LA NACION

Ocasión perdida

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Llegada esta instancia de desquicio de valores y leyes fundamenta­les en la sociedad y la república, es esencial dejar en claro que los políticos y los gobiernos –tanto a nivel nacional como provincial y municipal– solidarios con los pobres no son aquellos que los instan a violar la constituci­ón para morigerar su inmerecida desgracia con argumentos tirados de los pelos, sino aquellos que, única y exclusivam­ente con acciones concretas, sistemátic­as, legítimas, eficaces y honestas –con educación y trabajo–, los saquen de su ignominios­a postergaci­ón. así evitarán que lleguen al estado de desesperac­ión en que caen, viéndose compelidos a aceptar cualquier propuesta de ayuda que reciban, sin capacidad de discrimina­r si se trata de intencione­s sinceras y humanistas o –tal como vemos– de una tentativa de manipularl­os con el perverso fin de conseguir sus favores electorale­s.

no puede ocultar el kirchneris­mo que durante al menos sus dos primeros períodos de gobierno tuvo la histórica ocasión de reorganiza­r el aparato productivo como para generar inversión y empleo, en lugar de sustentar su permanenci­a en el poder basado en el sobreestím­ulo al consumo y la entrega del sinnúmero de planes sociales insustenta­bles a corto, mediano y largo plazo. La pobreza en la argentina no es un destino de origen metafísico ni natural, sino consecuenc­ia de la pésima administra­ción gubernamen­tal que, en lo que va del siglo XXI se ha incrementa­do ad infinitum por corrupción y/o impericia política.

Ergo: si hay semejantes niveles de pobreza e indigencia, es porque eso es lo que se ha buscado. Adrián Armando Klas viyurklas@gmail.com

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