Cuando tomar unos mates con Messi se convierte en noticia
“Este es el mejor grupo que integré”, avisa De Paul, que cuenta de qué se trata convivir con un crack
A De Paul, cada tanto, se le escapa un término en italiano. Como cuando se refiere a un “grande” esfuerzo, por ejemplo. Ese país y ese fútbol le dieron el impulso para llegar al lugar que siempre imaginó: la selección argentina. ¿Pero cómo la había dibujado en su mente cuando era uno de los miles de futbolistas argentinos que la veía por TV? O en vivo, incluso: estuvo en Brasil y fue un hincha más durante el Mundial 2014. “No tenía un prejuicio sobre cómo sería la selección, pero llegué y me sorprendió gratamente en todos los sentidos. Uno sabe cómo se manejan los grupos, las dinámicas que tienen. Este es el mejor de todos los que integré: es gente buena, humilde, divertida, con muchas ganas de trabajar. Si no fuera así, lo diría. Cuando llegamos al predio enseguida queremos entrenarnos, aunque tengamos 14 horas de viaje encima. Encontrás gente a las 10 de la noche en el gimnasio, siempre. Las sobremesas son hermosas, la pasamos muy bien, nos reímos”, describe ese mundo del que ahora forma parte.
–Todo lo que pasa en la selección tiene un rebote mucho mayor, ¿te acostumbraste a eso?
–No le doy importancia a los comentarios, no me quedo enganchado. Sé quién soy. Sé que si tomás un mate con Leo, sale en todos lados, pero eso no me condiciona.
–¿Hay que aprender a relacionarse con lo que Messi genera?
–Es difícil entenderlo si no lo vivís… Yo tengo una relación bárbara con él, estamos mucho tiempo juntos. Tiene un aura especial. Cuando él está en un lugar, genera algo que otra persona no. Para mí no cambia, no me entreno diferente por él. Pero si estuviera ahora en mi casa, todos los que están acá lo mirarían, estarían pendientes. En los aeropuertos, cuando llegamos, hasta los que están con chalecos naranja en la pista se acercan a nuestro avión, dejan de ocuparse de lo que les toca. Pero eso no pasa internamente. “Che, Leo, ¿tenés yerba?”: es uno más. Y es jodón, se prende en los chistes.
–¿Es difícil no darle el pase?
–Para nada. Él no te lo reclama tampoco. Con Paredes intentamos dársela con espacio. Eso sí, siempre va a ser mejor que la jugada la finalice él a que la haga otro. Eso es claro. Y existen los contextos: él es el mejor, pero si está entre tres tipos y Lautaro está mano a mano, el pase es a Lautaro. Es una cuestión de sentido común, y te aseguro que él quiere lo mismo, prefiere recibir con ventaja. Si la que gana es la selección argentina... Pero acepto que tenerlo adelante a veces te lleva a querer darle la pelota. Es Leo.
Está dicho: desde que debutó (un 4-0 a Irak en octubre de 2018), De Paul no salió más de las convocatorias. Es, a esta altura, una referencia identificable de la nueva camada. Una que lleva consigo una distinción: a diferencia de la anterior generación, ninguno juega en los clubes top de Europa. ¿Es una deventaja? “No pienso mucho en eso. Enfrentarse a los mejores equipos y los mejores jugadores cada fin de semana te hace ser mejor, aunque vos no estés en uno grande. Como primer punto, la selección tiene jugadores en las mejores ligas del mundo, eso siempre es importante”, marca su discrepancia. Y sigue: “¿Quisiéramos estar todos en el Barcelona? Seguro, pero eso no existe. Y los análisis se hacen en base a proyecciones. Ok, Lautaro no juega en Real Madrid, pero juega en Inter: ¡y tiene 23 años! El Chino Martínez Quarta juega en Fiorentina, y tiene un futuro espectacular. Y así podría ampliar la lista”, argumenta.
En ese camino de consolidación (del grupo, del equipo, del cuerpo técnico), De Paul señala un mojón fundacional: el desenlace de la Copa América de Brasil, cuando un escándalo por el arbitraje tiñó la derrota contra Brasil en las semifinales y después Messi fue expulsado en el partido ante Chile por el tercer puesto. “Es pasado, no pisado. El pasado te enseña. Hay que mirar para adelante, pero no negarlo. No se puede cambiar, pero aprendés. Jugamos nuestro mejor partido, creíamos que podíamos ganar y llevarnos la Copa. Fue un golpe muy duro. Lo que le pasó a Leo con Chile fue una consecuencia del partido con Brasil. Él sacó la cara por el grupo, se había inmolado por todos nosotros cuando dijo que nos habían robado. Todo eso fue determinante para lo que vino después: nos unimos todavía más y no volvimos a perder, fue crecimiento puro”, traza la línea este futbolista fijo en el mediocampo, que se ganó la titularidad en aquel torneo luego de haber arrancado como suplente.
–¿Las eliminatorias completan el formulario de un jugador de selección?
–No sé si hay algo más difícil que jugar las eliminatorias en Sudamérica. Hay miles de cosas que condicionan, empezando porque no hay tiempo, llegás y enseguida jugás. Ganarle a Ecuador fue un resultado muy positivo después de haber pasado un año sin vernos. Y fueron minutos sumados juntos en esta competencia, nueva para la mayoría. Creo que se valoró más cuando en la fecha siguiente Ecuador goleó a Uruguay. Y en La Paz no es fácil: viví con dolor de cabeza las 48 horas que estuvimos, me levantaba mareado a la madrugada, tenés que ir midiéndote el oxígeno, hacer movimientos lentos para no cansarte… Y sacamos los tres puntos. A todos nos gustaría tener siempre la pelota y crear 20 situaciones de gol por tiempo, pero no es fácil: lo máximo que habíamos podido hacer en todo este tiempo fue tener algunas charlas tácticas por Zoom con el entrenador, y no es lo mismo que estar juntos y entrenarnos. Pero la selección cree en lo que hace: al fin y al cabo, es lo más importante.