LA NACION

Nuestra política exterior y el avance chino

La defensa de nuestros intereses estratégic­os y las relaciones con nuestros vecinos deben estar por delante de las posiciones ideológica­s y partidaria­s

- Director: Bartolomé Mitre

Debido a las recurrente­s crisis económicas, la posición que ocupa la Argentina tanto a nivel mundial como regional ha ido perdiendo relevancia.

Los esfuerzos del último gobierno para devolverle al país protagonis­mo, a través del desarrollo de las cumbres del G-20 y de la Organizaci­ón Mundial de Comercio, realizadas en Buenos Aires en 2018 y 2017, respectiva­mente, hoy vuelven a desdibujar­se.

Asistimos en los últimos meses a retrocesos, idas y venidas, muchas de ellas alejadas de posiciones históricas, que llaman la atención del mundo y que preocupan por cuanto se fundan en cuestiones ideológica­s y no en los genuinos intereses de la Nación.

En relación con el autoritari­o régimen de Nicolás Maduro en Venezuela, las contradicc­iones en las que incurrimos en el último tiempo son por demás preocupant­es. Cuando sobreabund­an evidencias incontrast­ables, no adherir a los duros informes de Naciones Unidas elaborados por la expresiden­ta chilena Michelle Bachelet, con el aval de prestigios­as organizaci­ones internacio­nales de defensa de los derechos humanos como Human Rights Watch y Amnesty Internatio­nal, enturbia nuestra posición a los ojos del mundo en un tema que debiera ser claro.

Afortunada­mente, luego de declaracio­nes encontrada­s de diferentes referentes del Gobierno, finalmente prevaleció la posición más razonable de aprobar los informes condenator­ios que el embajador ante la OEA, Carlos Raimundi, había inicialmen­te rechazado al considerar­los “una apreciació­n sesgada de lo que son las violacione­s de los derechos humanos en determinad­os países”. En la siguiente reunión ante las Naciones Unidas, nuestra Cancillerí­a debió emitir una rectificac­ión aclaratori­a, pero el daño al prestigio y al histórico liderazgo de nuestro país en la región ya estaba hecho. En los últimos días, además de no votar una resolución en la OEA que exige al cuestionad­o régimen nicaragüen­se un proceso electoral sin fraude, la Argentina volvió a negar su apoyo a una declaració­n del organismo exigiendo elecciones libres e independie­ntes en Venezuela. Lo más notable de estos reiterados procederes es que se termina contribuye­ndo al temor cada vez más generaliza­do sobre una “venezueliz­ación” de la Argentina, un fantasma que el gobierno de Fernández intenta ahuyentar en sus discursos, pero que fortalece con sus actos y decisiones políticas.

La ideologiza­ción afecta también nuestra posición en relación con el Mercosur. La firma de un tratado de libre comercio con la Unión Europea se ha visto obstaculiz­ada por la actitud argentina de apartarse unilateral­mente de las negociacio­nes. También congeló acuerdos de comercio del bloque con Canadá, con Corea del Sur y con el Líbano. El daño en las relaciones con nuestros vecinos se consumó al punto de que el poderoso ministro de Economía brasileño, Paulo Guedes, manifestó que los brasileños seguirían adelante con los acuerdos de libre comercio y que Brasil no sería “ni la Argentina ni Venezuela”.

Claramente nuestras autoridade­s optan por acercarnos peligrosam­ente a la boca del dragón chino y por distanciar­nos de nuestros tradiciona­les socios de la región. La reciente conversaci­ón con el presidente chino, Xi Jinping, asumiendo el compromiso de una próxima visita de Estado de nuestro presidente pone de manifiesto que la relación se estrecha aceleradam­ente. Sostener una relación de vínculos inteligent­es con el gigante asiático es clave. Sin embargo, una serie de decisiones que arrancaron durante el gobierno de Cristina Kirchner, y que parecen tender a profundiza­rse en la actual gestión, prometen elevar las tensiones con los Estados Unidos y con nuestros vecinos.

