Rodrigo Salemi. El médico que decidió ponerle el cuerpo a un ensayo inmunológico
Recibió las dos dosis del desarrollo de Pfizer y Biontech, que anunciaron que es eficaz “en un 90%”; alegría por el posible control del coronavirus
A finales de julio, el equipo del investigador Fernando Polack empezó a convocar voluntarios para aplicarse dos dosis de la vacuna desarrollada por Pfizer y Biontech. En ese momento, Rodrigo Salemi, de 43 años, habló con su esposa, con quien tiene un hijo de dos años. Sentía la convicción de ofrecerse como voluntario para buscar una solución a la pandemia que, el 23 de ese mes, ya acumulaba casi 150.000 infectados y 2702 fallecidos en la Argentina. “Soy médico, la decisión la charlé con mi familia, pero fue una decisión profesional. Todos los días intervenía a los pacientes con coronavirus, y ver ese nivel de sufrimiento me dio la pauta de que algo tenía que hacer para ver si podemos controlar la enfermedad”, dice Salemi.
Él es cirujano cardiovascular y trabaja en una clínica privada de la zona norte de la provincia de Buenos Aires. Una de sus tareas es intervenir a los pacientes más graves: les coloca los catéteres para administrarles las drogas. Ese contacto con la faceta más cruel de la pandemia hizo que se convirtiera en el primer médico que ingresó como voluntario al estudio realizado en la Argentina.
Anteayer, Pfizer afirmó que la vacuna que se inyectó en Salemi contra el Covid-19 es “eficaz en un 90%”, según el primer análisis intermedio de su ensayo de fase 3, la última etapa antes de pedir su homologación. Al enterarse, Salemi dice haber sentido una gran alegría: “No pensé que iba a tener una eficacia tan alta; fue una alegría saber que hay algo funcionando a ese nivel para controlar la enfermedad. Como voluntario, me siento parte de todo el proceso”.
Luego de salir sorteado, el 6 de agosto le suministraron la primera dosis. Para eso fue al Hospital Militar Central, donde no se cruzó con otros voluntarios. “Fui del primer grupo de 20 personas. Primero te hacen firmar unos papeles en donde uno asume la responsabilidad de inyectarse esta vacuna y también desliga de responsabilidades legales a los laboratorios, en caso de que existan efectos adversos. Una vez que pasamos esa instancia, me suministraron la dosis”, describe Salemi.
El abanico de efecto secundarios posibles era fiebre, escalofríos, sudoración, cefalea, dolores musculares y articulares: “Son comunes a casi todas las vacunas. La de Pfizer no tuvo casos graves por efectos adversos, a diferencia de la vacuna de Oxford y la de Johnson & Johnson, que tuvieron que interrumpir los ensayos por efectos secundarios más complejos”.
El 26 de agosto, llegó la segunda inyección. Ese día pudo conversar con otros voluntarios, y él, por ser médico, ganó cierto protagonismo en la charla. Los otros voluntarios le consultaban dudas y temores. Según dice Salemi, durante casi toda la conversación, se tuvo que dedicar a desterrar noticias falsas que los voluntarios habían leído en internet.
“Muchos me preguntaban por los efectos secundarios o si la vacuna te cambiaba el ADN u otros mitos que circularon en las redes y ellos habían leído. Traté de llevar tranquilidad, pero fue llamativo que solo me dediqué a refutar noticias falsas”, agrega Salemi.
A pesar del miedo, indica Salemi, la gente se ofrecía por un tema altruista, de poner el cuerpo para evaluar la vacuna y así ver si se puede controlar este virus. “La mitad recibió la vacuna y la otra mitad, un placebo”, precisa.
Luego de la segunda aplicación, llegaron la fiebre, los escalofríos y el malestar general, que fue leve y duró unos días. El 29 de septiembre regresó al hospital para que le extrajeran sangre, en busca de anticuerpos. Si bien ese resultado es secreto y se envía directo a Estados Unidos, Salemi asegura que esta vacuna, en los casos de éxito, genera seis o siete veces más anticuerpos que los que tiene un paciente recuperado.
Tras examinar 94 casos confirmados de Covid-19 entre los más de 43.000 voluntarios que recibieron dos dosis de la vacuna o un placebo, se encontró que menos del 10% de esas infecciones ocurrieron en participantes que habían recibido la vacuna y que el restante 90% de los casos se dio en personas que habían recibido el placebo.
Salemi tiene una visión optimista sobre el futuro: “Si estas vacunas funcionan y se logra controlar al virus, esta enfermedad se podría erradicar. Una vez que logremos el control de la circulación viral con la inmunidad de rebaño, creo que ahí se podrá desterrar al coronavirus”.
Sobre la vacuna rusa, de la que el Gobierno anunció que compraría 25.000.000 de dosis, cree que, al igual que otras vacunas, será efectiva cuando concluyan todas las etapas de pruebas: “El anuncio de la compra de esa vacuna fue demasiado rimbombante; hubo errores de comunicación por parte del Gobierno porque parecía que la compra ya estaba hecha y que las dosis iban a llegar en diciembre”.
Rodrigo Salemi médico y voluntario “Fue una alegría saber que hay algo funcionando a ese nivel para controlar la enfermedad. como voluntario me siento parte de todo el proceso”