Harris, la candidata acostumbrada a codearse con la historia
Kamala Harris podría lograr un sueño por partida doble para los demócratas: convertirse en la primera mujer vicepresidenta de Estados Unidos, si su partido vuelve a la Casa Blanca. Harris llega a los comicios con el dinamismo de haber sido la primera mujer negra en ser elegida fiscal general en California y la primera mujer de ascendencia del sur de Asia en el Senado.
Pero si ganar ala vicepresidencia –un cargo que la pone en primera línea para ocupar la presidencia si le ocurre algo a Joe Biden– Harris estaría rompiendo la barrera más significativa de su carrera.
Dado que se espera que Biden, de 77 años, solo cumpla un mandato si es elegido, Harris, de 56 años, estaría en una posición privilegiada para ganar la nominación a la presidencia cuatro años después.
Desde que fue elegida compañera de fórmula de Biden, en agosto, atacó a Trump por su caótica gestión. Los padres de Harris son inmigrantes. Su padre llegó a Estados Unidos desde Jamaica y su madre, desde la India. Harris nació el 20 de octubre de 1964 en Oakland, California, que entonces era un foco de activismo por los derechos civiles.
Se graduó en la Universidad de Howard, en Washington, ícono de la cultura negra, y ese fue el comienzo de una carrera fulgurante como fiscal, que la llevó a ser elegida dos veces fiscal de distrito en San Francisco y luego fiscal general de California, en 2010.
Su trabajo fue clave para reunir una base y tener resonancia para lanzar una candidatura exitosa para llegar al Senado en la campaña de 2016 y convertirse en la segunda mujer negra en ser elegida para la Cámara alta.
Su gestión como fiscal general le permitió acercarse a Beau Biden, el hijo fallecido del exvicepresidente, que tenía el mismo cargo que ella en Delaware.
Harris exuda carisma y puede pasar rápidamente de su cálida sonrisa al estilo inquisidor. Durante su único debate contra el vicepresidente Mike Pence, Harris levantó la mano mientras él trataba de interrumpirla. “Señor vicepresidente, estoy hablando, soy yo la que está hablando”, le espetó a Pence, logrando silenciarlo.
Pocas horas después, la frase estaba impresa en camisetas que se vendían online.