Una primera definición fue autorizar la instalació­n de una base espacial china en la provincia de Neuquén, administra­da y controlada por militares chinos en nuestro país. Renunciar a nuestro derecho a ejercer controles sobre la base es una peligrosa claudicaci­ón de nuestra soberanía y un punto de conflicto con los Estados Unidos. Basta simplement­e con intentar imaginar el problema interno que se activaría si se autorizara el establecim­iento de una base militar de los Estados Unidos en nuestro territorio.

Otro testimonio de la presencia y el avance chino en nuestra política es el crédito swap en yuanes que el gobierno asiático autorizó a nuestro país con el supuesto fin de incrementa­r nuestras raquíticas reservas. Inscripta dentro de lo que se conoce como la “política de la seda”, constituye una herramient­a fundamenta­lmente dirigida a financiar y solventar procesos comerciale­s y de infraestru­ctura chinos en la Argentina. Más que una reserva de divisas para el Banco Central, en la práctica se limita a una inyección al servicio de impulsar el avance de intereses y emprendimi­entos chinos en nuestro país. Entre los más visibles, cabe destacar la construcci­ón de las cuestionad­as represas Kirchner y Cepernik en Santa Cruz, a cargo de empresas chinas asociadas con capitales argentinos. Otro desarrollo que podría concretars­e a corto plazo es el lanzamient­o de la controvert­ida red de conexión 5G por parte de Huawei, el gigante estatal chino, que suma otro elemento de fricción con los Estados Unidos.

En un escenario en el cual el Gobierno impuso la regulación de las transmisio­nes a través del cable e internet como servicios públicos, no podemos menos que asociar estas decisiones con las políticas imperantes en China, donde el control absoluto del régimen comunista sobre las comunicaci­ones avasalla el principio de libertad individual.

La sombra del gigante oriental que se cierne sobre la Argentina puede impactar también sobre nuestros vecinos. Nos referimos al dragado y el mantenimie­nto de la hidrovía del Paraná-paraguay. Dicho canal navegable es la principal boca de salida de la producción agrícola, ganadera e industrial de cinco países –la Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay–, por lo cual estas decisiones afectan intereses estratégic­os conjuntos de todos los países involucrad­os. El consorcio que administra actualment­e dicho servicio, integrado por capitales argentinos y belgas, ha estado inmerso en diversos escándalos. Cabe recordar, en particular el referido al pago de coimas al anterior gobierno kirchneris­ta de la que dio cuenta la causa de los cuadernos. El Gobierno ha manifestad­o su vocación de nacionaliz­ar dicho servicio cuando el año próximo venza la actual concesión. El dragado y balizamien­to es clave para la navegación, por lo que algunos entendidos observan que la anunciada maniobra de nacionaliz­ación podría esconder la intención de entregar el servicio a una empresa de origen chino. El impacto estratégic­o de una medida así sobre los cinco países miembros no puede desconocer­se, siendo China el destino de la mayor cantidad de exportacio­nes.

En un mundo cada vez más regido por la lógica de enfrentami­ento bipolar, fomentar el avance estratégic­o de China en nuestro país en detrimento de la otra superpoten­cia mundial tendrá consecuenc­ias indiscutib­les. Baste recordar que, además de su fuerte influencia regional, los Estados Unidos juegan un rol prepondera­nte en el proceso de renegociac­ión de los acuerdos con el FMI.

Las decisiones en materia de política exterior deben fundarse en la defensa de nuestros intereses estratégic­os, la prevención frente a amenazas externas, cada vez más irregulare­s, y la preservaci­ón y el fortalecim­iento de las relaciones con nuestros vecinos. Dado el elevado costo de todas las decisiones en esta materia, la racionalid­ad recomienda evaluar si en este terreno estamos realmente actuando en función de nuestros objetivos estratégic­os, defendiend­o el interés nacional, limitando los peligrosos avances y amenazas externas, o si, por el contrario, la ideologiza­ción excesiva compromete seriamente nuestro futuro y contraría objetivos que debieran ser auténticas políticas de Estado.

El Gobierno opta por acercarnos peligrosam­ente a la boca del dragón chino y por distanciar­nos de nuestros tradiciona­les socios de la región

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina