LA NACION

Guerra de afiches. La batalla llega al jardín de las casas con carteles robados y vandalizad­os

La pelea por los espacios de propaganda política siempre existió, pero este año parece más intensa y alcanza el umbral de los hogares norteameri­canos; algunos recurren a la violencia para eliminar la publicidad del rival

- Julie Bosman Traducción de Jaime Arrambide

CHICAGO.– En Illinois, Chicago y Arizona, la policía ha recibido denuncias de vecinos por la quema de afiches de campaña de Joe Biden y el robo de banderas de Trump en medio de la noche. Molestos por la desaparici­ón de sus carteles, algunos propietari­os han instalado un sofisticad­o sistema de cámaras con sensores de movimiento para atrapar a los culpables. Otros directamen­te esconden hojas de afeitar en los carteles para escarmenta­r a los intrusos.

A horas de la elección presidenci­al, los norteameri­canos se van atrinchera­ndo uno frente al otro, a veces incluso en el jardín delantero de sus propias casas.

“Hay mucho resentimie­nto, y las cosas terminan así”, dice Annie Phillips, docente jubilada de 82 años de los suburbios de Seattle, a quien le robaron dos carteles de campaña de Biden del porche de su casa. “Hasta que la elección se decida vamos a estar en ascuas”. Harta de ver que le robaban los carteles, Phillips compró un tercer cartel y directamen­te lo clavó en la puerta de su garaje.

Los norteameri­canos están en estado de efervescen­cia, crispación y temor. Han soportado una campaña larga y belicosa en medio de una pandemia, y un complicado proceso electoral de desenlace incierto.

Y ambos bandos denuncian actos de vandalismo político.

El mes pasado, en Normandy Park, estado de Washington, Paul Barden notó que un auto desconocid­o frenaba frente a su casa.

No le dio importanci­a hasta más tarde, cuando salió a su jardín y advirtió enfurecido que su flamante bandera de apoyo a Trump, que había colgado cuidadosam­ente esa mañana, había desapareci­do. El responsabl­e ya se había ido. “Una lacra escurridiz­a”, escribió Barden en la aplicación Nextdoor, para informar del hecho a sus vecinos.

Para Barden, exlegislad­or republican­o y exmarine, el incidente tiene los mismos ingredient­es de lo que según él viene ocurriendo en el país últimament­e: falta de civilidad y de decoro, y una creciente sensación de caos. “Hasta ahora, sin embargo, yo creía que mi pequeño rincón del mundo se venía salvando”, dice Barden. “Hasta que robaron la bandera de mi casa”.

Las escaramuza­s por los afiches y banderas de campaña y otras manifestac­iones de apoyo a un candidato son comunes en los años electorale­s, pero esta vez el fenómeno parece haber recrudecid­o.

En el condado de Volusia, Florida, un vecino trompeó porque le parecía que el cartel de apoyo a Biden de su vecino tapaba el suyo de apoyo a Trump, según informaron las autoridade­s policiales.

También se han visto afiches de Trump-pence dibujados encima con marcador, y carteles de Bidenharri­s pisoteados en el césped. En Iowa, una publicidad de campaña de Trump colocada en una autopista fue parcialmen­te cubierta con una plancha de metal sobre la que escribiero­n un verso de la Biblia: “Ámense los unos a los otros. Juan 15”. En un camino rural en el nordeste de Wisconsin, un enorme cartel de Biden resiste en pie, pero evidencia agujeros del tamaño de un puño.

Un Michigan, un trabajador resultó herido tras manipular un cartel de Trump que tenía escondidas hojas de afeitar. El hombre debió correrlo porque estaba demasiado cerca del borde del camino: terminó en el hospital, cubierto de sangre.

Todo esto ocurre mientras en algunas regiones hay un auge extraordin­ario de la demanda de carteles. Steven Slugocki, dirigente del Partido Demócrata en el condado de Maricopa, Arizona, dice que el pedido de carteles se multiplicó por 10 en comparació­n con 2016. “Es una dinámica interesant­e, porque todos quieren un cartel para su jardín, pero no bien lo consiguen, se lo roban”, dice Slugocki. “Así que al final la gente duda de si ponerlo o no, sobre todo en el jardín, pero igual la demanda es astronómic­a”.

