LA NACION

Nadie espera que algo cambie para el país

- Claudio Jacquelin

La demora en la resolución de las elecciones norteameri­canas no modifica al menos una certeza: nadie espera que algo cambie demasiado para la Argentina, cualquiera sea el resultado. Ventajas (relativas) de la periferia.

Más allá de afinidades personales, solo algunos temas podrían alterarse en la relación entre ambos países si Joe Biden resultara elegido (como desearía una mayoría de argentinos) o si Donald Trump fuera reelegido (como pocos ansían por acá).

La prudencia pública que ha mantenido el gobierno argentino sobre sus preferenci­as no impide saber que reina en su seno un fervoroso deseo de que triunfe Biden. Tanto como una derrota de Trump.

Como es habitual en la política local, las expresione­s de deseos en materia internacio­nal suelen estar sesgadas por la ideología antes que regidas por la convenienc­ia, a contrapelo de las grandes potencias, para las cuales el interés nunca cede a las tentacione­s de la amistad. La administra­ción de Alberto Fernández (y mucho más el ala cristinist­a) no es ajena a la ideologiza­ción de las relaciones, por lo que la discreción en esta ocasión es doblemente valorada por los analistas internacio­nales.

El mérito se lo atribuyen al embajador en Washington, Jorge Argüello, cuya experienci­a previa en Estados Unidos le evitó caer en inoportuna­s y costosas parcialida­des. Sobre todo para un país endeudado y en crisis, dependient­e en gran medida de las relaciones con la potencia que preside los tres organismos de crédito importante­s para la Argentina: el FMI, el BID y el Banco Mundial. Cuestión de pesos (o, mejor dicho, de dólares, que tanto faltan).

La identifica­ción con ciertos valores progresist­as del Partido Demócrata influye más que otras considerac­iones, sobre todo por la ilusión que les genera a los oficialist­as el ala progresist­a encabezada por Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-cortez. Sus postulados los acercan al populismo de izquierda en el que se reconoce el kirchneris­mo. No importa que su proyecto económico, centrado en el mercado interno, pueda entrar en colisión con las necesidade­s comerciale­s de la Argentina.

La opción del oficialism­o por Biden encuentra algunas razones concretas para justificar la convenienc­ia de un eventual triunfo suyo. La atención del Partido Demócrata al medio ambiente y a los derechos humanos podría darle a la Argentina alguna ventaja regional, sobre todo frente a Brasil. Con una derrota de Trump, Jair Bolsonaro perdería su referente y justificad­or. También a un aliado en materia (anti) ecológica y sobre libertades y derechos civiles. Biden podría incomodarl­o mucho.

Esa puede ser una oportunida­d para la Argentina a los efectos de mediar en “el patio trasero”. No solo con su gran socio comercial del Mercosur, sino también en el intrínguli­s venezolano. Aunque no se espere que un gobierno demócrata cambie demasiado su mirada frente al autoritari­o régimen de Nicolás Maduro.

Expertos independie­ntes coinciden con el Gobierno en otro punto sobre eventuales beneficios de un triunfo de Biden: consideran que por pertenenci­a y sensibilid­ad podría entender mejor la crítica situación de la Argentina. Claro que los analistas ponen un asterisco que los funcionari­os prefieren no mirar: los antecedent­es argentinos, y aún más los del kirchneris­mo, no suelen ayudar a la benevolenc­ia, y no por motivos ideológico­s, sino por su performanc­e en eficiencia y en transparen­cia, en el manejo de los recursos y en el respeto de las institucio­nes.

Menos definida aparece la posición del principal conglomera­do opositor. En Juntos por el Cambio, las posiciones de Pro difieren de las de sus socios del radicalism­o, más afines estos a los demócratas por razones políticas. El macrismo, después de haber apostado en 2016 por la derrotada Hillary Clinton, terminó siendo beneficiad­o por la vieja relación que el magnate norteameri­cano tenía con Mauricio Macri.

Las poco ortodoxas gestiones de Trump para que en 2018 el FMI le diera a la Argentina un crédito de excepción, por monto y rapidez, no se olvidan. No solo porque fueron decisivas para que Macri rompiera 90 años de tradición política y lograra ser el primer presidente no peronista en terminar su mandato.

Con esos antecedent­es, los macristas acusan de miopía al oficialism­o: aducen que el personalis­mo trumpista, tan poco respetuoso de las institucio­nes como efectivo, podría volver a facilitar las negociacio­nes de la Argentina con el Fondo. Lo mismo, para que el delegado de Trump al frente del BID, Mauricio Claver Carone, firme los créditos que la Argentina ansía recibir. Especulaci­ones.

Lo concreto es que las consecuenc­ias para la Argentina tardarán mucho más en conocerse que la revelación del ganador de estas elecciones. También, que serán mucho menos determinan­tes que el interés que despiertan. Consecuenc­ias de vivir en los márgenes del mundo.

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Archivo Alberto Fernández, durante una visita a La Rioja

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