América Latina. La región opta por el silencio ante la indefinición electoral
Tanto los gobiernos más alineados como los más alejados decidieron evitar pronunciarse sobre el futuro de las relaciones hasta no saber quién estará al mando de la Casa Blanca
América del Sur no ha sido una prioridad para Donald Trump, con la salvedad de Venezuela, que también perdió cierta relevancia en la política exterior estadounidense ante la permanencia de Nicolás Maduro en el poder. Aun así, la región mantiene la vista fija en Washington, a la espera de saber si el presidente será reelegido o lo reemplazará Joe Biden. Tanto los países más alineados con Estados Unidos, como Brasil y Colombia, como los más alejados, como la Argentina, Bolivia –en breve– o incluso México, han preferido esperar para fijar una posición.
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ha mantenido silencio sobre el ajustado recuento electoral pese a las acusaciones de fraude ventiladas por Trump, su candidato favorito. A Bolsonaro le habían aconsejado sus asesores que no se apresurara a felicitar al republicano en caso de que se declarara vencedor antes de que el resultado final fuera oficial. No lo ha felicitado, pero sí ha dicho que es evidente que quiere que gane Trump y expresado su incomodidad con Biden. Los miembros más pragmáticos del gobierno brasileño quieren mantener la prudencia porque una victoria del demócrata dejaría a Brasil prácticamente aislado en Occidente, con Israel y Hungría como principales aliados, una situación inédita.
Una victoria del magnate neoyorquino, en cambio, sería un valioso espaldarazo a las aspiraciones de reelección del ultraderechista. La alianza bilateral forjada por Trump y el llamado “Trump tropical” ha dado menos frutos económicos y políticos de los que este último esperaba, pero las dos principales economías de América tienen una relación tan estrecha como no tenían desde los tiempos de la dictadura brasileña. Bolsonaro teme que el protagonismo que la protección de la Amazonia podría adquirir con Biden se sume a la presión internacional que ya padece.
Gane quien gane, Brasil está obligado a hilar fino para mantener una buena relación con Washington sin disgustar a China, su principal socio comercial, pese a la guerra arancelaria entre ambas potencias.
El mismo dilema atraviesa a otros países de la región, como la Argentina, que tiene importantes vínculos comerciales con los dos gigantes. El presidente Alberto Fernández no ha cometido el mismo error que su predecesor Mauricio Macri, cuando, en septiembre de 2016, expresó su preferencia por Hillary Clinton. El Ejecutivo no ha hecho declaraciones sobre la votación, pese a los desencuentros con la administración Trump que han marcado el inicio de la gestión de Fernández.
Diferencias
La elección del nuevo jefe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) tensó la relación bilateral. La Argentina encabezó en América Latina la propuesta de aplazar la votación. Cuando la fecha se mantuvo, propuso un candidato alternativo a Mauricio Claver-carone, el hombre elegido por Donald Trump, pero lo retiró a última hora ante la falta de apoyo. Será la primera vez que un estadounidense dirigirá esta institución, que había sido siempre presidida por un latinoamericano.
Una victoria de Biden no favorecería de forma directa a Fernández, pero sí podría verse beneficiado por el enfriamiento de la relación entre Washington y Brasilia. Aun así, no se prevén grandes cambios en el vínculo comercial, en especial sobre los aranceles al biodiésel argentino impuestos por Trump en 2018.
Desde México, vecino y primer socio comercial de Estados Unidos, con una agenda compartida en migración o seguridad repleta de minas, el presidente también ha mantenido una prudencial distancia sobre la evolución de los acontecimientos electorales. “No podemos opinar nada hasta que se termine el conteo y la autoridad correspondiente dé al ganador; es una elección cerrada, no podemos nosotros dar ninguna opinión, repito, solo desear que las cosas en Estados Unidos sigan transcurriendo como está sucediendo ahora, llevándose a cabo el conteo de votos”, comentó Andrés Manuel López Obrador.
Blanco favorito
México se convirtió desde la campaña electoral pasada en uno de los blancos favoritos de Trump. Pese a los insultos racistas y las amenazas, el gobierno se esforzó desde el principio en envolver su posición diplomática en un clima de sintonía y alejamiento de las hostilidades. Incluso después de sufrir una dura derrota política el año pasado al verse forzado a aceptar un giro drástico de su política migratoria y convertirse en policía fronterizo si no quería sufrir el castigo de Trump en forma de aranceles.
En teoría, un presidente demócrata en la Casa Blanca representaría una mayor sintonía ideológica con el gobierno mexicano.
Con su política exterior en vilo, Colombia se juega su condición de socio privilegiado de Trump. El gobierno de Iván Duque ha encontrado una buena sintonía con la Casa Blanca frente a la crisis con su vecina Venezuela, pese a las fricciones por los altos niveles de narcocultivos. Aunque ningún funcionario se ha pronunciado desde la votación, en la recta final de la campaña se acumularon las señales de que Bogotá había roto su tradición de neutralidad para tomar partido por Trump, a riesgo de quedar a contrapié en caso de ganar Biden.
Duque ha fijado el eje de su política exterior en Washington, y venía de mostrarse plenamente alineado en el tormentoso proceso para elegir a Claver-carone en el BID. El apoyo a la reelección del republicano por parte de varios miembros del Centro Democrático, el partido de gobierno fundado por el expresidente Álvaro Uribe, provocó duras críticas e incluso una interpelación parlamentaria a la canciller, Claudia Blum. El embajador estadounidense en Bogotá llegó a pedir a los políticos colombianos que no intervinieran en la campaña y congresistas demócratas escribieron columnas en ese mismo sentido.
Colombia irrumpió en medio de la intensa puja por llevarse un sector del voto latino en Florida, donde finalmente ganaron los republicanos tras desplegar una campaña de miedo al “socialismo”. El propio Trump se aseguró de que así fuera al reciclar el término del “castrochavismo”, con el que la derecha colombiana ha atacado tanto el acuerdo de paz con las FARC como a Nicolás Maduro. Los costos podrían ser elevados, ante un eventual cambio de inquilino en la Casa Blanca.
Perú se ubica frente a las elecciones en la potencia norteamericana desde una encrucijada económica y sanitaria debido a la pandemia de coronavirus. Las relaciones entre ambos países estaban marcadas por la crisis en Venezuela: Perú es uno de los principales receptores de fondos de la cooperación estadounidense (AID) destinados a los inmigrantes venezolanos llegados masivamente desde 2017.
Contra Caracas
Perú ha sido, además, durante el gobierno de Trump, un promotor del aislamiento político y económico al régimen de Maduro, desde el llamado Grupo de Lima.
Desde los años ochenta, la agenda bilateral entre Perú y Estados Unidos tiene como prioridad la lucha antinarcóticos, y desde la década pasada se sumó el tratado de libre comercio: Estados Unidos es el segundo socio comercial del gobierno peruano después de China. Perú no se ha indispuesto ni con Estados Unidos ni con China pese a un llamado de atención de Washington por la presencia de embarcaciones ilegales chinas frente al mar de Perú, a fines de septiembre: “Perú es amigo y socio de Estados Unidos y China”, fue la respuesta de la cancillería.
El gobierno chileno de Sebastián Piñera se ha mantenido atento y en suspenso ante las elecciones estadounidenses: ni el mandatario ni el canciller, Andrés Allamand, han emitido declaración alguna que ponga en duda la neutralidad ante el proceso. Chile evaluará paso a paso lo que ocurra en Estados Unidos y esperará el resultado formal antes de emitir alguna declaración, por lo que se descartan reacciones y comentarios.
Lo que ocurra en Estados Unidos es de importancia fundamental para Chile, porque el país norteamericano es su segundo socio comercial, el segundo destino para las exportaciones nacionales y el segundo proveedor en cuanto a importaciones. El tratado de libre comercio (TLC) de 2004 ha desempeñado un papel clave, porque ha favorecido no solo el comercio de bienes, sino también el comercio de servicios y las inversiones directas recíprocas. Alrededor de un 80% de las inversiones chilenas directas en el país del norte se han materializado en el período posterior a su entrada en vigor. © El País, SL.