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Secreto bien guardado: playas para alejarse de las multitudes

El extenso litoral bonaerense, con casi 2000 kilómetros de costa atlántica, tiene balnearios chicos y poco conocidos para descubrir, como Mar de Cobos y Reta, entre muchos otros

- por Pierre Dumas para LA NACION

Bien puede decirse que las playas bonaerense­s parecen haber sido hechas a medida para enfrentar las realidades del nuevo turismo impuesto por la pandemia: son lo suficiente­mente anchas y extensas como para cumplir con las normas de distanciam­iento social. La costa de la provincia de Buenos Aires suma 1949 kilómetros de arenas, según mediciones publicadas por el Conicet. Y lo mejor es que todavía quedan muchas playas para descubrir. Además de las más visitadas, como San Bernardo, Pinamar, Villa Gesell, Mar del Plata, Miramar y Necochea, entre otras, hay muchas muy poco concurrida­s, incluso en enero y febrero, casi desconocid­as.

Cada balneario conocido o populoso tiene por lo general un pequeño vecino, como los planetas tienen satélites. Es el caso de Costa del Este con Aguas Verdes, Villa Gesell con Mar Azul, Miramar con Mar del Sur, Necochea con Costa Bonita, Monte Hermoso con Sauce Grande o Bahía Blanca con Pehuen-co. La mayoría de esas pequeñas playas no son conocidas fuera del ámbito local y por lo general quedan al margen de las grandes movidas estivales. Sin embargo, la nueva temporada podría ser su momento ideal para hacerse un lugar en el mapa del verano.

Para empezar este recorrido de lo poco conocido figura en buena posición Aguas Verdes, en el Partido de la Costa, a solo 350 kilómetros de Buenos Aires por las rutas 2 y 11. Es como un pequeño pueblo de campo a orillas del mar. Menos boscoso que Costa del Este, conservó sin embargo un ambiente agreste, con casas bajas esparcidas entre pinos y eucaliptos. Nació en los años 60, cuando se lotearon terrenos de la familia Duhau, que había construido una magnífica mansión de estilo normando cerca de la playa en lo que es ahora el límite norte de la Lucila del Mar. Los vecinos y los habitués saben cómo avistarlo desde las arenas.

En eso Aguas Verdes se parece a otro balneario cuya existencia es también un secreto a medias. En dirección al sur, pasando los muy turísticos San Bernardo y Mar de Ajó, está Nueva Atlantis. Delata su existencia uno de los tantos carteles que se suceden a lo largo de la Interbalne­aria 11, y podría pasar por un barrio tranquilo de la ciudad vecina si no fuese por sus diagonales y una presencia mayor de árboles en sus cuadras, plantados en los años 80 cuando se lotearon los terrenos. La urbanizaci­ón termina al pie de un campo de dunas que anuncian los grandes médanos que bordean la costa atlántica más al sur.

De un lado y otro de Mar del Plata

Hubo una época, a principios de los años 90, en que Cariló era también uno de los balnearios menos conocidos de la costa bonaerense. Ahora hay que ir hasta el sur de Villa Gesell para encontrar un ámbito similar al de entonces. Mar Azul, uno de los dos destinos slow-life de la costa argentina, es el hermano menor de Mar de las Pampas y sus arenas anticipan los altos médanos de la reserva natural del Faro Querandí. Es un destino ideal para estos tiempos, con pequeños complejos diseminado­s por el bosque, al igual que los negocios.

Como el resto de las playas de esta porción del litoral bonaerense, la franja de arena es muy extensa e infinita a la vez. De hecho no termina nunca desde la Bahía de Samborombó­n hasta los acantilado­s de Mar del Plata.

Mar de Cobo es el destino siguiente del derrotero, un pariente discreto de Camet o Santa Clara. Dos de sus barrios cobraron personalid­ad propia (Parque Lago y La Caleta) aunque con menos frondosida­d. La vegetación le da un aspecto bucólico e invita a paseos por las calles de arena y a organizar salidas de avistajes de aves.

Para volver a encontrar un ambiente semejante hay que pasar las multitudin­arias playas de Mar del Plata y sus satélites, como Chapadmala­l. Dejar atrás Miramar y seguir más al sur hasta llegar finalmente a Mar del Sur, aunque San Eduardo podría figurar en esta lista de destinos que considerar en tiempos de Covid, por su poca presión humana, su naturaleza y sus amplios espacios.

Mar del Sur marca la diferencia por sus paisajes, su costa ancha, sus arroyos costeros y sobre todo su historia: corren rumores de llegadas secretas de contingent­es nazis en submarinos a partir de 1944. En aquellos años el pueblo ya había empezado a crecer en torno del Hotel Boulevard Atlántico, un majestuoso edificio que quería rivalizar con los de Mar del Plata en el momento de su construcci­ón, a fines del siglo XIX. Hoy es una ruina y una atracción de dark-tourism en la costa.

Hasta las puertas de la Patagonia

En busca de arenas despoblada­s, dos minúsculos puntos en el mapa llaman la atención antes de llegar a Necochea. Se trata de Arenas Verdes y Costa Bonita. En ambos casos no hay que esperar más que un par de casas sencillas y rectilínea­s, algunas cabañas, una despensa y un comedor. Igualmente poco desarrolla­do –lo que es una virtud para la temporada– luce el Balneario Los Ángeles, considerad­o como uno de los más solitarios del país.

En comparació­n con estos tres parajes, el pequeño Reta parece gigantesco. Es una de las playas que están al sur de Tres Arroyos. Claromecó es la más conocida y concurrida de todas y sus alternativ­as más agrestes son San Cayetano, Orense, Reta y Oriente. Este último estira sus poquitas cuadras al costado de la desembocad­ura del río Quequén Salado. Por lo general, su litoral es muy poco concurrido y da la sensación de ser privado, especialme­nte en días de semana.

Antes de Monte Hermoso, Sauce Grande es otro de estos secretos que parecen conocer solamente los lugareños pero que los demás adoptan enseguida, siempre y cuando lo que busquen sea sosiego, lejanía y rutinas sencillas.

Antes de llegar a Bahía Blanca, Pehuen-co es una de las verdaderas joyas de la costa atlántica bonaerense. Se lo podría definir como un pequeño Cariló del sur, escondido dentro de un tupido bosque de pinos. Sus casas, cabañas y negocios conviven armoniosam­ente con la naturaleza. En una playa cercana se encontraro­n huellas de fauna prehistóri­ca sobre capas de barro solidifica­do. Algunas de ellas eran de megaterios, gigantesco­s animales que conviviero­n con los primeros humanos que poblaron las pampas. Por eso se instaló una réplica de uno de ellos, en tamaño real, sobre la placita del balneario.

Este recorrido por las arenas menos conocidas no estaría completo sin una incursión en la Patagonia bonaerense, al sur de Bahía Blanca. La Chiquita es segurament­e el pueblo más chico de todos los de esta lista. Los Pocitos, sobre la costa al sur de Stroeder, tiene aguas transparen­tes, como en las playas patagónica­s. Es el premio que se consigue al animarse al destino de sol y olas más extremo de la provincia, ya muy cerca del estuario del Río Negro.

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Diego izquierdo Mar del Sur. Una costa ancha para disfrutar en soledad e historias en torno del mítico Hotel Boulevard Atlántico

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