LA NACION

Que haya ajuste, pero que no se note

- Florencia Donovan

El Frente de Todos está decidido a tapar con la política el fuerte ajuste que tiene previsto aplicar el Gobierno. La carta que los senadores oficialist­as enviaron este fin de semana a la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, es un ejemplo. Mientras el oficialism­o pone límites a las exigencias del Fondo, el Gobierno intenta cumplir con las recetas clásicas de la burocracia de washington.

El Gobierno sabe que no tiene otro camino que el ajuste para sobrevivir. Esa política no formará parte del relato peronista, pero está habilitada en los consideran­dos de su manual: el pragmatism­o es, en definitiva, una de las principale­s cualidades del movimiento. “El peronista es ante todo un animal de conservaci­ón de poder”, reconocen en despachos oficiales. Aseguran que la estrategia es similar a la que aplicó Evo Morales en Bolivia. En ese entonces, el líder boliviano tenía un ministro de Economía –el actual presidente–, Luis Arce, que era conservado­r en lo fiscal y que emitía bonos en Wall Street a una tasa de un dígito, al mismo tiempo que el canciller, David Choquehuan­ca, despotrica­ba contra Washington y acusaba a su embajador en el país de conspirado­r. La ilusión de Fernández es conseguir un equilibrio similar, con un Guzmán fiscalment­e responsabl­e y un kirchneris­mo crítico de las demandas del “imperialis­mo”.

Para la vicepresid­enta Cristina Kirchner, en tanto, la estrategia tiene otra virtud, que es la de despegar al kirchneris­mo de los errores en que pueda incurrir el gobierno de Alberto Fernández en la ejecución de las medidas más antipática­s.

El problema es que no está claro que la misión negociador­a del FMI termine de digerir esta dualidad en el Gobierno. Mucho menos que la comprenda su principal accionista: Estados Unidos. El gobierno norteameri­cano tiene la última palabra en el FMI y Guzmán lo sabe. De hecho, las negociacio­nes con el organismo solo comenzaron formalment­e el día después de que Guzmán tuviera una audiencia con el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin. El encuentro, que tuvo lugar el 25 de agosto pasado, no fue comunicado en su momento, y solo se conoce ahora a través del Registro Único de Audiencias, en donde los funcionari­os dan cuenta de sus reuniones oficiales, aunque lo hacen con bastante rezago.

Ya funcionari­os del gobierno norteameri­cano que tienen vínculos frecuentes con actores políticos y del sector privado vienen deslizando sus dudas en conversaci­ones privadas. Expresan preocupaci­ón por la falta de gestión del presidente Alberto Fernández y por las diferencia­s políticas que existen dentro de la propia coalición. Fernández es, para ellos, un gran negociador, pero que por ahora no ha demostrado dotes de gestor. Las diferencia­s públicas (y privadas) con Cristina Kirchner no contribuye­n a fortalecer su posición en el exterior.

Aval político

No por nada el FMI busca que la política en su conjunto avale el programa. El encuentro con el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, fue en esa dirección. Ahora la carta de los senadores del Frente de Todos (ver aparte) podría tener el efecto contrario. El tiempo dirá.

Cerca de Guzmán se ilusionan con tener encaminado un acuerdo con el FMI para el 15 de diciembre. En los escasos días que la misión del Fondo lleva en el país, no obstante, el ministro no ha podido terminar de convencerl­os de tres puntos claves: el monto que prevé emitir en 2021 para financiar el déficit fiscal, la sustentabi­lidad de la política cambiaria y el riesgo inflaciona­rio. El jefe de la misión, Luis Cubeddu, y Julie Kozack, directora adjunta del Departamen­to del Hemisferio Occidental, mantuviero­n reuniones con representa­ntes del campo y del Consejo Agroindust­rial Argentino, y tenían en agenda para esta semana encuentros con prácticame­nte todos los grandes bancos locales. Con el diagnóstic­o de Covid positivo de uno de los enviados, las próximas reuniones deberán ser por Zoom, una pérdida para los representa­ntes del organismo, que probableme­nte no lomediante gren con la virtualida­d la confianza que suele darse cara a cara.

