El eje bolivariano se ilusiona con aprovechar el drama peruano
El frente contra Vizcarra reunió a partidos de derecha y de izquierda
“Perú es un país con una tradición conservadora”, según un especialista
“PCARACAS arece que nadie quiere asumir la presidencia en Perú. Nosotros le mandamos a [Juan] Guaidó [presidente interino de Venezuela], para que se proclame, para que cumpla su sueño”. Nicolás Maduro aprovechó las vicisitudes que atraviesa el país andino para dar rienda suelta a su ironía gruesa y dejar claro que la batalla continúa en busca del renacer del ideal bolivariano, tal y como bautizó su gran aliado, el cubano Miguel Díaz-canel, a la seguidilla de “victorias revolucionarias” que realmente no lo son.
“La crisis del Perú tiene por lo menos 30 años, es una crisis de legitimidad del sistema político peruano. Toda nuestra solidaridad con el pueblo que está despertando en rebeldía y valentía”, añadió el “hijo de Chávez” para dejar clara la consigna entre sus aliados: “Tras Bolivia y Chile, ahora a por Ecuador y Perú”. Ambos países celebran elecciones presidenciales en febrero y abril, respectivamente, tras sufrir sus propias convulsiones políticas.
La declaración de Maduro aireó tantos intereses como contradicciones, los mismos que se han diseminado los últimos días sobre un tablero geoestratégico regional lleno de agujeros tras las protestas de 2019. Ecuador, Chile, Bolivia, Colombia, ahora Perú y siempre Venezuela.
La oleada se ha prolongado a finales de este 2020 hasta el país andino y en solo cinco días ha acabado con Manuel Merino, ya conocido como “el Breve”. El dirigente derechista de Acción Popular fue desde el primer día un moribundo político enganchado por respiración asistida a la máquina del Congreso, la peor unidad de cuidados intensivos del Perú.
Finalmente, el Congreso le dio su propia medicina a Merino, uno más en la trituradora de primeros mandatarios en la que se ha convertido el país andino. Los jóvenes se lanzaron a las calles en una versión de protestas políticas, no sociales, más parecidas a las de Bolivia que acabaron con Evo Morales que a las del resto de países. “Creo que la crisis en Perú viene a confirmar que, en rasgos generales, los latinoamericanos están más pendientes y activos ante la situación política y económica que en el pasado, y en algunos casos mejor coordinados e informados gracias a herramientas como las redes sociales. Así que en los países democráticos hay disposición a protestar para buscar que los conflictos sean dirimidos en elecciones con garantías”, destaca el internacionalista Mariano de Alba.
Empujón interno y también externo gracias a la posición de fuerza de los otros países de la región, marcada desde el primer momento por la Organización de Estados Americanos (OEA), a la que se unieron de inmediato Colombia y Ecuador, contra un mandatario desprovisto no solo de respaldo popular y de legitimidad, sino también de reconocimiento internacional.
Cautela en la Argentina. Solo Paraguay se atrevió a dar un breve espaldarazo al ocupante transitorio del sillón de Pizarro. Incluso ayer mismo el polémico presidente salvadoreño, Nayib Bukele, peleado con el Parlamento de su país, hizo público que no reconocía al “gobierno golpista de Merino”. Lo mismo ocurría desde el gobierno de Nicolás Maduro y desde otros altavoces revolucionarios. Paradójicamente, el mismo rechazo, pero con distintos intereses.
De alguna forma, el panorama internacional se refracta en los posicionamientos internos de las bancadas peruanas. El original frente contra Vizcarra reunió a partidos desde la derecha, como Acción Popular, de la que forma parte Merino, hasta la izquierda de Alianza por el Progreso y Podemos. Al frente de todos ellos se situó Unión por el Perú (UPP), ultranacionalistas liderados por el comandante golpista Antauro Humala, actualmente en prisión.
Una alianza que contó con el apoyo firme de la fujimorista Fuerza Popular y de los evangélicos del Frente Popular Agrícola, además de la mayoría de los congresistas del Frente Amplio, el partido izquierdista en cuyo seno también saltaron chispas. Su candidata presidencial, Verónika Mendoza, apostó por el enfrentamiento con Merino, pese a que la mayoría de sus diputados votaron por la vacancia de Vizcarra. Solo dos congresistas se situaron en contra de la destitución: Mirtha Vásquez y Rocío Silva Santiesteban, gran favorita para ocupar la presidencia del Congreso y, por lo tanto, del país.
Se da la circunstancia de que Mendoza viajó a La Paz para la toma de posesión de Luis Arce, donde incluyó su firma en el manifiesto contra el “golpismo ultraderechista” como principal causa de los males continentales. Según reconoció ayer mismo el ecuatoriano Andrés Arauz, candidato del expresidente Rafael Correa para las elecciones de febrero, el documento fue preparado a cuatro manos entre el presidente Alberto Fernández y el vicepresidente español, Pablo Iglesias, en lo que significaba su regreso al continente después de haber trabajado como asesor para el gobierno de Hugo Chávez.
“Perú es un país con una tradición conservadora importante. El posible crecimiento de la izquierda podría depender más de lo que suceda en los próximos meses y de la gestión de los representantes de esa tendencia en el gobierno de transición de aquí a abril”, vaticina Mariano de Alba.