Un artista que se consagró con su obra comprometida
Una vez que las coyunturas políticas pasen de época, la trayectoria de Fernando “Pino” Solanas ocupará el privilegio inherente a los grandes nombres del cine nacional dentro de un legado indiscutido: haber generado un camino donde se ubica el derrotero del cine político argentino dentro del contexto de este movimiento en su faceta internacional, pero construyendo una identidad y una voz indudablemente propias.
Solanas fue un realizador movido por la filiación ideológica, pero también por el profundo conocimiento del medio cinematográfico, que le permitió brindar tanto obras de excepcional jerarquía artística como otras consustanciadas con las instancias políticas inmediatas, con resultados de menor vuelo, pero también de mayor repercusión y polémica debido a su urgencia.
La trayectoria inicial de Pino Solanas está asociada con La hora de los hornos, film que agrega a su título “Notas y testimonios sobre el neocolonialismo, la violencia y la liberación”. Este film coincidió con el arribo de la dictadura de Onganía al poder y el pase a la clandestinidad como forma de eludir la persecución y la censura, enmascarando su realización en la productora de publicidad donde Solanas había hecho consecutivos proyectos relacionados que le brindaron experiencia en el cine. El documental todavía se sigue analizando en universidades y escuelas de cine de todo el mundo como ejemplo modélico del documental político.
Le seguirían experiencias devocionales producidas con Juan Perón como figura absoluta para abrazar la máxima aspiración del “cine militante”, y luego concretar otro de su grandes trabajos, Los hijos de Fierro
(1978), suerte de revisita al poema épico de José Hernández pero trazando un paralelo con la caída de Perón hasta su retorno. Exiliado en París desde un año antes luego de un intento de secuestro, Solanas recién volvió al cine en 1980 con Le regard des autres (La mirada de los otros).
Regresó al país y continuó su obra con distintos documentales. En mayo de 1991, mientras trabajaba en El viaje, a la salida de los laboratorios Cinecolor, fue víctima de un atentado luego de ratificar su denuncia en los tribunales contra Carlos Saúl Menem, que Pino atribuye a la SIDE y que, finalmente, nunca fue aclarado. A su obra le siguieron innumerables documentales: Memorias del saqueo (2004), La dignidad de los nadies (2005), Argentina latente (2007), La próxima estación (2008), Tierra sublevada: oro impuro (2009), Tierra sublevada: oro negro (2011), La guerra del fracking (2013) y Viaje a los pueblos fumigados (2018).