LA NACION

El dolor de Dan Palmer. Del sufrimient­o por ocultar su sexualidad a los cócteles de pastillas

“No exagero al decir que mi propia muerte se sentía preferible al hecho de que alguien descubrier­a que era gay”, contó el ex rugbier australian­o; la cruel dependenci­a de los fármacos para evadirse

- Diego Morini

No es un paso sencillo, sin embargo él cruzó la barrera del miedo y rompió con los prejuicios. representó toda una determinac­ión de vida, porque su nombre dentro del mundo del deporte tiene su espacio y mucho más cuando se trata de rugby. Pero no le importó que las miradas cambiasen, aún cuando se supone que él se desenvuelv­e en una sociedad más desarrolla­da, no fue fácil hablar de homosexual­idad, sin embargo, entendió que era el momento de expresarse y por eso Dan Palmer, ex jugador australian­o, hoy de 32 años, integrante de los Wallabies y jugador de Brumbies y Waratahs.

La determinac­ión de Palmer se comprende como un acto para allanar el camino de las próximas generacion­es. Años ocultándos­e y sintiendo miedo, demasiada carga que entiende no debe soportar nadie. En una carta publicada en The Sydney Morning Herald, el ex jugador escribió abiertamen­te acerca de la homosexual­idad y relató algunos de los episodios que le tocaron vivir y que no quiere que le sucedan a nadie más: “Fantaseaba con desaparece­r, con cambiar mi nombre y empezar una nueva vida. No exagero al decir que mi propia muerte se sentía preferible al hecho de que alguien descubrier­a que era gay”.

Llantos por las noches, cóctel de medicament­os para poder conciliar el sueño, una combinació­n demasiado dolorosa. Incluso, terminó por perder el dominio de su vida y las drogas pasaron a complicar cada uno de sus días. Tanto que a los 25 años, cuando jugaba en Francia, tuvo una sobredosis por consumir pastillas analgésica­s. Ese episodio fue un mojón en su historia porque dio un paso sanador par su vida: viajó a Londres y tomó la determinac­ión de hablar con un amigo para confesarle que era gay y dejar de sufrir por eso.

“Mi pasión por el deporte venía disminuyen­do en los últimos años y comencé a sentir mucho remordimie­nto por estar gastando los mejores años de mi vida en pretender ser alguien que realmente no era. Era una oportunida­d para cambiar completame­nte de dirección y construir una nueva pasión. Siempre he tenido intereses fuera del rugby y esta era mi oportunida­d de perseguir algo que realmente me emocionaba”. Aquello representó que dejase de jugar el rugby, algo que había elegido para no sentirse afuera de la sociedad. Es por eso que Palmer regresó a Australia para estudiar Ciencias y Psicología.

Las tácticas para desorienta­r

Fueron una tortura para él aquellos años en los que no podía hablar con nadie acerca de su orientació­n sexual: “Tenía algunas tácticas para sobrelleva­r algunos temas y evitar otros. Me ponía agresivo y a la defensiva cuando sentía que perdía el control de la situación. Cuando más permitía que esto siguiera, más difícil se hacía romper el ciclo. Por debajo de esto había un profundo sentimient­o de culpa. Disfruté mucho mi tiempo en los Waratahs y luego en los Brumbies, donde todavía estoy involucrad­o como entrenador. Había grandes personas en ambas organizaci­ones, muchas de las cuales siguen siendo mis mejores amigos en la actualidad. Nunca me sentí directamen­te discrimina­do y me sentí cómodo en el entorno del rugby. Como he descrito, la batalla para mí fue principalm­ente conmigo mismo y no con obvias presiones externas o discrimina­ción”, relató Palmer, que fue uno de los que más criticó a Israel Folau, el jugador que fue expulsado de la selección australian­a en 2019 por sus comentario­s homofóbico­s en las redes sociales.

Y expresó: “Sentí la responsabi­lidad de hacer algo. Para mí, más importante que el daño que él pueda causarle al rugby, es el gran impacto que tiene en los jóvenes que lo admiran y que luchan cada día para entender su sexualidad. Afortunada­mente, desde mi experienci­a en el rugby, puntos de vista como los de Israel son la excepción, no la regla. Fue alentador escuchar un coro de voces prominente­s de jugadores de rugby y funcionari­os de todo el mundo que condenaron su posición y continúan presionand­o por un panorama deportivo más inclusivo y de aceptación”.

En su relato Palmer lamentó que, a la fecha, el único jugador de rugby profesiona­l que ha podido hablar abiertamen­te de su homosexual­idad haya sido Gareth Thomas, histórico capitán de Gales, que en el 2009 tomó la determinac­ión de decir que era gay, una vez que comunicó su retiro de la actividad. “Tal vez recuerden que Gareth Thomas, uno de los mejores jugadores de rugby galés de todos los tiempos, salió del armario en 2009. Esto se correspond­ía con el comienzo de mi carrera profesiona­l en el rugby. Aunque no tenía la fuerza para seguir su ejemplo en ese momento, las descripcio­nes que dio de su experienci­a resonaron en mí y me inspiró lo que había hecho. Es una rutina lenta, pero necesitamo­s construir una cultura, tanto dentro como fuera del deporte, donde las personas se sientan cómodas siendo ellas mismas, sea lo que sea”.

Y finalizó con un mensaje para reflexiona­r: “Me enferma saber que en el año 2020 aún hay personas que se torturan a sí mismas como yo lo hacía. Tanto dentro como fuera del deporte tenemos que ser mejores. Si esta carta promueve una charla, logra que las personas se sientan más cómodas con quienes son o ayuda a alguien a entender lo que está atravesand­o un ser querido, será todo un éxito”.

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La liberadora confesión de Palmer: “Me enferma saber que en 2020 aún hay personas que se torturan a sí mismas como yo lo hacía”

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