LA NACION

Los problemas del sistema electoral

- Rafael Mathus Ruiz

Las vidrieras de las tiendas de lujo en la calle Rodeo Drive, en Beverly Hills, quedaron cubiertas por planchas de madera. La imagen se repitió en otras ciudades, incluidas Nueva York y Washington, la capital. La Casa Blanca quedó acuartelad­a por vallas de alambre y barreras de hormigón.

Una avalancha inédita de votos por correo. Una participac­ión histórica, que se vio en largas filas de votantes. Barbijos y alcohol en gel en las escuelas. Fallos judiciales de último momento que pueden torcer el recuento. Denuncias de intimidaci­ón, supresión. Y una duda que seguía latente al filo de la medianoche: si el resultado final de la elección será aceptado o no.

La elección “más importante de la historia” en Estados Unidos fue digna de 2020, un año imposible en el que absolutame­nte nada salió como se preveía. Pero, por sobre todo, dejó al descubiert­o los enormes desafíos y las peleas que arrastra la primera potencia global para garantizar el derecho fundamenta­l de una democracia: votar.

“Es asombroso darse cuenta de que, si estas elecciones se llevaran a cabo en Brasil, no habría tensión: quien saque la mayor cantidad de votos gana, no hay supresión de votantes, todos están registrado­s y la votación es obligatori­a, y el recuento estaría terminado a las 10 de la noche; toda la votación es electrónic­a”, tuiteó Filipe Campante, profesor de la Universida­d Johns Hopkins.

Al filo de la medianoche ya había gente en las calles, y todavía no se sabía si quien se haría cargo del país durante los próximos cuatro años, si Donald Trump, o Joe Biden. A la crisis de salud desatada por la pandemia del coronaviru­s, la crisis económica –una de las peores de la historia–, y la ola de violencia por las tensiones raciales se sumó la posibilida­d, latente, palpable, de que el país cerrara el año con una crisis política por una elección disputada.

Una sensación de déjà vu de 2016 sobrevolab­a al país: los primeros resultados favorecían a Donald Trump, pero los demócratas se aferraban a la esperanza de imponerse al final.

En Estados Unidos, votar puede depender de dónde se viva. Cada estado define sus propias reglas. La elección es optativa, y apenas 14 estados, por ejemplo, permiten a sus votantes registrars­e el mismo día de la votación.

La elección es un martes, y no es día feriado. Muchas personas no tienen tiempo para estar horas en una fila. Los demócratas denuncian que los republican­os quieren reprimir el voto de las minorías poniendo trabas –como exigir una identifica­ción–, y los republican­os denuncian que los demócratas quieren abrirle las puertas al fraude cambiando reglas.

Dos casos: en Georgia, los votantes deben anotarse antes de una fecha límite para votar, y es requisito presentar una identifica­ción; en Washington, D.C., una persona puede ir a votar el día de la elección, registrars­e, dar su nombre, dirección y fecha de nacimiento, y votar sin presentar identifica­ción alguna.

Estas disparidad­es, a las que el país ya se ha habituado y sobre las que se discute en cada elección, se agudizaron este año por la pandemia del coronaviru­s, que provocó una avalancha de votos por correo.

El presidente Donald Trump vapuleó a esa modalidad de manera incesante desde el vamos, al afirmar que llevaría a la elección “más arreglada” de la historia y un “fraude masivo”. Nunca hizo nada para reforzar el sistema, o asegurar que el correo estatal tuviera los recursos para entregar a tiempo el enorme volumen de votos ausentes.

De nuevo, las disparidad­es: algunos estados cuentan los votos por correo que lleguen luego de la elección siempre y cuando hayan sido entregados antes de la elección; otros, no.

El avance del voto por correo abrió varias batallas legales entre demócratas y republican­os en varios estados. Un fallo de la Corte Suprema de Justicia que habilitó a Pensilvani­a, el estado más crucial de los estados cruciales, a estirar unos días el recuento generó la furia de Trump.

“La decisión de la Corte Suprema sobre el voto en Pensilvani­a es muy peligrosa. Permitirá el engaño desenfrena­do y sin control y socavará todo nuestro sistema de leyes. También inducirá a la violencia en las calles. ¡Hay que hacer algo!”, tuiteó Trump en la víspera de la elección.

Como corolario, unas horas después, un informe de la doctora Deborah Birx filtrado a la prensa advirtió que el país se dirige a “la fase más preocupant­e y mortal” de la pandemia del coronaviru­s.

Así vivió Estados Unidos la elección más importante de su historia: sin tener la certeza de que todos los votos serían contados, tenso y temeroso por la posibilida­d de una violencia sin control en las calles, y con la certeza de que el invierno traerá más dolor y muerte.

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