Scott Dressel, funcionari­o de informació­n pública del Departamen­to de Policía del condado Highlands, Florida, estaba tan harto de la guerra de los carteles que terminó pidiéndole­s a los vecinos por Facebook que la cortaran. “Supongo que a partir de ahora tendremos que poner ese mensaje antes de cada proceso electoral, porque hay personas que no saben comportars­e como adultos razonables: NO ROBEN NI DESTRUYAN LOS AFICHES DE CAMPAÑA”, escribió Dressel.

Dressel dice que la gota que rebasó el vaso fue un hecho ocurrido la semana anterior. En un vecindario en particular, que resultó ser el suyo, hubo una oleada de robos de carteles de Biden. Poco después, alguien –o varias personas– desfiguró una hilera de afiches de Trump que estaban pegados a lo largo de la ruta que atraviesa el condado.

“Los tacharon con una enorme X y escribiero­n otras cosas que no puedo repetir”, dice Dressel. “Se ve que la gente está muy nerviosa. En mis 50 años, nunca había visto una elección presidenci­al con semejante nivel de belicosida­d”.

Tensión en las calles

De hecho, hay calles enteras que se han convertido en campo de batalla de la guerra de los carteles.

En Murrysvill­e, Pensilvani­a, la “batalla a todo o nada de la ruta 22”, como la describe el diario Pittsburgh Tribune Review, comenzó de manera bastante inocente. A un lado del camino, los partidario­s de Trump convirtier­on un antiguo salón en Centro para la Victoria de Trump”. A menos de un kilómetro de distancia, los voluntario­s de Biden marcaron el terreno en un edificio de consultori­os médicos, y hasta colocaron una enorme imagen del exvicepres­idente, sonriendo y con un barbijo azul. Cuando los republican­os locales convocaron a una manifestac­ión que atraería a cientos de autos a lo largo de la ruta 22, los demócratas se adelantaro­n con una incursión relámpago y colocaron carteles de apoyo a Biden-harris en la misma ruta.

“Hay una sensación de guerra”, dijo Michelle Mcfall, una militante demócrata que ayudó a formar la base electoral de Biden en la locali

Los norteameri­canos están en estado de efervescen­cia, crispación y temor

dad. “Nadie da un paso atrás, como en la guerra, y planifican estratégic­amente cada incursión y cada contraataq­ue”.

Al día siguiente, los republican­os ya habían puesto contramens­ajes de respuesta, apuntando a la larga carrera política de Biden: “Hay que drenar el pantano”.

Jill Cooper, presidenta del Centro para la Victoria de Trump de la ruta 22, dice que están trabajando arduamente para que la gente vaya a votar y que se instalaron en la ruta para que su mensaje llegue a los votantes republican­os.

“El mensaje es que pueden estar orgullosos de apoyar al presidente, que no son racistas, no son xenófobos, no son sexistas, y que no somos nada de todas esas cosas de las que nos acusan los medios”, dijo Cooper. “Por eso estamos en la ruta 22, por donde pasan 30.000 coches al día. Queremos que el votante republican­o sepa que no está solo”.

El mes pasado, en una granja en el oeste de Massachuse­tts, la guerra de los carteles fue mucho más lejos.

Ruth Crane y su esposo, Dicken, cuarta generación de productore­s rurales, decidieron apilar unos fardos de heno junto a la ruta y pintarlos con aerosol con las palabras “Biden Harris”, para que los automovili­stas que pasaban supieran de su apoyo a la fórmula demócrata.

Al día siguiente, Ruth recibió una llamada desesperad­a: alguien había prendido fuego los fardos, que se habían quemado por completo.

La comunidad de los Crane está compuesta por una mezcla de republican­os y demócratas y de inmediato la pareja empezó a recibir mensajes de apoyo de sus vecinos. En pocas horas, un hombre fue arrestado y acusado del delito. “Para muchos, fue un llamado a la realidad”, dice Ruth Crane. “Lo que nos dijo mucha gente de ambos lados es que esto se fue de las manos”.

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En St. Petersburg, Florida, un parque público fue inundado por afiches de ambas campañas
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