LA NACION

Leonor Manso. “Volver a pisar un escenario y con mi hija Paloma fue una experienci­a fuerte”

Gran actriz y directora, hace un análisis de estos tiempos, en su retorno al Teatro Nacional Cervantes, pero vía streaming

- Texto Alejandro Cruz | Foto Alejandro Guyot

Leonor Manso es una exquisita actriz y directora de escena. Llegó a la actuación casi por azar y ahí descubrió un mundo, su mundo. Fue entonces que dejó sus estudios en Biología. “Más vale, había que ir por la pasión”. Trabajó en textos clásicos universale­s (Hamlet, dirigida por Rodolfo Graziano; Tirano Banderas, con puesta del catalán Lluís Pascual; o A Electra le sienta el luto, en la versión de Robert Sturúa), obras de dramaturgo­s nacionales (Made in Lanús, de Nelly Fernández Tiscornia; Periferia, de Oscar Viale; El cordero de ojos azules, de Gonzalo Demaría). En cine lo hizo bajo las órdenes de directores como Leopoldo Torre Nilsson, Daniel Tinayrey Fernando Pino Solanas, entre otros. En televisión, bajo la dirección de creadores como David Stivel, Alejandro Doria como en varias series de Polka (Vulnerable­s, Locas de

amor, Mujeres asesinas), pero lo suyo, por necesidade­s y urgencias personales, definitiva­mente es el teatro.

Leonor Manso es de dormir hasta el mediodía porque la noche es su momento creativo. Tiene el hábito de leer, de mirar películas, de asomarse a las noticias siempre poniéndose un límite para no saturarse. “Anoche mismo me quedé trabajando en un texto para un radioteatr­o basado en la relación epistolar entre Ingmar Bergman y Liv Ullmann en el cual voy a dirigir a Osmar Núñez y a mi amiga Ingrid Pelicori”, cuenta a la

con cordialida­d. nacion

Claro que, cosas de los tiempos que corren, esos ensayos son en modo Zoom. Reconoce que eso la agota, la perturba. Por eso mismo, por fobias propias y compartida­s, la charla es telefónica y no una videollama­da.

– Con Ingrid ibas a reponer en el Complejo Teatral Cae la noche tropical, el texto de Manuel Puig en versión de Santiago Loza y dirección de Pablo Messiez.

–Se supone. Kive (Staiff) me dijo que cuando termine todo esto va a respetar el orden de la programaci­ón previsto y que la repondremo­s.

–Acto fallido: dijiste Kive en vez de Jorge Telerman, el director del Complejo.

–¡Ay, qué desastre! [Risas]. Estas cosas me pasan todo el tiempo, más en medio de todo esto. ¡Pobre Kive... que Dios lo tenga en la gloria! Siempre fui muy volada y, confieso, esto de la cuarentena me terminó de marear. Estoy como con la cabeza en el aire, pero me parece que le pasa a muchas personas...

–Alguna vez dijiste que el teatro es la vida misma. ¿Cómo es entonces la vida misma sin poder hacer teatro o trasladand­o todo ese mundo al modo Zoom o al streaming? Hace unos días grabaste la obra La pasión según Teresa Von Hauptbanho­f, que dirigió Nayla Pose y que forma parte del ciclo de teatro filmado del Cervantes?

–Podrá ser esto o aquello, pero nada reemplaza al teatro. El teatro, tanto como espectador­a, actriz

o directora es... ¡qué sé yo! En mi caso es lo que me sostiene viva, es una adrenalina vital aunque durante en el proceso no todo es placer. Hasta que encontrás eso que tiene que aparecer pasás momentos de mucha incertidum­bre, de enorme fragilidad. El teatro es la forma de conectarse con lo humano porque uno se la pasa contando historias de vínculos, de situacione­s. Como actriz yo soy tremenda, los primeros tiempos de ensayos soy la peor de todas porque estoy siempre pendiente de que ese algo se instale, suceda, tome cuerpo.

–¿Te pasó en alguna obra, como actriz o directora, llegar a pocos días del estreno sin que eso que buscabas se instale en tu cuerpo?

–No. Sí me pasó que durante las funciones vaya encontrand­o más cosas...

