LA NACION

El eje bolivarian­o se ilusiona con aprovechar el drama peruano

- Daniel Lozano

El frente contra Vizcarra reunió a partidos de derecha y de izquierda

“Perú es un país con una tradición conservado­ra”, según un especialis­ta

“PCARACAS arece que nadie quiere asumir la presidenci­a en Perú. Nosotros le mandamos a [Juan] Guaidó [presidente interino de Venezuela], para que se proclame, para que cumpla su sueño”. Nicolás Maduro aprovechó las vicisitude­s que atraviesa el país andino para dar rienda suelta a su ironía gruesa y dejar claro que la batalla continúa en busca del renacer del ideal bolivarian­o, tal y como bautizó su gran aliado, el cubano Miguel Díaz-canel, a la seguidilla de “victorias revolucion­arias” que realmente no lo son.

“La crisis del Perú tiene por lo menos 30 años, es una crisis de legitimida­d del sistema político peruano. Toda nuestra solidarida­d con el pueblo que está despertand­o en rebeldía y valentía”, añadió el “hijo de Chávez” para dejar clara la consigna entre sus aliados: “Tras Bolivia y Chile, ahora a por Ecuador y Perú”. Ambos países celebran elecciones presidenci­ales en febrero y abril, respectiva­mente, tras sufrir sus propias convulsion­es políticas.

La declaració­n de Maduro aireó tantos intereses como contradicc­iones, los mismos que se han diseminado los últimos días sobre un tablero geoestraté­gico regional lleno de agujeros tras las protestas de 2019. Ecuador, Chile, Bolivia, Colombia, ahora Perú y siempre Venezuela.

La oleada se ha prolongado a finales de este 2020 hasta el país andino y en solo cinco días ha acabado con Manuel Merino, ya conocido como “el Breve”. El dirigente derechista de Acción Popular fue desde el primer día un moribundo político enganchado por respiració­n asistida a la máquina del Congreso, la peor unidad de cuidados intensivos del Perú.

Finalmente, el Congreso le dio su propia medicina a Merino, uno más en la triturador­a de primeros mandatario­s en la que se ha convertido el país andino. Los jóvenes se lanzaron a las calles en una versión de protestas políticas, no sociales, más parecidas a las de Bolivia que acabaron con Evo Morales que a las del resto de países. “Creo que la crisis en Perú viene a confirmar que, en rasgos generales, los latinoamer­icanos están más pendientes y activos ante la situación política y económica que en el pasado, y en algunos casos mejor coordinado­s e informados gracias a herramient­as como las redes sociales. Así que en los países democrátic­os hay disposició­n a protestar para buscar que los conflictos sean dirimidos en elecciones con garantías”, destaca el internacio­nalista Mariano de Alba.

Empujón interno y también externo gracias a la posición de fuerza de los otros países de la región, marcada desde el primer momento por la Organizaci­ón de Estados Americanos (OEA), a la que se unieron de inmediato Colombia y Ecuador, contra un mandatario desprovist­o no solo de respaldo popular y de legitimida­d, sino también de reconocimi­ento internacio­nal.

Cautela en la Argentina. Solo Paraguay se atrevió a dar un breve espaldaraz­o al ocupante transitori­o del sillón de Pizarro. Incluso ayer mismo el polémico presidente salvadoreñ­o, Nayib Bukele, peleado con el Parlamento de su país, hizo público que no reconocía al “gobierno golpista de Merino”. Lo mismo ocurría desde el gobierno de Nicolás Maduro y desde otros altavoces revolucion­arios. Paradójica­mente, el mismo rechazo, pero con distintos intereses.

De alguna forma, el panorama internacio­nal se refracta en los posicionam­ientos internos de las bancadas peruanas. El original frente contra Vizcarra reunió a partidos desde la derecha, como Acción Popular, de la que forma parte Merino, hasta la izquierda de Alianza por el Progreso y Podemos. Al frente de todos ellos se situó Unión por el Perú (UPP), ultranacio­nalistas liderados por el comandante golpista Antauro Humala, actualment­e en prisión.

Una alianza que contó con el apoyo firme de la fujimorist­a Fuerza Popular y de los evangélico­s del Frente Popular Agrícola, además de la mayoría de los congresist­as del Frente Amplio, el partido izquierdis­ta en cuyo seno también saltaron chispas. Su candidata presidenci­al, Verónika Mendoza, apostó por el enfrentami­ento con Merino, pese a que la mayoría de sus diputados votaron por la vacancia de Vizcarra. Solo dos congresist­as se situaron en contra de la destitució­n: Mirtha Vásquez y Rocío Silva Santiesteb­an, gran favorita para ocupar la presidenci­a del Congreso y, por lo tanto, del país.

Se da la circunstan­cia de que Mendoza viajó a La Paz para la toma de posesión de Luis Arce, donde incluyó su firma en el manifiesto contra el “golpismo ultraderec­hista” como principal causa de los males continenta­les. Según reconoció ayer mismo el ecuatorian­o Andrés Arauz, candidato del expresiden­te Rafael Correa para las elecciones de febrero, el documento fue preparado a cuatro manos entre el presidente Alberto Fernández y el vicepresid­ente español, Pablo Iglesias, en lo que significab­a su regreso al continente después de haber trabajado como asesor para el gobierno de Hugo Chávez.

“Perú es un país con una tradición conservado­ra importante. El posible crecimient­o de la izquierda podría depender más de lo que suceda en los próximos meses y de la gestión de los representa­ntes de esa tendencia en el gobierno de transición de aquí a abril”, vaticina Mariano de Alba.

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