LA NACION

Qué dice el proyecto de ley de octógonos

El Senado votó la iniciativa que busca disponer la obligatori­edad de informar en los envases sobre el exceso de componente­s como azúcar, grasas o sodio; en la industria hay un fuerte rechazo

- POR Esteban Lafuente

Se pretende que se informe en los envases el exceso de ciertos componente­s; en la industria hay un fuerte rechazo.

Con la votación en el Senado del proyecto de ley, la Argentina dio un paso en la regulación del etiquetado frontal de alimentos envasados. Es un tema que en los últimos años ganó protagonis­mo en la agenda global de las políticas públicas vinculadas a la salud, y que involucra a la industria alimentici­a, un actor de peso en la actividad económica local, que rechaza la medida.

El proyecto que avanzó en el Congreso, que condensó más de una decena de iniciativa­s de legislador­es de diferentes espacios políticos, establece un esquema de sellos de advertenci­a frontales en los envases, que alertan al consumidor cuando el producto presenta exceso de cinco componente­s, entre los cuales se incluyen el azúcar, el sodio, las grasas y el valor energético (calorías). Para ello, se busca establecer la obligatori­edad de incorporar un octógono negro, que le avise al consumidor que, respecto de esos contenidos, se superan determinad­os umbrales.

El objetivo es modificar hábitos de consumo y hacer más sencillo el acceso a la informació­n sobre la composició­n nutriciona­l de los alimentos. Según la Encuesta de Factores de Riesgo del Indec, de 2018, el

61,6% de la población tiene exceso de peso (un 36,2% tiene sobrepeso y un

25,4%, obesidad). Pese a la resistenci­a de la industria y de las cámaras empresaria­s sectoriale­s, que critican la decisión y rechazan la “demonizaci­ón” de los alimentos procesados, entidades como la Organizaci­ón Panamerica­na de la Salud, FAO o Unicef, plantean que el modelo elegido es el más efectivo para impactar en los hábitos de consumo.

“La ley, como está planteada, cumple con los mejores estándares, y hay mucha evidencia de que la industria se adecua y va transformá­ndose hacia productos más saludables que disminuyen las cantidades de nutrientes críticos en sus productos que pueden ser perjudicia­les para los consumidor­es”, enfatiza Fernando Zingman, médico y especialis­ta en Salud de Unicef Argentina, quien destaca que el modelo de octógonos tiene como principal atributo la facilidad de comprensió­n. “Es el más claro y fácil de entender, incluso para los niños, que interviene­n muchísimo en decisiones de compra”, dice.

La elección del modelo de sellos negros zanjó localmente un debate de años. Se propusiero­n alternativ­as como el modelo de semáforo, que usa colores (verde, amarillo y rojo) para medir el contenido alto o bajo de componente­s (se aplicó en Ecuador), o el ‘Nutriscore’, que elabora un puntaje global de cada alimento, similar a la escala de eficiencia energética de los electrodom­ésticos (lo adoptó Francia). La crítica hacia este último esquema, por parte de entidades como Unicef, es que se basa en un promedio que no permite identifica­r de forma precisa si el producto tiene exceso de algún nutriente o componente. Zingman plantea que el sistema de advertenci­as hace más fácil la identifica­ción de los productos de perfil nutriciona­l desfavorab­le. “Las decisiones de compra son de reacción. Hasta se venden espacios en las estantería­s y las góndolas. Por eso, es muy difícil que informació­n que le exige al cerebro una elaboració­n compita con una acción que es un reflejo. Una advertenci­a sobre el paquete te hace detener”, agrega.

“La ley que se propuso refleja el estado del arte de las políticas públicas en la materia. Y hay evidencia científica y empírica sobre su impacto”, afirma Adolfo Rubinstein, exministro de Salud de la Nación. El modelo de advertenci­as es el de mayor aplicación en la región. Ya lo implementa­n Chile (2016), Uruguay (2018), Perú (2019) y México (2020). En Uruguay, un estudio de Unicef encontró que, luego de su puesta en marcha, un 18% de los consumidor­es optó por no comprar un producto con octógonos y un 23% optó por opciones libres de advertenci­as.

“No demonizar”

En la industria, mientras tanto, se oponen al etiquetado y bregan por la autorregul­ación. “No queremos este modelo. No hay que demonizar a los alimentos, sino informar adecuadame­nte a los consumidor­es”, plantea Daniel Funes de Rioja, presidente de la influyente Copal, que nuclea a cámaras de la industria de alimentos y bebidas. Advierte, además, sobre la necesidad de articular regulacion­es en el Mercosur. “Si cada país tiene una regulación propia, actúa como un mecanismo de desestimul­ación de comercio intrazona”, advierte.

El proyecto votado en el Senado, que pese a declaracio­nes públicas de apoyo aún no tiene fecha de tratamient­o en Diputados, establece que sus disposicio­nes se aplicarán de forma complement­aria a las adecuacion­es surgidas de normas del bloque.

En cuanto los parámetros a partir de los cuales un producto debe llevar advertenci­a, la Argentina optó al igual que México por el perfil de nutrientes de la OPS, con un esquema por etapas en un plazo de dos años que endurece los límites establecid­os, a fin de minimizar el impacto sobre las empresas. “No es cierto que estas regulacion­es pueden hacer que se reduzca la demanda y que quiebren empresas. La gente no deja de consumir, sino que sustituye por productos por otros más saludables”, advierte Rubinstein. Más allá de esta regulación, grandes fabricante­s de alimentos y bebidas han avanzado en los últimos años con la adaptación de su cartera de productos hacia opciones libres de azúcar o reducidas en calorías.

La ley, a su vez, establece regulacion­es que avanzan más allá del empaquetad­o y, entre otros factores, limita la publicidad de los productos que tienen al menos un sello, con fuerte foco hacia los mensajes destinados a los niños. Zingman describe que entre los menores de 5 años en la Argentina la prevalenci­a de sobrepeso es de 13,5%, mientras que entre los adolescent­es sube al 49%.

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