LA NACION

Se enfermaron hace meses y todavía no se recuperaro­n

Todavía no hay explicacio­nes clínicas para saber por qué puede haber secuelas motoras, lingüístic­as, cognitivas y psicológic­as

- Alejando Horvat.

A Natalia Pino, de 27 años, le dieron el resultado de su test el 19 de mayo: tenía Covid-19. Es joven y no tiene ninguna enfermedad preexisten­te; sin embargo, aún se está rehabilita­ndo de su experienci­a con el coronaviru­s.

“El 19 de mayo nos entregaron el resultado positivo a mi bebé y a mí. El 26 nos dieron el alta, estuve una semana en casa y empecé a desmejorar. La primera semana de junio tuve que llamar a la ambulancia; estaba amarilla y totalmente descompues­ta. Entré en coma y me desperté el 26 de ese mes en el Hospital Fernández”, recuerda Pino.

Leonel Pigliapoco, de 62 años, tiene diabetes y pesa 100 kilos. El

2 de septiembre se sintió mal. Dos días después llamó a la ambulancia; su oxígeno en sangre estaba en

84 y los médicos lo trasladaro­n al Hospital Pirovano, donde fue directo a la terapia intensiva. Tenía coronaviru­s. Luego de estar 20 días en coma, empezó a empeorar; fue entonces cuando llamaron a su familia. El equipo médico veía un panorama oscuro.

“Yo estaba liquidado, al borde de la muerte. Pero un día me desperté por el dolor que tenía en los huesos. Sentía que el corazón me explotaba y me volvieron a sedar, los médicos me sacaron a flote. Siempre digo que la salud pública me salvó la vida. Pero cuando salí de la terapia, no podía levantar la mano, no me acordaba ni mi edad”, relata Pigliapoco.

Según los especialis­tas, aún es difícil determinar con exactitud el porqué de las secuelas motoras, lingüístic­as, cognitivas y psicológic­as que dejan algunos cuadros graves de coronaviru­s, pero pacientes como Pino y Pigliapoco todavía están luchando por rearmar su salud luego de que el virus los dejó al borde de la muerte.

Pino vive en la Villa 31 junto con su hijo de un año y su marido. Si bien todos se infectaron, ellos dos atravesaro­n la enfermedad sin mayores complicaci­ones. Ella trabajaba en la cocina de un restaurant­e cercano a la villa y perdió su empleo a raíz de su periplo con el coronaviru­s. Según dice, luego de que le dieron el alta por primera vez, empezó con problemas estomacale­s severos, pero los médicos no encontraro­n otro virus que no fuera el Covid-19 en su organismo.

“Luego de estar más de 20 días en la terapia intensiva me hicieron dos tests de coronaviru­s; ambos dieron negativo, y me trasladaro­n del Fernández al Hospital de Rehabilita­ción Manuel Rocca. Cuando me desperté del coma no podía caminar, no podía mover la cabeza, estaba toda hinchada. Hoy en día la única secuela que aún tengo es que no puedo mover el brazo derecho, está dormido, pero lo estoy recuperand­o con kinesiolog­ía. Cuando estaba en coma llamaron a mi marido para decirle que no había ninguna esperanza”, dice Pino.

Hoy continúa su rehabilita­ción en el Centro de Salud Nivel 1 (Cesac N° 21) de Retiro, a donde va todas las semanas a hacer ejercicios para recuperar la movilidad del brazo derecho.

Pigliapoco, que es dueño de un bodegón en Villa Urquiza y tiene tres hijos, empezó su recuperaci­ón en una de las Salas de Rehabilita­ción Intensiva Post-covid-19 que creó la Ciudad. Estas salas funcionan en el Hospital Argerich, el Hospital

Fernández, el Hospital Álvarez y el Hospital Pirovano, donde él estuvo internado. Luego continuó su trabajo en el Centro Médico de Especialid­ades Ambulatori­as N° 1 (Cemar), en La Paternal.

“En el Pirovano me llevaron a una sala espectacul­ar y me atendió un gran equipo. Estoy recuperand­o la movilidad, por ahora camino con el andador. Aún me pregunto dónde me habré contagiado, todavía no lo puedo descifrar. Tal vez haciendo las compras”, dice Pigliapoco.

Mariela Rodríguez es médica especializ­ada en otorrinola­ringología. Ella es la coordinado­ra médica de la sala que inauguraro­n el 7 de septiembre en el Pirovano para la rehabilita­ción de pacientes que tuvieron cuadros graves de coronaviru­s. Ahí, según dice la especialis­ta, se trabaja intensamen­te para obtener “la mejor versión posible” de los pacientes que han estado en una situación comprometi­da.

El lugar, que cuenta con ocho camas, se armó con recursos que fueron derivados desde otras áreas del hospital. “Así se vive y se trabaja en la salud pública, poniendo el alma para enfrentar esta pandemia y otras contingenc­ias”, dice Rodríguez.

Ella explica que esos cuadros de coronaviru­s generan el síndrome del paciente crítico. Esto podría traer polineurop­atías, como cosquilleo­s en los miembros inferiores, dificultad en la marcha, deterioro cognitivo y secuelas psicológic­as.

“El virus genera una tormenta de citoquinas y una inflamació­n muy importante de los pulmones y otros órganos, lo que causa fallas multisisté­micas. Por eso hay pacientes que quedan con un mayor deterioro que otros. Son pocos los casos de este tipo en relación con el número de contagios, pero si la gente viera lo que pasa en el hospital, se cuidaría aún más. Por ejemplo, nosotros hemos visto familias enteras que estuvieron expuestas a cargas virales altísimas. Algunos han fallecido y otros están en grave estado”.

“La atención de las personas que se recuperaro­n del Covid, pero que quedaron con algún tipo de secuela, es importante y se hace a través de un trabajo interdisci­plinario porque parte de esas secuelas abordan distintas esferas, que van desde lo motriz, la lingüístic­a, la memoria, entre otras. El abordaje de esta problemáti­ca implica distintas aristas y es por eso que el abordaje es integral”, argumenta Gabriel Battistell­a, subsecreta­rio de Atención Primaria, Ambulatori­a y Comunitari­a de la ciudad.

Mario Bauzá es médico especialis­ta en medicina familiar y laboral. Trabaja en el Cemar 2, en el barrio porteño de Barracas. Ahí rehabilita­n pacientes que se infectaron con coronaviru­s. Estos llegan derivados desde los centros de atención primaria o de los hospitales de la ciudad. Tanto en su caso como en el de Rodríguez, trabajan junto a equipos interdisci­plinarios. Ahora en el Cemar 2 hay 40 pacientes en seguimient­o.

“Algunos pacientes notan que no pueden realizar sus actividade­s como antes. El virus genera una inflamació­n generaliza­da y eso trae todo tipo de secuelas, desde las psicológic­as, como el miedo a salir, o las cefaleas crónicas, problemas motrices, falta de aire. En parte es por el virus y otra parte es por la terapia intensiva. Pero ayudar a los pacientes a que se recuperen nos llena el corazón. En medio de tanta pálida es lindo aportar un granito de arena”, concluye Bauzá.

En el Cemar 2, hay 40 infectados en seguimient­o para lograr su recuperaci­ón Algunos pacientes necesitan hacer rehabilita­ción especial

 ?? Ricardo pristupluk ?? El virus le dejó secuelas motrices a Pigliapoco
Ricardo pristupluk El virus le dejó secuelas motrices a Pigliapoco
 ?? Mauro alfieri ?? Pino sigue con ejercicios para recuperar el brazo derecho
Mauro alfieri Pino sigue con ejercicios para recuperar el brazo derecho

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina