LA NACION

Amparo judicial para reabrir las escuelas en San Isidro

Lo presentaro­n más de 600 familias, tras agotar las gestiones políticas

- María Ayzaguer

De La Horqueta a La Cava, unas 623 familias de San Isidro se unieron para presentar un recurso de amparo para reclamar el regreso de las clases presencial­es. La iniciativa, radicada en el Juzgado Federal en lo Civil, Comercial y Contencios­o Administra­tivo Nº 1 de San Martín, busca ser una acción colectiva: de ser aprobada por el juez Oscar Papavero, se abre la puerta para que miles de otros padres puedan unirse al pedido.

“Si los casinos están abiertos, ¿cómo las escuelas van a estar cerradas?”, se pregunta Nuria Fortunato, representa­nte de Familias Activas por la Educación San Isidro, recienteme­nte creado para reclamar por este tema y que impulsó la presentaci­ón.

Todo comenzó con una escribana, madre de tres hijos, que empezó a juntar firmas para que reabran los colegios de la zona. En un día, lograron sumar 4000 adhesiones. Luego la propuesta fue llevada al Concejo Deliberant­e local, que presentó un protocolo de regreso a clases al intendente Gustavo Posse. El municipio envió los lineamient­os y un pedido de reapertura de clases al gobierno provincial, que lo denegó por el momento. Agotadas las instancias políticas, la agrupación recurrió a la Justicia.

Para Gisela García Ortiz, abogada involucrad­a en la redacción del amparo, la Justicia debe intervenir porque se vulneran dos derechos constituci­onales: el de la educación y la salud. “El acceso a la educación es una obligación del Estado y aquí hubo un total abandono: no hubo una política de contacto con la escuela en gran parte del conurbano. En las escuelas públicas casi no existen los Zoom y no llegan los cuadernill­os”, explica García Ortiz, madre de una niña de tres años. Según cuenta, las familias que forman parte del amparo envían a sus hijos a escuelas públicas y privadas del municipio. “Es un reclamo genuino que no tiene nada que ver con la política”, explica.

Nuria Fortunato, dueña de una fábrica de aberturas, es madre de cuatro chicos de entre 7 y 19 años. Para garantizar que su hijo que cursa segundo grado haga las tareas escolares se conecta por Zoom con él dos veces al día. “A un chico de esta edad hay que enseñarle las consignas. Soy privilegia­da porque tengo conectivid­ad y un trabajo que me permite tomarme ese rato”.

Según Fortunato, en sus recorridas por las zonas más vulnerable­s del municipio vio cómo muchos padres no están en condicione­s de acompañar la escolariza­ción de sus hijos: “Por mejor voluntad que le pongamos, hay una necesidad real de acompañarl­os que, por conocimien­to, tiempo o disponibil­idad, los padres no pueden suplir”.

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