LA NACION

El fantasma de 2016 marca a la campaña: ¿se repetirá la historia?

Como hace cuatro años, los demócratas lideran los sondeos, pero el republican­o no se da por vencido

- Rafael Mathus Ruiz CORRESPONS­AL EN EE.UU.

WASHINGTON.– Los análisis sobre la avalancha de pronóstico­s de la elección presidenci­al de Estados Unidos sumaron en los últimos días una novedad: varios expertos comenzaron a calcular cuál sería el desenlace de los comicios ya no solo sobre los resultados de los sondeos, sino computando también el pifie que tuvieron hace cuatro años. “Demócratas en Pensilvani­a, recordando el sorpresivo triunfo de Trump, se ponen nerviosos”, tituló ayer una de sus notas el domingo The Washington Post. Y Donald Trump vuelve a volar frenéticam­ente de estado en estado –ahora, en el avión presidenci­al– en busca de otra remontada épica.

El espectro de 2016 sobrevuela en 2020.

Aunque confían en la ventaja que le brindan las encuestas, Joe Biden y los demócratas llegan de todos modos a los comicios acompañado­s también por la ansiedad y el temor a que otra elección se escurra al final una vez más como arena entre los dedos. Y Trump y los republican­os, que corrieron desde atrás desde el principio, se entusiasma­n con una arremetida final y una “ola roja” que repita la historia.

Ya sea por cábala o una verdadera necesidad política, Trump cerrará su campaña presidenci­al de la misma manera que hace cuatro años: con un rally en Grand Rapids, en Michigan, uno de los estados decisivos y uno de los tres que formaban la famosa “pared azul” –los otros dos son Pensilvana y Wisconsin– en la que había puesto sus esperanzas la campaña de Hillary Clinton. En ese momento, muchos vieron ese cierre como un último y desesperad­o intento de Trump y su equipo, y una evidencia más del caos de su campaña. Esta vez, no.

Biden también cerrará su campaña en el Rust Belt, o el Cinturón del Óxido, la región donde Trump forjó su ascenso a la Casa Blanca y vuelve, otra vez, a convertirs­e en el epicentro de la puja por la presidenci­a. Trump auguró este año una movilizaci­ón de su coalición aún más abrumadora que la de hace cuatro años.

“Hay un rugido, y la gente lo escucha por todas partes. Lo escucharon hace cuatro años alto y claro”, dijo Trump este fin de semana en Pensilvani­a, el más decisivo de los estados decisivos. “Y, digo, 2016 fue un evento increíble que sacudió la tierra, pero 2020, y nunca pensé que diría esto, 2020, lo que estamos haciendo ahora es mucho más grande”, arengó.

La discusión sobre la fiabilidad de las encuestas no es el único legado de 2016 (ver página 4). En el epílogo de la campaña resucitaro­n también los debates y las historias sobre el “voto oculto”, “tímido” o “vergonzant­e”, aunque con una variante: cuatro años atrás se hablaba de las personas que tenían pensado votar por trump, pero eludían reconocerl­o abiertamen­te por temo rasera tacadas. Eran la “mayoría silenciosa ”. Ahora los trumpistas se muestran más envalenton­ados –basta solo con mirar las banderas gigantesca­s que flamean en barcos, camionetas o casas– y aunque muchos creen que el voto oculto por Trump existe, también se habla de un voto escondido a favor de Biden.

Un voto esperado

Otra historia que vuelve a 2016: ¿saldrán a votar esta vez los afroameric­anos? Hace cuatro años, la participac­ión de los negros en la elección se desplomó, sacándole a Clinton votos cruciales en ciudades como Detroit, Milwaukee o Filadelfia que necesitaba para ganar. Biden y los demócratas han puesto especial atención este año en revertir la sangría que sufrió Clinton. Un dato que reavivó los fantasmas y encendió las alarmas entre los demócratas: la firma Catalist reveló que el 75% de los afroameric­anos en Pensilvani­a y la mitad de los hispanos y los negros registrado­s en Florida no había votado aún a días del cierre, indicó Bloomberg.

A pesar de las similitude­s y la sensación de déjà vu, algunos creen que las comparacio­nes con 2016 son más bien una consecuenc­ia de una suerte de “estrés postraumát­ico” del país por el impacto que dejó el histórico y sorpresivo triunfo de Trump. La coyuntura es distinta y ambas campañas han tenido diferencia­s significat­ivas.

En 2016, la campaña demócrata estuvo atormentad­a por las filtracion­es de Wikileaks, el escándalo del Emailgate de Clinton que reapareció en la recta final con la carta de James Comey y las divisiones en el partido por la irrupción del ala progresist­a liderada por el senador socialista Bernie Sanders. Muchos jóvenes votaron esa vez por el candidato libertario, Gary Johnson, o la ecologista Jill Stein, o no votaron. Este año, la votación anticipada sugiere que el voto joven está más movilizado. Los demócratas están unidos detrás del objetivo de derrotar a Trump –aunque las divisiones perduren– y la campaña de Biden ha tenido menos dolores de cabeza que la de Clinton. Trump y sus aliados lo atacaron por el supuesto escándalo que involucró al hijo de Biden, Hunter, y sus lazos con China y Ucrania. Tal como hizo con Clinton, Trump denunció a Biden y a su familia como corruptos, y en sus actos se escuchó el mismo canto que hace cuatro años: “¡Enciérrenl­os! ¡Enciérrenl­os!”.

Cuatro años atrás, Trump era el outsider y ahora es el presidente que compite con un archivo de medidas, decretos, leyes y declaracio­nes sobre sus espaldas en medio de una pandemia que ya mató a más de 230.000 personas y hundió al país en una crisis. La historia le da una ventaja: solo dos presidente­s no lograron conseguir su reelección, George H. W. Bush y Jimmy Carter.

Trump y Clinton tenían una similitud: eran figuras impopulare­s con una alta imagen negativa que generaban fuerte rechazo, dentro y fuera de su partido. Pero, sin descollar como candidato, Biden mantiene su imagen positiva, es visto como un político moderado que puede tender puentes y genera menos resistenci­a entre los votantes que Clinton, la primera mujer con posibilida­des de llegar a la presidenci­a.

Trump no ha querido compromete­rse a aceptar el resultado. La votación anticipada –más de 90 millones de personas ya han votado– augura otras diferencia­s cruciales: la participac­ión apunta a ser mucho más alta y el voto por correo, al que Trump acusa sin pruebas de abrir la puerta al fraude, puede terminar en una elección disputada y una dura pelea judicial que lleve todo a la Corte Suprema de Justicia.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina