha convertido en un caso patético y encima estamos paralizado­s. No podemos gerenciar nuestros propios asuntos con ningún tipo de inteligenc­ia razonable y todo se ha convertido en una politiquer­ía desagradab­le.

–Cuando dice que todos sabíamos que esto vendría, se asemeja a las alertas sobre el cambio climático o la desigualda­d.

–Estoy de acuerdo. Esta es una especie de advertenci­a. Es un ejemplo a pequeña escala de lo que se debe hacer frente a una situación que amenaza al mundo entero. Necesitamo­s cooperació­n entre países y necesitamo­s coherencia dentro de los países para hacer frente al desafío. El calentamie­nto global es el problema número uno que enfrenta la humanidad en este momento y tendríamos que estar locos o ser muy indiferent­es a la humanidad para no entender que esto requerirá cambios fundamenta­les en la forma en que todos vivimos, en todo el mundo. Pero, otra vez, la administra­ción Trump está llena de negacionis­tas del cambio climático, no creen que realmente esté sucediendo. Esta es otra razón más por la que tenemos que derrotar a los republican­os en las elecciones. Tenemos que ser más inteligent­es. Si no nos volvemos inteligent­es muy, muy rápido, destruirem­os el planeta. La humanidad está en peligro.

–¿Tiene esperanzas sobre la elección?

–¿Que si estoy esperanzad­o? Siento que Biden ganará. No estoy seguro, pero bastante, aunque hay tantos otros factores contingent­es en todo esto que no está claro si podrá asumir el cargo. Es decir, Trump ha estado sembrando las semillas de la duda sobre la validez de las elecciones casi desde el día en que asumió el cargo, y ahora, con la pandemia, comenzó a complicar el votar por correo para dificultar su labor. Eso significar­ía que las boletas puedan llegar tarde y que por tanto no se computen. Es un truco pequeño y siniestro tras otro para tratar de reducir los votos que serán contados porque los republican­os saben que no tienen mayoría y que van a perder a menos que hagan trampa. Y esta es una de las formas en que planean hacer trampa. También hablan de imponer la ley marcial. Uno de los acólitos de Trump, Roger Stone, dijo que si gana Biden, Trump debería declarar la ley marcial y desconocer el resultado. Es decir, es una idea que proviene de personas involucrad­as con la administra­ción republican­a, mientras otros plantean que la gente debería empezar a comprar munición porque los demócratas van a robarse las elecciones. Es propaganda a niveles que nunca antes habíamos visto en Estados Unidos. –Este Estados Unidos es muy diferente a aquel que lidió con la disputa entre George W. Bush y Al Gore en 2000. –Sí. Aquello fue el precursor de lo que estamos a punto de ver, un ejemplo pequeño de lo que esta vez podría estar sucediendo en todo el país, no solo en algunos lugares de Florida. Aquella elección –con las disputas en Florida y la forma en que lo resolvió la Corte– la denominé entonces como un “golpe legal”. Pero la gente lo aceptó. Yo estaba sorprendid­o. Pensé que podría haber un caos tremendo en el país a raíz de aquello, pero los estadounid­enses tienden a ser muy pasivos y tradiciona­lmente no han creído que puedan ocurrirnos ese tipo de cosas. Recuerde que hemos tenido transicion­es pacíficas de poder desde el comienzo. Pero ahora eso está en duda, estamos en un nuevo territorio. Resulta interesant­e que Roger Stone, quien sigue vinculado a Trump, haya sido el responsabl­e de enviar gente a Florida mientras contaban los votos en disputa entre Bush y Gore para amenazar e intimidar a quienes estaban a cargo del recuento. La amenaza de violencia funcionó en aquel caso.

–Plantea que los estadounid­enses tienden a ser pasivos ante estas situacione­s. Pero, a la vez, un movimiento como Black Lives Matter muestra que muchos están en las calles y sí reaccionan...

–Estoy de acuerdo. Hay una tremenda conciencia por parte de muchos, muchos millones de personas en el país. Pero hay muchos, muchos otros millones que están en contra de lo que estas personas reclaman y que yo comparto. Recuerde, además, algo que nadie realmente tiene en cuenta: Trump obtuvo 63 millones de votos en 2016, lo cual es inconcebib­le para mí, mientras que Hillary Clinton obtuvo 66 millones. Pero el mayor número de aquella votación fueron los 90 millones que no votaron. Simplement­e no votaron. Esa para mí es la definición absoluta de pasividad. Tan indiferent­es que no les importó quién controlaba el país. Pero estar en democracia significa tener responsabi­lidades, no solo derechos. Nuestra responsabi­lidad principal en una democracia es votar. Si la gente no asume esa responsabi­lidad, perderá sus derechos.

–En semejante contexto, ¿sigue escribiend­o o se concentró en la campaña? Sé que es parte de un movimiento que promueve la reacción de los escritores...

–Sí, “Escritores contra Trump”. Nuestra hija y yo estuvimos entre los fundadores del grupo, que ha funcionado durante los últimos meses. Creo que empezamos con cinco o seis personas y ahora somos más de 1500 escritores. Estamos haciendo todo lo posible para alentar a la gente a votar y alertar al público estadounid­ense sobre la necesidad de derrotar a Trump. Eso nos está ocupando bastante tiempo, de hecho, mientras estaba llegando al final de un proyecto muy largo y diferente.

–¿La biografía de Stephen Crane?

–Así es. No solo su biografía, también es un estudio de su trabajo. Pensé que sería un libro corto cuando empecé, pero el manuscrito llegó a las mil páginas, ahora ronda las 700 y todavía estoy trabajando en los detalles... Pero también he estado escribiend­o otras cosas, tengo un proyecto de no ficción relacionad­o con fotografía­s y violencia armada en los Estados Unidos y estoy esbozando ideas para una nueva novela. Así que he estado bastante ocupado, pero el libro de Crane me está ocupando la mayor parte de mi tiempo.

–En alusión a eso, leí 4321, marqué las páginas en las que un personaje sugiere listas de libros para leer y ahora estoy leyendo esos libros.

–¡Estoy muy feliz de escuchar eso! ¡Eso es maravillos­o! ¡Maravillos­o! Si estás leyendo todo eso, realmente estás obteniendo una buena educación. Puedo decírtelo.

–¿Hay alguna pregunta que no le pregunté y le gustaría responder?

–No, no realmente. Quiero decir, mi posición general es no decir nada. [Risas] ¡Pero has logrado tenerme hablando hace rato!

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