El arquero Sosa llegó y aportó seguridad en el tembladeral de Independiente
Independiente, la larga pausa que impuso la pandemia no fue un tiempo de quietud y espera, sino de descomposición y debilitamiento. Varios de los jugadores del plantel huyeron de la crisis económica del club, que acudió a un asesoramiento del socio y ex ministro de Economía Martín Redrado para tratar de ordenar las cuentas.
Independiente llegó a la reanudación del fútbol en estado de precariedad e incertidumbre, con el entrenador Lucas Pusineri muy preocupado porque la posibilidad que aceptó desde el sentimiento y el corazón –hizo un gol clave a Boca en el título de 2002, el último local del Rojo– lo pone en un escenario muy inestable para desarrollar su primera experiencia como entrenador en el país. La situación amenaza con desbordarlo, se lo ve en aprietos y nervioso. Debe renovar contrato a fin de año y se encuentra abocado a encontrar soluciones futbolísticas que están más vinculadas con la providencia y los milagros que con la planificación.
“Necesito un Independiente protagonista, pero sobre todo que gane. Desde la lucha, la lucha y la solidaridad, estamos a la altura”, respondió Pusineri tras la victoria de anoche.
Independiente vive en la urgencia del resultado más cercano. En la semana obtuvo dos positivos, aunque en ambos no hizo más méritos que el rival ni pueden interpretarse como una evolución futbolística. Al triunfo 1-0 ante Atlético Tucumán por la Copa Sudamericana le siguió otro 1-0 en Santiago del Estero, ante Central Córdoba, en la apertura de la Copa de la Liga Profesional.
Si Independiente es un rompecabezas de por sí por el recambio que hubo en el plantel, Pusineri hizo girar más la rueda de los cambios de un encuentro a otro. Preservó a casi todos los titulares para el desquite del próximo jueves en Tucumán ante Atlético. Bajo los 31 grados de Santiago del Estero hubo nueve futbolistas de las inferiores –algunos que regresaron de préstamos en otros clubes– y dos titulares que repitieron: el arquero Sebastián Sosa y Alan Franco, que por primera vez llevó la cinta de capitán.
Dentro de la desolación que es Independiente, el uruguayo Sosa es una incorporación que invitó al optimismo en estos dos cotejos. En ambos fue el mejor del equipo, por lejos, sobre todo en el norte argentino. Ante Atlético Tucumán tuvo una tapada decisiva para evitar el empate. Frente a Central Córdoba aumentó la dosis para asegurar el triunfo. En una tapada se revolvió en el piso como un gato para desviar un remate con el pie y en el segundo tiempo sacó con un manotazo un cabezazo de Argañaraz que se metía cerca del travesaño. Ya en el descuento, a puro reflejos blopara queó un cabezazo de Banegas. Una garantía cada vez que fue requerido. En la acción que no tenía nada por hacer, lo salvó un poste. También hace falta algo de fortuna.
El 1, el punto de apoyo
Sosa llegó para ocupar el lugar de Martín Campaña, que tuvo una salida conflictiva. Viene en préstamo de Mazatlán, de México. Sosa desembarcó por primera vez en el fútbol argentino en 2011, a Boca, donde mayormente fue suplente de Agustín Orión. Después pasó por Vélez y Rosario Central.
Pusineri hizo una correcta evaluación cuando se dio la posibilidad de incorporarlo: “Sebastián tiene una trayectoria importantísima. Conoce el fútbol argentino y puede convertirse en un referente para el vestuario. Ojalá traslade todo eso al campo de juego”.
Asegurado con Sosa, Independiente hizo muy poco en ataque, salvo alguna pincelada aislada del colombiano Roa. Se puso en ventaja con el gol en contra de Riaño, que despejó defectuosamente un cabezazo de Braian Martínez. De otra manera hubiera sido imposible, generó muy poco en la ofensiva.
De cabeza rapada, Sosa tiene tatuado un león en la parte posterior del cráneo. “El león es el signo de mi zodíaco. Es sinónimo de coraje, seguridad y valentía”, argumentó hace un tiempo. Defendió el arco como una fiera lo haría con su guarida. En medio del tembladeral que es Independiente, Sosa es el punto de apoyo más firme.