EE.UU.: un león vs. el lobo comunista
Ezequiel Fernández Moores
“Hay un lobo en la puerta”, avisa Jorge Masvidal. El luchador de la UFC es el Lebron James de Donald Trump. Es el ídolo deportivo que luchó por el voto latino en el estado de Florida, clave para las elecciones presidenciales que cerraron ayer en Estados Unidos. Su “lobo” es el candidato demócrata Joe Biden. “Necesitamos un león para protegernos y gracias a Dios lo tenemos a Donald Trump”, dice Masvidal. Su padre tenía apenas 14 años cuando en 1959 abandonó la Cuba de Fidel Castro en una balsa que armó con neumáticos de tractor. Sació hambre y sed con un pájaro que se posó sobre su remo. Lo comió y bebió su sangre. Implicado en un homicidio involuntario y en causas de drogas, Masvidal padre pasó 23 años preso en cárceles de Estados Unidos. Su hijo es una de las últimas grandes figuras de la lucha. Se enoja porque Kamala Harris, candidata a vice de los Demócratas, denuncia la desigualdad. Eso, afirma Masvidal, es “manifiesto comunista cubano”.
Masvidal integra la organización “Luchadores contra el socialismo”. La troupe viajó en autobús por Florida en mitines a los que se sumaron Donald Trump Jr. y el senador Marco Rubio, entre otros. También hace campaña por Trump Tito Ortiz, ex campeón UFC, hijo de padre mexicano, ex marido de la actriz porno Jenna Jameson. Igual que Henry Cejudo, que habló en “Latinos for Trump” y justificó que su padre mexicano fuera deportado porque había ingresado ilegalmente en Estados Unidos. A ninguno de ellos le importa si algunos fans demócratas se enojan con su activismo político. Se lo dijo el propio Masvidal a Laura Ingraham, de Fox News, una de las favoritas de Trump. Es la periodista que en 2018 atacó a Lebron afirmando que los deportistas no debían meterse en política. A Lebron le ordenó que se callara y siguiera jugando (“Shut up and dribble”). A Masvidal lo entrevista.
Lebron fue acaso el inicio de todo. El principal responsable de un hecho inédito en la historia del deporte mundial. La participación activa de cientos de atletas de primer nivel en una elección presidencial. Figuras de la NBA que ya no pedían a sus fans que corran con Nike, consuman con VISA o beban Gatorade. No. Les pedían que fueran a votar. La campaña de Lebron “More Than a Vote” (Más que un Voto) sumó más de 10.000 voluntarios. Fue tan fuerte que hasta Michael Jordan, históricamente desinteresado en temas políticos, hoy patrón de los Hornets, abrió el Spectrum Center para facilitar el voto de los ciudadanos de Charlotte, en Carolina del Norte. Jordan aportó además millones para ayudar el voto de la comunidad negra y así comenzar a “cambiar el racismo sistémico” en Estados Unidos. Además del Spectrum Center, los patrones de la NBA abrieron otros veinte estadios para juntar votos. Fueron importantes para recibir el récord histórico de 90 millones de votos anticipados.
Los jugadores de la NBA no sólo participaron de protestas callejeras. También paralizaron la liga después de los siete balazos policiales contra Jacob Blake en agosto pasado. Y comprometieron además a una patronal históricamente conservadora. Allí está Dan Devos, multimillonario propietario de Orlando Magic, hijo del fallecido Rich Devos, benefactor principal de organizaciones religiosas antigay y donante más que generoso del Partido Republicano. Pero está también Marc Lasry, dueño de Milwaukee Bucks, que cenó en su casa con Bill Clinton y Barack Obama y ahora es firme apoyo de Biden. Los patrones de la NBA, la más progresista de las ligas top, han apoyado históricamente a los republicanos más conservadores y a los demócratas más liberales. Son una excepción. Un informe reciente muestra que, de 2015 en adelante, cerca del 80 por ciento de las donaciones de los patrones del deporte fueron para republicanos. En 2020 donaron 10 millones para Trump y sus aliados. Y 1,9 millones para los demócratas. La cuenta no incluye las donaciones que fueron efectuadas de manera privada. Y uno de los propietarios le dice a ESPN: “Sé que Trump está loco, pero necesitamos que pueda protegernos de los impuestos y la regulación”.
“Yo nunca me había hecho tiempo para votar. Era una mala excusa”, afirma hoy la ex estrella Shaquille O’neal. En 2016 sólo votaron un 20 por ciento de jugadores. Ahora lo hizo el 96 por ciento. La liga femenina de la WNBA no sólo pidió a la gente que vote. Fue más que explícita en su voto antitrump. Dedicó la temporada a Breonna Taylor, asesinada con balas policiales. Inédito, todas las jugadoras de la WNBA se levantaron además contra la copropietaria de Atlanta Dream, la senadora republicana Kelly Loeffler, enemiga de Black Lives Matter y de los atletas trans. Las jugadoras salieron a la cancha hasta promocionando a su rival demócrata (Raphael Warnock), cuya candidatura creció a partir de allí en donaciones y en sondeos. “Casi no había mujeres cuando fue la protesta en los Juegos de México 68”, me dice César Torres, filosófo del deporte, residente en Estados Unidos. El equipo campeón de la WNBA, Seattle Storm, anunció de modo oficial su voto por Biden. “Normalmente no apoyamos candidatos, pero estos –aclaró la franquicia– no son tiempos típicos”. Es cierto. Son tiempos del lobo que produce espanto. Y no es un lobo comunista.