–En medio de esos procesos creativos que llevan su tiempo, ¿cómo fue el trabajo reciente en el Cervantes para el cual hubo pocas jornadas de ensayos regidos por estrictos protocolos sanitarios?

–Lo primero que debo reconocer es que fue hermoso volver a entrar al Cervantes, una sala que quiero tanto. La obra de Cristian Palacios no es muy fácil, pero Nayla Pose es genial tanto como persona como directora y le dio un rumbo, supo guiarnos. Además fue volver a trabajar con Paloma (Contreras), mi hija, con quien hacíamos de madre e hija en esa ficción. Fue muy lindo el proceso y el día que pasamos al escenario fue una experienci­a muy fuerte, muy intensa.

–LA NACION estuvo la tarde de la nacion filmación en el Cervantes y se las notaba muy predispues­tas al juego teatral.

–Bueno, te habrás dado cuenta que la obra es bien extraña, pero creo que llegamos a algo. Algo que me conmovió fue cuando terminamos la grabación y salimos todos por la avenida Córdoba. Sin decirnos nada, empezamos a caminar. De pronto, como en un gran sueño, en la calle Talcahuano había como seis mesas vacías de un bar en medio del silencio y la poca gente que circulaba por la zona. Sin demasiadas vueltas no sentamos y tomamos unas cervezas. Estuvimos ahí como dos horas y fue, sencillame­nte, hermoso porque el teatro también tiene eso de hacer vínculos con las personas, trazar algo del orden de lo afectivo que te queda para siempre. No nos decíamos nada, pero no nos podíamos separar. Esas seis mesas ahí fueron como un sueño, como si Dios hubiera decidido estar de nuestro lado porque todo esto que estamos atravesand­o es muy deshumaniz­ante: no te podés abrazar, no podés estar con las personas que querés y toda la tecnología no reemplaza lo concreto de un vínculo real.

–En función de esa práctica ausente del vínculo real llama la atención verlas a ambas en la obra tocándose, hasta dándose un beso.

–Tuvimos que firmar algo que ni leí que aclaraba nuestro vínculo era madre-hija. Por eso es que pudimos tocarnos en escena y esas cosas.

–En la obra que se verá más cerca de fin de año conviven varios estilos de actuación, diferentes planos narrativos...

–Es cierto, durante los ensayos le fuimos encontrand­o sentido a todo eso. Por eso surgen esos seres que parecen ser de otro mundo, que hablan de otras cosas frente a esta madre que quiere someter a su hija a un casamiento por interés. Parecen habitar una obra tradiciona­l, pero todo eso se trastoca con la llegada de estos seres.

–Personajes que parecen ser de ciencia ficción, de cómics.

–Tal cual.

–¿Cómo es trabajar con tu hija?

–A mí me encanta. Hemos trabajado en televisión en El elegido [N. de la R.: junto a Patricio Contreras, su expareja, hacían –como lo son en la vida real– de los padres de Paloma]. Ella es muy inteligent­e, mucho más que yo. Además es una excelente actriz y en teatro creo que no habíamos hecho nada juntas... Ahora recuerdo: la dirigí en Diosa, ahí estaba Palomita.

–Ella nació en medio de una familia de actores, no fue tu caso. A lo sumo el único vínculo familiar ligado a lo artístico fue tu primo, el actor Roberto Castro, con quien te sumaste al grupo de actuación del que formaba parte.

–Es cierto. Gracias a Roberto me acerqué a la actuación. Leíamos textos y terminé enganchánd­ome. De ahí me fui a estudiar a lo de Marcelo Lavalle, pero no me sentía cómoda. Mientras tanto estudié danza moderna con Marilú Marini y ahí fue donde una compañera me habló de Juan Carlos Gené, con quien empecé a estudiar.

– Qué lujo eso.

–Si puedo hacer algo es por las herramient­as que él me dio. Fue un maestro extraordin­ario.

–Y ahí fue cuando largaste Biología...

–Mas vale, ¡qué Biología! Había que ir por la pasión. Claro que no sabía si tenía condicione­s, era muy tímida, cosa que sigo siendo, pero en los momentos en los que una situación me tomaba era tan feliz y tan libre que, aun hoy, es lo que sigo buscando.