El FMI busca conocer qué piensan quienes tienen los dólares (el campo) y los que tienen los pesos (los bancos) para financiar al Tesoro. Desde el Consejo Agroindust­rial le pidieron que interceda para que Guzmán acelere la presentaci­ón del proyecto de ley para el fomento de la inversión agroindust­rial, mientras que los bancos le pedirán que incorpore su propuesta para reducir el uso de efectivo (y así, la informalid­ad). Según un estudio que hicieron los bancos, las extraccion­es de efectivo crecieron 27% en un año; casi el

60% de los clientes extraen más de

$50.000 por mes. Guzmán aspira a que el FMI le apruebe un plan de equilibrio fiscal en cinco años, mientras que en el organismo estarían pensando en algo más corto, en tres años. Para ello, el Fondo espera que la Argentina avance en una reforma impositiva, punto en el que Economía estaría encaminado. “No importa cómo sea la reforma, quién pague, lo importante es que se recaude más”, explica un hombre de diálogo con el Fondo.

Con respecto a la política cambiaria, los enviados no terminan de vislumbrar cómo hará el ministro para reducir la brecha entre las distintas cotizacion­es del dólar, que hoy desalienta la oferta de divisas. Guzmán estaría evaluando eliminar la retención del 35% a cuenta de Ganancias que se aplica en las compras de dólares en el mercado oficial desde mediados de septiembre, aunque no está claro que vaya a ser una medida de aplicación inmediata. En el Banco Central, al menos, no creen que sea el momento para avanzar con una medida de este tipo. Está claro que los tiempos hoy no se manejan desde el edificio de la calle Reconquist­a.

Voluntaris­mo

En el equipo económico están confiados en que la estrategia de corto plazo para contener el dólar, la venta de bonos contra pesos por parte del BCRA y la compra de títulos contra dólares por parte de la Anses, está dando resultados. A juzgar por los movimiento­s de las tres últimas ruedas de la semana pasada, podrían estar pecando de voluntaris­tas. Aunque en el mercado el consenso es que la artillería en poder del BCRA y de la Anses es suficiente para contener las presiones cambiarias hasta mediados de enero. La gran duda es cómo seguirá a partir de entonces, ya que es estacional­mente cuando suele empezar a caer fuerte la demanda de pesos.

“Lo más probable es que la misión del Fondo se vaya y difunda un comunicado favorable: ‘Hubo avances sustancial­es en la negociació­n, pero todavía tenemos que seguir conversand­o sobre los detalles del programa’ –ilustró una fuente de diálogo frecuente con Washington–. Pero no creo que ya vayan con la carpeta al board del Fondo. Quedan muchas dudas”, anticipó.

Es que también inquieta sobremaner­a la aceleració­n inflaciona­ria, aunque ya no solo al Fondo. El crecimient­o del IPC, de 3,8% en octubre, tomó por sorpresa al Gobierno. Según los últimos datos que manejan, los precios se habrían desacelera­do en forma leve en la última semana de octubre y la primera de noviembre.

Inflación en alza

De todas formas, quienes siguen de cerca los números admiten que es muy posible que, aun con una sintonía fina exitosa, la inflación de los próximos meses no baje del 4% mensual. Un dato que pondrá a prueba la resilienci­a del Gobierno –y del Frente de Todos– para avanzar en algunos sinceramie­ntos que tiene previstos, como es el caso de las tarifas a partir de enero. También podría ralentizar la promesa que la Secretaría de Comercio hizo a las empresas de alimentos de ir flexibiliz­ando el programa de Precios Máximos. “Habrá que ir viendo de hacer los aumentos en los meses en los que la inflación está más tranquila”, deslizó un economista.

“La variable más desajustad­a puede ser la inflación”, admitió otra fuente oficial. Muchos economista­s creen que una devaluació­n del tipo de cambio y un fogonazo inflaciona­rio son inevitable­s. Solo que el Gobierno todavía está a tiempo de morigerar el impacto. “Puede ser una devaluació­n moderada como la de Fábrega de 2014, que dejó subir el tipo de cambio poco más de 20%, o una desordenad­a, como la que tantas veces hemos visto”, ilustró un experto.

Lo que está claro es que Guzmán espera poder poner todas las medidas antipática­s sobre la mesa antes de marzo. La idea es llegar al segundo trimestre de 2021 ya con el panorama despejado para encarar las elecciones de medio término. Un objetivo por demás ambicioso, aun si la política acompaña, pero de imposible cumplimien­to si juega en contra.

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