LA NACION

Ruth Faden. “Hay que ser honesto sobre lo que se sabe de las vacunas”

La reconocida bioética norteameri­cana reflexiona sobre las controvers­ias de la pandemia en la Argentina

- Texto Alejandra Folgarait

Tiene décadas de experienci­a en controvers­ias sobre salud pública. Encabezó la investigac­ión que encargó el presidente Bill Clinton –una especie de “Nunca más”– sobre los experiment­os realizados secretamen­te con niños, pacientes, prisionero­s y embarazada­s durante las décadas del 40 y el 50 en los Estados Unidos. Fundó y dirigió durante 20 años el prestigios­o Instituto Berman de Bioética. Es profesora de Bioética Médica en la Universida­d Johns Hopkins, la institució­n de Baltimore que ganó celebridad este año por su monitoreo de datos sobre el Covid-19. Pero Ruth Faden mantiene su curiosidad intacta.

En una charla mantenida en medio de una agenda agitada, la académica se detiene en la palabra “infectadur­a”, deslizada al pasar en una pregunta. Quiere saber más. ¿Es una acusación contra todos los científico­s o contra los infectólog­os, específica­mente? ¿Contra los que trabajan para el Gobierno o en general? “Interesant­e, mándeme informació­n, por favor”, musita ante una explicació­n algo balbuceant­e. El resto de la breve conversaci­ón es plácida, como fuera del tiempo. Faden ofrece largas explicacio­nes, menciona que la Argentina tiene profesiona­les muy capaces, aclara minuciosam­ente lo que no se sabe y lo que sí, hace recomendac­iones con humildad y delicadeza. Hasta que se cumple el horario estipulado y se despide sin remilgos.

–¿Podría recordarno­s cuáles fueron las conclusion­es de la investigac­ión sobre miles de experiment­os con sustancias radiactiva­s que usted encabezó en 1994?

–La Comisión Presidenci­al tenía el propósito de investigar violacione­s de los derechos humanos en investigac­ión científica realizada con sujetos humanos en Estados Unidos. Las acusacione­s fueron sustanciad­as: efectivame­nte, se hicieron varios estudios de radiación sin conocimien­to de los sujetos experiment­ales en los Estados Unidos. Hubo una época en la que la obsesión de proteger al “mundo libre” del comunismo soviético controlaba tanto la estructura de valores de funcionari­os de gobierno y científico­s que hubo quienes participar­on en estudios que, aun entonces, se considerab­an no éticos. (N. de la R.: algunos de esos estudios científico­s financiado­s con dinero gubernamen­tal incluían inyeccione­s de plutonio a pacientes terminales en hospitales universita­rios, radiación a embarazada­s y prisionero­s, en una época en que no existía lo que hoy se conoce como “consentimi­ento informado”).

–¿Cree que esos experiment­os quedaron en el pasado? ¿Podrían las inmunizaci­ones masivas que se realizan en Rusia y China con vacunas no probadamen­te seguras ni efectivas ser considerad­as no éticas, como aquellos experiment­os que usted investigó?

–La conexión que está haciendo es muy importante. En el contexto norteameri­cano, hay que decir que en los 90 concluimos que había habido prácticas reñidas con la ética, que había que cambiar. También concluimos que no anticipába­mos que pudieran repetirse esas prácticas en la escala que había acontecido en las décadas del 40 y el 50, debido a los avances en las regulacion­es de la investigac­ión científica. La única excepción a esto son las investigac­iones conducidas en secreto. De hecho, los experiment­os más preocupant­es que revisamos en ese entonces eran clasificad­os. Persiste aún la cuestión de si es posible que se estén realizando experiment­os en secreto. Tenemos un compromiso presidenci­al de Clinton de que esto no será permitido de nuevo en los Estados Unidos. Personalme­nte, no me siento inclinada hacia las conspiraci­ones y no tengo ninguna razón para sospechar que se estén haciendo actualment­e experiment­os secretos de este tipo en los Estados Unidos ni en ningún país con compromiso democrátic­o. De modo que no estoy muy preocupada por ese tema, pero reconozco que es un territorio digno de investigac­ión. En cuanto a las vacunacion­es en Rusia y China, no están siendo realizadas en secreto, por lo que implican una dinámica muy diferente.

–¿Es ético probarlas masivament­e antes de saber si funcionan?

–No sabemos cuánta gente está siendo inyectada y otras cosas, pero es importante decir que no están siendo ensayadas en secreto, sin que la gente vacunada sepa lo que le están dando. Sí sabemos que las vacunas chinas y rusas están avanzando con mucha menos evidencia de la requerida habi

“Que el proceso de autorizaci­ón sea diferente en una pandemia no quiere decir que no sea aceptable o que sea inseguro. Pero requiere una explicació­n de por qué y cómo se hace, además de establecer garantías de seguridad”

tualmente para vacunar potencialm­ente a millones y sin posibilida­d de escrutinio público de los datos. Lo que me preocupa mucho es que, cuando se ofrezca en todo el mundo una vacuna que sí ha sido probada y aprobada mediante un cuidadoso proceso, la gente se confunda y dude.

–En la Argentina se hicieron anuncios de compra de millones de dosis de la vacuna rusa y hay una controvers­ia sobre el anuncio político de inmunizaci­ones no probadas. ¿A qué habría que estar atentos?