–Como parte de esa búsqueda es difícil olvidarse de tu trabajo

actoral en 4.48 Psicosis, la obra de Sarah Kane; o tu puesta de Esperando a Godot, de Samuel Beckett; o de María Elena, ese personaje de la serie Vulnerable­s que hacía cualquier cosa con tal de conseguir que el farmacéuti­co le vendiera pastillas sin recetas.

–Lo que más me gusta de la actuación es el juego, la libertad. En Vulnerable­s pasó algo divertido porque empezamos a grabar antes de que saliera al aire. En el libro ya había ciertas conductas particular­es de este personaje con el farmacéuti­co. Empezamos a grabar y yo empecé a hacer cositas [risas], pero una tarde me llamó un persona muy tímida de la producción que me propuso cambiar la peluca y esas cosas. Yo me la cambié, pero seguí haciendo lo mismo. Al otro día salió el programa y fue impresiona­nte la reacción del público. Me acuerdo que salimos con Patricio en el auto y la gente, desde los autos, me decían cosas, tocaban la bocina. Llego al estudio y estaba Adrián Suar feliz de la vida y ahí acordamos seguir haciendo lo que ya venía trabajando. Esa experienci­a fue hermosa.

Stop. Aclaremos para aquellos que se perdieron Vulnerable­s. Esta tal María Elena, cuando iba a la farmacia de Dominicci (Carlos Portaluppi) no paraba de seducirlo, de mover la lengua de un lado para el otro y de hacer lo que tuviera que hacer con tal de dar con esas pastillas que tanto quería, pero que no tenía recetas para conseguir de otro modo. Cuando terminaba la visita a la farmacia de barrio se limpiaba la comisura de sus labios pintados de rojo.

Play. Sigue Leonor Manso hablando de las anécdotas de aquel personaje que necesitaba sus pastillas a la desgarrado­ra obra de Sarah Kane cuyo título remite a la hora en que se cometen más suicidios en Inglaterra porque los fármacos psiquiátri­cos tomados la noche anterior perdieron sus efectos: “4.48.

Psicosis fue un texto que me llegó y que no entendí. Sólo supe que tenía que pasarlo por el alma para saber de qué se trataba. Una noche fui a ver una puesta de Luciano Cáceres, a quien no conocía y era muy joven, que me encantó. Lo esperé, me presenté y le propuse que me dirigiera. Y, bueno, al poco tiempo empezamos a trabajar con ese texto tan fuerte. Me acuerdo que ensayábamo­s yo sentadita en una silla y diciendo esa letra que no pasa por lo racional. Una tarde le propuse tener los pies en el aire y, entonces, empecé a ensayar así, medio como en el aire, sin ninguna protección. Fue a partir de eso que yo sentí que empezó a aparecer el personaje. Con Esperando a Godot me pasó algo similar, lo leí pero como no sabía lo que había adentro se me ocurrió dirigirla. Y eso fue otro trabajo hermoso. Igual yo creo que todas las obras me han marcado, me siento una afortunada.

–¿Qué te imaginás haciendo en la llamada “nueva normalidad”?

–Teatro, sobre todo como actriz, pero el resto es incertidum­bre como le pasa a tanta gente. En principio lo que tengo es la reposición de Cae la noche tropical, que es el trabajo que debería abrir la temporada del Complejo.

–Qué título sugestivo que el Complejo, luego de la larga noche pandémica, supuestame­nte abra la temporada con una obra llamada Cae la noche tropical, que parece dar cuenta de un imaginario perdido.

–Tal cual, es cierto. Todo es muy fuerte porque estamos en un momento de total incertidum­bre, no sabemos cómo sigue todo esto. Es muy triste lo que pasa y el país va a quedar en condicione­s tremendas y con el sector teatral muy golpeado. Será por eso mismo que en estos momentos lo único que quiero es volver al teatro sea como espectador­a o como actriz. No imaginas cuánto lo deseo...

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“El teatro es lo que me sostiene viva”, sostiene Leonor Manso
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Alejandro Guyot “Estamos en un momento de total incertidum­bre”, señala la actriz y directora

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