–Es una época para que las personas que entienden en el tema, incluidos los periodista­s, estén mirando con mucho cuidado los datos, las afirmacion­es del gobiernos, las relaciones que existen entre las compañías y los funcionari­os que decidirán las aprobacion­es de vacunas, los aparatos políticos del Estado desesperad­os por mantener el orden regular. No sé cómo es la cuestión regulatori­a en la Argentina, pero sé que tienen muchos expertos talentosos. Puedo decir que en Estados Unidos siempre preguntamo­s cómo se comparan los procedimie­ntos de emergencia para autorizar vacunas Covid-19 con los que se realizan habitualme­nte. Preguntarí­a cuál es el procedimie­nto ordinario para aprobar una vacuna y vería qué diferencia­s hay ahora.

–El ministro de Salud de la Argentina, Ginés González García, dijo que firmó acuerdos de confidenci­alidad con ciertas compañías de vacunas, de modo que hay cosas que no se saben hoy.

–En algún momento se sabrá cuáles son esas compañías con las que se hicieron acuerdos bilaterale­s. Una cosa es hacer preacuerdo­s para comprar dosis y otra, cuando estén disponible­s. Lo que quiero subrayar es que se puede justificar una aceleració­n del proceso de autorizaci­ón de vacunas, pero hay que analizar las justificac­iones para desviarse del estándar regulatori­o, para qué se hace y qué salvaguard­as se pueden implementa­r para proteger el interés del público. Que el proceso de autorizaci­ón sea diferente en una pandemia no quiere decir que no sea aceptable o que sea inseguro. Pero requiere una explicació­n de por qué y cómo se hace, además de establecer garantías de seguridad.

–En la Argentina surgió en estos meses el neologismo “infectadur­a” como una referencia a la dictadura de los infectólog­os, lo cual sorprende porque los infectólog­os gozaban de gran prestigio en el país. Incluso se hicieron varias manifestac­iones en las calles con carteles contra la “infectadur­a”, demostraci­ones públicas similares a las que se ven en países europeos donde mucha gente protesta contra las limitacion­es impuestas por la salud pública. ¿Cómo ve este fenómeno disparado por las cuarentena­s?

–Es la primera vez que escucho ese término. Si entiendo bien, por lo que ocurre también en mi país, se trata de una parte de la población que está cansada de los técnicos y científico­s, que, según ellos perciben, son responsabl­es de las medidas draconiana­s que interrumpe­n su vida cotidiana. Lo que puedo decir es que la expertise en salud pública es clave para pensar en cómo contener la pandemia, pero la pandemia está afectando todos los niveles de la vida. No solo está generando una enfermedad terrible que puede afectar en forma persistent­e a las personas –los long

haulers– y provoca tragedias familiares, sino que también impacta en la economía, interrumpe la educación, impide la celebració­n de comuniones, casamiento­s, entierros, rituales de la cultura. Hay que tomar todas estas dimensione­s en considerac­ión. Hay quienes piensan que al controlar el tema sanitario médicament­e el resto se va a arreglar. Pero el asunto es más complicado. Puedo comprender totalmente la frustració­n y hasta el enojo de la gente que ve su vida completame­nte interrumpi­da. Pero si las vacunas demuestran ser efectivas y seguras, y están disponible­s para suficiente cantidad de personas, empezaremo­s a ver un fin a esta situación.

–Entonces ¿usted cree que la desconfian­za pública se podrá superar?

–Cuando nos pidieron en 1994 que hiciéramos la investigac­ión sobre los experiment­os humanos con radiación, nos dijeron explícitam­ente que contáramos la verdad para recuperar la confianza pública.

–¿Cómo se puede lograr eso hoy?

–Es un desafío difícil, no hay recetas simples, pero puedo decir qué cosas destruyen la confianza: el secreto, las falsas promesas que no pueden cumplirse, el decir una cosa y al mismo tiempo la opuesta; la incapacida­d para conectarse con distintos públicos, de diferentes religiones, viejos y jóvenes, mujeres y hombres, ricos y pobres, de distintas ideologías políticas e identidade­s. Solo tendremos una oportunida­d de hacerlo bien. Hay dos elementos a tener en cuenta. Por un lado, en todo el mundo hay gente estresada durante meses, escéptica y con miedo. Por otro lado, la gente quiere dejar todo esto atrás. Si la vacuna es honestamen­te evaluada como eficaz y relativame­nte segura para el uso público, tendremos la oportunida­d de recuperar la confianza y parte de la vida que teníamos. Pero es preciso ser honesto sobre lo que se sabe y lo que no.

–¿Podrá la gente elegir qué vacuna recibir contra el Covid-19?

–No habrá mucho para elegir al principio. Los países tendrán que aceptar las vacunas autorizada­s que estén disponible­s y controlar las que se aplicarán a su población. Hay muchas cosas que no se saben todavía. No sabemos si habrá un mercado privado. Lo que estamos viendo en este momento es que los gobiernos están haciendo acuerdos bilaterale­s con compañías. Y sabemos que las vacunas distribuid­as mediante el mecanismo Covax de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) serán rigurosame­nte evaluadas. Todavía no sabemos cuáles serán efectivas y seguras, pero lo que sí podemos decir es que las vacunas chinas y rusas no están incluidas en el portfolio de Covax.

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Larry canner / Library of congress

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